Por Daniel Cardozo, UNAJ-UBA

La reciente decisión gubernamental de intervenir en la Cerealera Vicentín, más allá de sus avatares volvió a instalar, por si fuera necesario, el rol del Estado en un sitial central en la coyuntura política nacional.

 Si bien logró desviar u opacar el intento derechista de golpear sobre lo acertado o no de la por ellos denominada “cuarentena” permitió agitar fantasmas que, a veces, nosotros mismos asumimos.

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Movimiento 9 de junio 1956

La Casa de la Memoria y Resistencia Jorge Nono Lizaso, rinde homenaje a los héroes y mártires del Movimiento de Recuperación Nacional, que fueron fusilados por orden de la oligarquía desde el 9 al 12 de junio de 1956. Entre ellos: Nicolás Carranza, Carlos Lizaso, Mario Brión, Vicente Rodríguez, y Francisco Garibotti, secuestrados en Florida y posteriormente masacrados en los basurales de José León Suárez la madrugada del 10 de junio de 1956.

Contaremos con la presencia online del escritor, Daniel Brión

 Te esperamos: participá.

 Por ZOOM ID 349 782 2341

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Avellaneda ha sido elegida como capital de la insurrección. No obstante, no se toman medidas especiales para convertirla en baluarte ni para asegurar el éxito de esta operación vital de asentar un comando y un centro de comunicaciones. No existe concentración de hombres ni concentración de armas ni concentración de espíritu guerrero. En el interior de la escuela han quedado seis hombres: el teniente coronel José Albino Yrigoyen, a quien el comando revolucionario ha confiado la sección comunicaciones; el capitán Jorge Miguel Costales, los civiles Dante Hipólito Lugo, Norberto Ross, Clemente Braulio Ross y Osvaldo Alberto Albedro. Al día siguiente serán una lista de seis muertos.

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Elaborada por el colectivo Marambio

El aislamiento social presenta matices a lo largo del territorio nacional, pero en general la cuarentena se está relajando -frente al bajo número de contagios- en casi todas las provincias y en distritos del interior de la provincia de Buenos Aires. Aparece la necesidad perentoria de reactivar lo que se pueda de la economía y un porcentaje importante del país está intentando hacerlo, en medio de la esperable pero no por ello menos terrible caída del consumo –producto no sólo del parate generado por la pandemia sino, principalmente, por la debacle heredada del macrismo-.

En el ámbito del AMBA, los comercios de cercanías han abierto sus puertas –los de consumos esenciales nunca las cerraron- y en general ha habido un “aprendizaje” en la relación con la enfermedad que se traduce en el cuidado propio y del prójimo respetando el aislamiento social, el uso de mascarillas y la higiene preventiva. Lo que es innegable y constituye un elemento que carga de incertidumbre el devenir diario es que el comienzo de la apertura coincide con el del crecimiento del número de contagiados y, lo que es más preocupante, del número de muertos diarios. A lo anterior, se suma que el virus se empieza a manifestar como “clasista” y se propaga rápidamente en las barriadas populares dejando expuesto claramente que la desigualdad extrema y la miseria constituyen el ámbito propicio para su multiplicación.

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La pandemia ocasionada por la difusión del virus COVID-19 ha generado un escenario mundial inédito. Más allá de las capacidades específicas de los diferentes Estados para hacerle frente, la pandemia convoca a la sociedad a un esfuerzo excepcional, parecido pero no igual al que conllevan las grandes crisis económicas o las guerras.

Este esfuerzo hace tanto a lo económico como a lo personal y familiar. Altera las vidas de todos nosotros, nos obliga a redefinir nuestras actividades cotidianas y extraordinarias aún en situaciones muy dolorosas (familiares que no pueden asistir a sus enfermos, deudos que no pueden despedir a sus muertos), golpea en forma diferencial a sectores que ven directamente prohibidas sus actividades laborales, y moviliza importantes recursos estatales para asegurar la supervivencia.

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Por Eduardo Avalos

Como consumidor de peliculas sobre zombies y para justificarlo ante la mirada de los otros, suelo decir que se puede realizar una lectura política y hasta sociológica de dichos filmes. En Land of the dead, Dennis Hopper encarna a la autoridad de una ciudad que a toda costa intenta mantener su estilo de vida manteniendo a raya, militares mediante, a hombres y mujeres de los suburbios que inevitablemente cayeron  víctimas de la plaga zombie. No resulta difícil imaginarse que esos hombres y mujeres fueron en algún momento la mano de obra que hacía funcionar toda la maquinaria social de una tierra cuyo recuerdo aparece cada vez menos nítido.

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