Documento de la última actividad de la Casa de la Memoria y la Resistencia Nono Lizaso

Con el triunfo de AMLO en México en julio del 2018 comenzó a parar la oleada neoliberal en la región, oxigenando los procesos de cambios profundos que se venían desarrollando. A  lo que se suma este año el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el plano electoral, la liberación de Lula y las múltiples revueltas de mayor y menor intensidad que se vienen dando desde el año pasado en Haití, Honduras, y las que se multiplican este año en Ecuador, Chile y Colombia que tienen en común el rechazo a las políticas económicas neoliberales de ajuste perpetuo, impulsadas por Washington y el Fondo Monetario Internacional, y el repudio a la corrupción de las dirigencias políticas cómplices.

Este marco de situación en América Latina marcó una bisagra en las políticas del Imperio, que sacándose abiertamente su careta, dejo de lado los golpes blandos, aplicados en Honduras, Paraguay, avanzando con más sofisticación con el impeachment a Dilma y con el armado de la causa y la prisión a Lula  en Brasil (judicialización de la política) y con la traición bien guiada o quizás pagada de Lenin Moreno que proscribe y encausa a Correa. Ahora avanza con la crudeza propia del Imperio y no duda en dar un claro Golpe de Estado en Bolivia apoyando a la servil Burguesía Boliviana y en ordenar a los gobiernos cipayos de Chile, Ecuador y Colombia reprimir brutalmente a sus pueblos, las fuerzas de seguridad como antaño son sus instrumentos por excelencia.

Mientras todo esto pasa, en el marco del poder real  las grandes transnacionales se apropian de nuestros yacimientos, bosques y fuentes acuíferas, favorecidos por privatizaciones y licitaciones a dedo y tarifazos. Son ellas las que van dictando las decisiones políticas, sobornando transnacionalmente a algunos gobernantes alcahuetes de imperio, amparados por tratados de libre comercio depredadores de nuestras economías y de nuestras soberanías. Ellas son las que controlan también a los grandes medios de comunicación y las redes sociales, y esto se pone de manifiesto en los grandes multimedios de nuestro continente cuando distorsionan la información de lo sucedido en Ecuador, Chile y Bolivia y cualquier otra manifestación de rebeldía de nuestros Pueblos, como tampoco lo hacen con las matanzas y el narcotráfico y paramilitarismo en Colombia, la corrupción parlamentaria en Perú, y la calamitosa situación que ocultan en Haití. La realidad virtual fabricada por los medios hegemónicos -siguiendo las directivas del Departamento de Estado estadounidense y del Comando Sur-, se debate contra la realidad-real: los pueblos en las calles y los estallidos sociales.

La información hoy nos llega directamente a través de los protagonistas, de aquellos que en las calles se juegan el futuro de sus patrias. Son los pueblos los que vienen haciendo el balance de la enorme desigualdad social, la alta concentración de la riqueza en cada vez menos manos, la profundización de la inequidad social y la consolidación de lacras como el narcotráfico, la corrupción y la delincuencia común como corolario del crecimiento de la pobreza, los procesos migratorios, la pérdida de soberanía y la desvergüenza de los gobiernos neo liberales.

Para ir redondeando, el Frente de Todos se apresta a ser gobierno en medio de esta puja en que está inmersa toda América Latina, donde el neoliberalismo ve horadada su base de sustentación social y recurre a las políticas represivas y autoritarias para mantenerse en el poder. A la vez los halcones de EE. UU. buscan demoler las experiencias nacional populares sobre la base de las guerras de inteligencia y sabotaje, del lawfare y condicionar a los nuevos gobiernos democráticos. El golpe de estado en Bolivia es parte de esa cadena de acciones. Las prácticas golpistas avaladas y promocionadas por Trump, y los caminos de conspiración contra la democracia de la ultraderecha regional, son efectivizadas por las fuerzas de seguridad y los militares. Esto nos obliga a desechar algunas teorías ingenuas que proclamaban que se habían abandonado las prácticas golpistas en nuestra región y que las nuevas derechas eran democráticas y republicanas.

La gobernabilidad que se pregona desde el poder es la del consenso conservador que sostiene que en el mundo globalizado solo puede ser neoliberal. Desde esta perspectiva, el poder le recomienda al futuro gobierno la máxima moderación. A la vez intentan convertir  cualquier diversidad  necesaria y plausible dentro del Frente “Todos” en un caldo de cultivo para potenciar la división.

Por el contrario, nuestro pueblo y el nuevo gobierno necesita encontrar los caminos para consolidar y agrandar el respaldo en las urnas con un bloque social y político que apunte a garantizar la gobernabilidad y el desarrollo productivo y humano después de la catástrofe macrista. Se necesita conservar y extender la unidad, forjarla a diario, tanto a nivel dirigencial como en las distintas construcciones sociales de base. Una de las exigencias de la etapa, para defender a nuestro  gobierno popular, es fortalecer el frente y profundizar la democracia, lo que implica que esta debe estar consustanciada con las demandas sociales, con la  participación ciudadana, y con la organización y fortalecimiento de la sociedad civil. Debemos construir una convergencia de todo el campo popular que se pronuncie por una patria grande unida y soberana con un desarrollo federal y equilibrado, donde se proteja el medio ambiente y se avance en el proceso de memoria, verdad y justicia.  Donde se impulse la unidad de quienes defendemos el derecho a la igualdad de las mujeres y todas las diversidades, la unidad de quienes creemos que es necesario transformar la justicia para que sea real, independiente y para todos, la unidad de los que sostenemos que los recursos naturales son del pueblo, y la unidad de los pensamos que la industria nacional y el desarrollo científico tecnológico es base de la soberanía nacional.

El desafío nacional y de la región nos exige la más amplia articulación,  la profundización de la democracia, y la construcción de formas participativas de organización y decisión. Entendiendo que la salida está en el nivel continental que va de México a Argentina, reelaborando y ampliando aquella vieja idea de la Unidad Latinoamericana generada por nuestros héroes  de la independencia, profundizada en el ABC  de Perón, concretada a medias con el UNASUR y el MERCOSUR y que debe continuarse en este nueva etapa. Esta es la tarea que ya comenzó  Alberto,  la de construir una América Latina libre y con Justicia Social para sus Pueblos.