Por Daniel Cardozo, UNAJ-UBA
La reciente decisión gubernamental de intervenir en la Cerealera Vicentín, más allá de sus avatares volvió a instalar, por si fuera necesario, el rol del Estado en un sitial central en la coyuntura política nacional.
Si bien logró desviar u opacar el intento derechista de golpear sobre lo acertado o no de la por ellos denominada “cuarentena” permitió agitar fantasmas que, a veces, nosotros mismos asumimos.
Me refiero a que asumimos un rasgo que no es certero históricamente, más allá de los deseos de uno: según la imputación de la derecha, el peronismo y todo aquel movimiento al que se califique como populista poseería una tendencia cuasi genética a estatizar todo lo que esté a su alcance.
Así se ignoran sucesos históricos de carácter emblemático que desmienten la citada imputación.
A modo de ejemplo podríamos comenzar con la nacionalización de los ferrocarriles de 1948: la evidencia histórica muestra que esta medida, si bien llevaba años de debate y formaba parte del ideario de sectores afines a lo nacional y popular de aquel momento, también estaba en la mente de sectores conservadores (por ejemplo en sectores cercanos a Federico Pinedo) y, lo más importante, no formaba parte del primer plan quinquenal e incluso desde el gobierno se voceaba el escaso interés existente en “comprar fierros viejos ”.
La existencia de una deuda de Inglaterra ( sí…ellos nos debían a nosotros!!) muy difícil de cobrar, llevó a negociar un acuerdo que excedía la problemática ferroviaria y el que incluyó a los ferrocarriles como parte del pago. Obviamente el acceder al manejo de semejante sistema, junto a (ya que hablamos de cereales) elevadores de granos, puertos…constituyó una oportunidad largamente anhelada por aquellos que veían la importancia estratégica de esto. Ni que hablar de lo que representó el IAPI al asumir la nacionalización del comercio exterior.
La creación de la flota mercante por su parte partió de la adquisición de buques que la guerra había dejado en nuestros puertos, para luego sí avanzar en la construcción local de barcos en asociación con el capital local, tal como se intentó con el material ferroviario, buscándose hacia el final del segundo gobierno peronista la instalación de empresas extranjeras.
Distinta fue la historia de Gas del Estado y de Obras Sanitarias de la Nación que partieron desde cero y, en base a un funcionariado especializado forjado a lo largo de años, alcanzaron un rendimiento positivo.
El eje referido al funcionariado calificado, es otro tema central de ayer y hoy. Constituyó una carencia por ejemplo en los ferrocarriles, al punto tal que el gobierno peronista, lejos de expulsarlos, contrató a los gerentes británicos para que continuaran aplicando sus conocimientos ahora en el sistema nacional, medida absolutamente lógica dadas las circunstancias.
En este plano la diatribas realizadas por Guillermo Moreno recientemente, descalificando a lo académico per se…va en contra de lo que el peronismo intentó desde el primer momento cuando buscó, con relativo éxito (por cuestiones de clase, etc.) incorporar a los ingenieros necesarios para la enorme obra pública que se proponía llevar adelante.
Más cerca en el tiempo, nuestros gobiernos nacionales y populares recientes -período 2003-2015-, recuperaron YPF después de intentar convencer a capitales locales para que se hicieran cargo de la empresa e impulsarán su desarrollo en dirección a lograr soberanía energética, el Correo Argentino por el incumplimiento manifiesto del contrato de concesión que llevaba la empresa su desaparición, los ferrocarriles después de la tragedia de Once (TBA era absolutamente impresentable desde mucho antes, aunque duela admitirlo).
Así, en definitiva la historia del vínculo Estado-privados es mucho más matizada y heterogénea que lo que la derecha pretende: lo que deberíamos evitar desde el campo nacional y popular es calcar su discurso para evitar caer en las trampas que nos plantean.