Por Miguel Fernández Pastor, publicado en EL COHETE A LA LUNA el 01/03/2020
La Patria se construye con todos adentro y sin privilegios
El miércoles pasado tuve el enorme privilegio de participar de lo que para mí fue una sesión histórica del plenario de comisiones, donde se dictaminó la modificación del régimen previsional del Poder Judicial. Parece mentira estar en presencia del desmantelamiento de un sistema de privilegios que el sector judicial ha usufructuado por mas de 170 años.
La emoción que me embargó esa noche tenía que ver con dos cuestiones. Primero, que es imposible imaginar una democracia auténtica si un poder del Estado dispone de un privilegio excepcional respecto de sus conciudadanos. Segundo, por el coraje político de un gobierno nacional y popular que toma una decisión tan relevante.
Como en toda discusión, en el debate se plantearon varios argumentos que, a su vez, otros impugnaban o rebatían con sus planteos, hasta que la discusión fue cerrada con el consenso y la firma del dictamen correspondiente. Pero me gustaría hacer un pequeño recuento de los argumentos vertidos, especialmente por los representantes del Poder Judicial en defensa de sus intereses, en virtud de que ellos son los responsables de cuidar la vida y el honor de todos los que habitamos el suelo argentino.
El argumento más utilizado, repetido por todo aquel que accedía al estrado con mayor énfasis que el expositor anterior, planteaba que el régimen jubilatorio del Poder Judicial no era de privilegio, sintiéndose un tanto incómodos con ese calificativo, ya que consideraban que era un régimen especial. Mientras escuchaba a uno tras otro repetir el mismo argumento, me preguntaba qué importancia tenía si era especial o de privilegio. Era como si al perro alguien le dice gato y al gato le dice perro. Eso no cambiará nada por más que se lo diga a los gritos, ya que el perro seguirá siendo perro y el gato, gato. Las palabras son solo palabras, pero lo importante es la realidad y la realidad muestra que mientras 6,8 millones de jubilados cobran un haber de $ 23.000 en promedio, 7.000 miembros del Poder Judicial cobran un haber previsional de casi $ 300.000 promedio, con algunos de ellos percibiendo más de $ 700.000. Más de la mitad de ellos cobran más que los ex Presidentes.
Otro argumento que pusieron sobre la mesa se vinculaba al aporte, ya que manifestaban que su aporte era mayor y se aplica sobre el total de sus ingresos, es decir el sistema no cuenta con un tope de aportes. Pero si ese punto representaba un impedimento para la reforma, corresponde indicar que su resolución es muy fácil, sólo se tendría que derogar lisa y llanamente la ley de privilegio o especial —como la quieran llamar—, pasando al régimen general y aportando como el resto con un tope. Pero también tendrían tope las jubilaciones…
2+2 son 4
Fue sorprendente ver cómo hacían malabares para decir que había que analizar los números que aportó el gobierno ya que recién accedían a ellos. Creo o quiero creer que esos dichos entrañan una cierta broma a los interlocutores, porque si no fuera así estaríamos en problemas, que el Poder Judicial no sepa hacer una simple cuenta de multiplicar y restar y sean jueces de la Nación debería preocuparnos, y mucho. Es el sistema judicial, a través de la Dirección de Administración del Consejo de la Magistratura, el que, hasta la fecha, liquida los beneficios previsionales del sector, por lo que cuesta creer que no sepan cuántos jubilados hay y cuanto gana cada uno, porque además también liquidan los sueldos, por lo tanto saben cuántos aportantes y cuánto aporta cada uno. La cuenta es simple: la cantidad de beneficiarios por el ingreso promedio nos brinda el número del gasto, y la cantidad de aportantes por el coeficiente de aporte nos arroja el ingreso. A los ingresos le restan el gasto y a ese resultado lo multiplican por 13 (por el aguinaldo) y se obtiene el déficit anual. No parece una aritmética tan compleja como para argumentar que para analizarlo alguien tiene que darles la cuenta hecha.
También plantearon que producto del cambio de la ley se estaban produciendo renuncias de jueces en forma masiva, indicando que son aproximadamente 200 magistrados los que presentaron la renuncia. Cabe aclarar que si bien para ellos la renuncia equivale a jubilarse, el acceso a la jubilación efectiva requiere que el Poder Ejecutivo acepte su renuncia, debiendo mientras dure ese proceso permanecer en su lugar de trabajo, por lo que el argumento “el país se queda sin jueces” se parece demasiado a una chicana.
Del resto de los argumentos que se plantearon, me llamó particularmente la atención uno de ellos por lo que significa éticamente, en boca de un juez, y se relaciona con aquello de que “el cambio de la ley implica echar a los mejores, a los más probos y decentes”. Ese razonamiento, clasista y elitista, lo escuche también por los mismos actores en diversos medios de comunicación. Es indignante que alguien crea que el conocimiento, la probidad o la decencia depende de cuánto va a cobrar una persona al jubilarse. Entre sostener esa definición y decir que los 6,8 millones jubilados del régimen general no somos decentes, ni probos ni capaces hay un sólo paso. Probo y decente es el trabajador que todas las mañanas se levanta para cumplir con su responsabilidad sin siquiera saber si, cuando llegue a viejo, podrá jubilarse.
Hasta aquí los argumentos de los miembros del Poder Judicial para defender sus privilegios “especiales”.
Un gesto de excelencia
Ahora veamos por qué considero que fue una sesión histórica. Lo primero que hay que decir es que romper un privilegio es siempre políticamente difícil. Pero si quienes gozan del privilegio son quienes se van a juzgar a sí mismos, es mucho más difícil. Y si para completar el cuadro de dificultades le agregamos que el goce de ese privilegio se arrastra ininterrumpidamente desde hace 170 años, revertir esa situación configura una tarea ciclópea. Para que el lector tenga una idea de lo privilegiados o especiales que se sienten los jueces, cabe mencionar que, en pleno siglo XXI, a los jueces de primera instancia hay que llamarlos V.S. (vuestras señorías), a los camaristas V.E. (vuestras excelencias) y hay que ponerse de pie cuando ingresan los miembros del tribunal, conducta que ordena con voz estridente el oficial del juzgado al indicar “de pie” o “tomen asiento” una vez que “nuestras excelencias” se han sentado en sus estrados. A esos personajes es a quienes se les quita un privilegio, en verdad hay que estar muy bien plantado en la vida para afrontar semejante decisión. Así que siento un legítimo orgullo de que el Presidente haya afrontado semejante desafío. Lo enaltece a él, nos enaltece a nosotros y hace un inmenso aporte a la democracia.
Alguien podrá decir que aun queda un camino por recorrer para eliminar todos los privilegios y seguro que tendrá razón, pero siempre el primer paso es el más importante y el que se dio es enorme. No quiero aburrir con cuestiones técnicas, pero veamos algunas:
1. Se eliminó la diferencia de edad de acceso al beneficio, ahora es igual que para el régimen general: 60 años las mujeres y 65 años los hombres.
2. El cálculo del haber se hará sobre las últimas 120 remuneraciones actualizadas. También como el régimen general.
3. Se mantiene el 82% para el haber inicial, pero ya no será el del último cargo sino del promedio de las ultimas 120 remuneraciones.
4. Para compensar lo anterior, se elevó el aporte al 18% del salario (sin tope), el régimen general aporta el 11%
5. Se eliminó el “estado judicial”. Hasta ahora los jueces que se jubilaban mantenían el estado judicial, algo así como jueces reservistas y eso los mantenía como integrantes del Poder Judicial, ahora serán simplemente jubilados.
6. Ya no se liquidarán a sí mismos las jubilaciones y pensiones. Dicha tarea estará en cabeza de ANSES, como see hace con los beneficiarios del régimen general.
Quedan una serie de pequeñas cuestiones técnicas que no tienen mayor trascendencia y por lo tanto obviaré.
Cuando la media sanción que le dio diputados el día jueves se transforme en ley por el Senado, los argentinos amaneceremos al día siguiente un poco más iguales y eso será una gran noticia. Claro que con ello no se resolverán todos los problemas: seguirán estando la deuda, los bolsones de hambre que aquejan a muchos compatriotas, seguirá la voracidad de las patronales agropecuarias que no quieren ceder nada; seguirán, en definitiva, todos los problemas que dejó el neoliberalismo. Pero dar el paso en el camino de la igualdad que representa esta reforma ayuda, y mucho. Como también ayuda el hecho de entregar gratuitamente medicamentos por parte de PAMI a los beneficiarios y la suspensión del incremento de las tarifas públicas. Esto es así no sólo por lo que representa el monto económico en términos de ahorro, sino por lo que significa, éticamente, empezar a reconstruir desde abajo obligando a los egoístas de siempre a ceder privilegios.
Las diferencias y la equidad
La enorme diferencia entre los neoliberales y aquellos que defienden la bandera de lo nacional y popular es justamente que, mientras el neoliberalismo defiende la concentración de la riqueza, los gobiernos populares procuran equilibrar las cargas y distribuir equitativamente las ganancias. Por lo tanto, el concepto que subyace es que mientras unos pretenden naturalizar las diferencias, otros defienden la equidad.
La equidad es algo mucho más profundo que la simple igualdad. La equidad introduce un principio ético o de justicia en la igualdad. Es decir, la equidad complementa a la Justicia al reparar aquello que la Justicia no puede o no está en condiciones de otorgar en el marco de una ley escrita, representando de esta manera un equilibrio entre la justicia natural y la ley positiva. En este sentido, la equidad se vincula con la constante búsqueda de la justicia social, que asegura a las personas condiciones de vida y de trabajo dignas e igualitarias, sin hacer diferencias entre unos y otros.
Por ello, el romper con los privilegios representa un gran avance en la búsqueda de la igualdad con equidad. Pero también hay que tener en cuenta que se genera un gran encono entre aquellos que, hasta ese momento, eran titulares de esos privilegios, máxime si quienes los pierden tienen poder, mucho poder. Así lo enseña Arturo Jaureche: “La multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras que perder privilegios provoca rencor”.
El antídoto contra el privilegio es siempre la equidad y la justicia social. En definitiva, el coraje del amor como voluntad política fue lo que desbordó el recinto de la cámara. Y eso es lo que trasmitió el Presidente, al mandar un proyecto de esta envergadura a sesiones extraordinarias, de forma que el debate sea de cara a la sociedad y haciendo realidad aquello que nos enseñó José Martí: “Patria es eso, equidad, respeto de todas las opiniones y consuelo al triste”. La Patria se construye con todos adentro y sin privilegios.