Por Manuel Ramón

Lo que tenemos para ofrecer es solo lo que hemos perdido…

Cormac McCarthy

El domingo 22/10 voto a Massa con las dos manos, los dos pies, la cabeza y el corazón: me lo dijo Juan Perón -mientras abrazaba a Axel con devoción-.

CATARSIS

Difícil sentarse a escribir sobre los resultados de las PASO y las elecciones del próximo domingo. Es un desafío no derrapar, pero mamá solía decir “hay que correr riesgos” mientras descartaba un dos de copas en la partida de chinchón dominical. Riesgo es el que corre la patria, pienso…y se me estruja el estómago. ¿Estamos preparados para la distopía, para un viaje al pasado sin pizca de melancolía, para un futuro de clausura?...no, espero y deseo que no.

Tenemos que correr riesgos dice mamá. Claro…por eso voto a Milei dice mi primo antivacunas. La reputa que te pario digo yo reaccionando, pero de inmediato bajo un cambio y reflexiono: no me tengo que enojar. Le pido perdón por el gobierno fallido, le manifiesto que comprendo su enojo y fobia antipolítica, pero le aclaro que votar al peluca es de una irresponsabilidad no mensurable…que se pudra todo, que estalle, que se prenda fuego éste país de mierda me contesta. De una piña le bajo cuatro dientes: una incorrección familiar más que política. Tanto por tan poco vuelve a intervenir mamá, que sin duda subestima el fenómeno del avance de la ultraderecha -lleva 35 años muerta, seguramente alejada de los entuertos del devenir político nacional…de hecho, en vida, no llegó a conocer ni a los carapintadas-.

Un especialista en campañas desesperadas, enterado del episodio con mi primo, no tarda en enviarme un WhatsApp en el que sostiene que para ganarle votos a Milei lo debía atacar a él y no a sus seguidores o votantes. El especialista me enerva un poco con su tonito progre analítico culposo superado. Y respecto a mi primo…lo hecho hecho está, que le vaya a prender fuego a la recaldada concha de su madre (mi tía). Nosotros también tenemos derecho a estar enojados.

RAZÓN

Y la coyuntura electoral nos encuentra con nuestras miserias a flor de piel: se están por cumplir cuarenta años desde la recuperación de la democracia, pero la fe en su virtud no se sostiene por sí misma. Desde el campo nacional y popular somos responsables de haber permitido que el significado de la democracia se restrinja, para muchos, al de un método de competencia electoral para formar gobierno, reduciendo el papel de la participación popular al acto de votar.

Para que el método democrático funcione, debe haber por lo menos alguien que crea en la democracia, en otras palabras debemos “crear” una ideología del progreso democrático. La cuestión es saber si los actores colectivos populares (partidos y movimientos políticos del campo nacional y popular con el peronismo a la cabeza, sindicatos y organizaciones sociales) pueden concertar acciones que alteren el marco oligárquico de la competencia electoral para darle sustancia a la palabra democracia. Tenemos que volver a “socializar” la política, remarcando la centralidad de los reclamos sobre derechos laborales y sociales de las masas trabajadoras y las clases medias pauperizadas, materializándolos en concreciones “vitales”. La lucha debe ser por el poder, pero también por alternativas u opciones en las estrategias estatales o las políticas públicas. Las opciones deben ser ideológicas, con el pueblo como protagonista y no como mero vendedor de su voto a influencers, arribistas o profesionales de la política. No debemos permitir que la democracia se reduzca a una lucha oligopólica por la captura del mercado de votos.

Un elemento que queda claro, sobre todo después de los debates de los candidatos presidenciales, es que de los tres con posibilidades reales de acceder a la segunda vuelta el único que intenta recuperar valores democráticos básicos, de presentar propuestas a favor de los sectores populares y apelar a la racionalidad política, es Sergio Massa.

Hoy es difícil asegurar que el devenir de nuestra sociedad se funde en un contrato racional, o que la conducta de una parte de nuestro pueblo sea necesariamente racional. Las elites construyen estrategias y retóricas capaces de manipular la toma de decisiones de las personas a la hora de votar, y parte de éstas parecen tomar sus decisiones con las vísceras antes que el cerebro. Sin embargo, debemos reconocer que la irracionalidad en parte nos abarca: Massa es el Ministro de Economía de un gobierno con más de un 12 % de inflación mensual y que soporta una corrida cambiaria cada quince días. A pesar de lo anterior somos competitivos. Por un lado puede que el general tuviera razón al afirmar que no es que los peronistas seamos muy buenos sino que los otros son peores -no vamos a cargar éste humilde texto con las barbaridades que propone Milei o las burradas de Bullrich-; por el otro Massa a demostrado ser un buen candidato que supo ponerse la campaña al hombro y que, junto a Axel aportó a regenerar una mística que se había perdido y que nos permite encarar con medido optimismo la última semana de la campaña. La mística no constituye un detalle menor cuando una parte importante del pueblo puede que vote el próximo domingo dominada por la emoción y no por la razón -en definitiva somos seres tanto racionales como emotivos-: el miedo al salto al vacio puede ser un factor definitorio.

MEMORIA

Como el pueblo siempre está, apelamos a que nuestra memoria colectiva también influya en la decisión del voto, en un contexto en el que Milei y su candidata a vicepresidenta hacen apología de la dictadura y niegan el genocidido y a los 30000. Por ello reproducimos a continuación parte de la nota escrita hace dos domingos por Marcelo Figueras en El Cohete a la Luna:

Eso es lo que los victimarios nunca entendieron, y siguen sin entender. Piensan que amenazándonos, metiéndonos miedo y matándonos nos quitan de encima, terminan con nosotros, cuando sólo nos transforman. No en vano somos prácticamente agua. Pueden acabar con nuestros envases individuales, pero no con la energía que nos puso en marcha. Nos evaporan y volvemos como lluvia. Nos encierran y nos filtramos por las rajaduras. Nos repelen y volvemos como una tormenta, como una marejada, como un tsunami. Ocurre que nosotros entendemos nuestro rol en este ciclo. Nosotros sabemos que nada bueno, que nada esencial se acaba definitivamente. Nosotros comprendemos que el hoy es un momento apenas, un grano de arena en una playa. Lo que importa es que nos reconocemos como parte, por ínfima que sea, de un movimiento cósmico.

"Los que tienen memoria —dice Guzmán al final de El botón de nácar— son capaces de vivir en el frágil tiempo presente. Los que no la tienen, no viven en ninguna parte".

Nuestra plenitud es cuestión de tiempo, nomás. Tarde o temprano volveremos a ser parte de la luz, de la energía original, del ciclo que para los violentos supone una derrota de la que viven huyendo, acojonados, porque no hay nada más ilusorio que el poder y la vida humana eterna. Esa es la tragedia de los autoritarios de este mundo. Hacen todo el daño que pueden y se van de esta vida pataleando, a los gritos, renegando hasta el último segundo de haber nacido en un universo tan maravillosa, tan rigurosamente democrático, que nos regala la muerte a todos, sin excepción.

Para nosotros, en cambio, el ciclo es un destino que abrazamos. Porque sabemos que el frágil presente es sólo eso, un soplo, y que la eternidad transcurre en la compañía de las estrellas, como ya lo intuían nuestros pueblos originarios cuando la ciencia estaba en pañales.

El domingo 22/10 voto a Massa con las dos manos, los dos pies, la cabeza y el corazón: me lo dijo Juan Perón -mientras abrazaba a Axel con devoción-.