Por Daniel Bruno, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Arde París, millones de franceses reclaman en las calles. Los noticieros abundan en detalles sobre los reclamos y protestas… el sistema previsional, está en debate.

 

Repasemos los hechos: el gobierno francés decretó una reforma jubilatoria, sin someterla a debate en lo que sería su cámara de diputados, la Asamblea Nacional, ante el temor de no reunir el apoyo necesario para su sanción.

La ley promulgada contaba con el rechazo manifiesto y callejero de la mayoría de los franceses.

La reforma decretada consta de cuatro puntos claves para obtener los favores de una jubilación, según el señor Macron:

·         Se aumentó de 62 a 64 años la edad de retiro

·         se deberá trabajar y aportar 43 años

·         el método de cálculo de las pensiones se basará en el mejor salario percibido por el trabajador de los últimos 25 años, en lugar de 10

·         se unificarán todas los regímenes  de excepción, incorporando un sistema de puntajes

Como para no debatirlo, ¿verdad?.

Pero, ¿qué hay detrás de todas estas medidas tanto en Francia, o como, sobre la moratoria en Argentina o con los distintos conflictos en el mundo que giran alrededor de los sistemas previsionales?. ¿Qué lecciones podemos aprender de lo que ocurre?.

Una respuesta posible es que la humanidad ha dado pasos agigantados desde fines del siglo pasado con la legalización y puesta en marcha de los sistemas jubilatorios -hasta entonces inexistentes-, que junto a los avances tecnológicos aplicados en la salud han mejorado la existencia y prolongado la expectativa de vida de las personas

En este recorrido, simultáneamente se vienen observando acelerados avances tecnológicos que redundan en menos trabajo humano, fuertes aumentos de la productividad y una extraordinaria rentabilidad empresaria.

Esta riqueza se concentra fundamentalmente en manos privadas. En nuestro país, por nuestras propias particularidades (ley de entidades financieras mediante), ese capital se fuga, legal pero también ilegalmente, se concentra y se extranjeriza.

La riqueza producto del trabajo argentino, no solo se esfuma off shore, dejando en el proceso una masa de trabajadores fuera del mercado laboral, condenándolos a la informalidad, sin derechos, sin aportes jubilatorios, sin obra social.

Este cuadro de situación afecta notoriamente a todo el sistema previsional, las cajas se vacían e inevitablemente surge la puja entre los pueblos que quieren vivir dignamente y gobiernos que defienden al capital monopólico -sector que no tienen reparo alguno cuando se trata de aferrarse a sus ganancias-.

Los argentinos necesitamos una ley integral que nos proteja como personas mayores que somos.

Una ley que para no ofuscar a ningún funcionario, constituya, en primera instancia, un ámbito institucional que propicie el dialogo permanente entre el estado y las organizaciones propias del sector.

Necesitamos un aumento general de emergencia, incorporando una suma fija de básico y estableciendo a partir de allí, el 82 % de los haberes en relación al salario de los trabajadores activos.

Algunos más, otros menos, las personas mayores sabemos, entendemos, percibimos o padecemos, que no estamos bien, que en nuestra querida patria no puede haber más proscripciones para nadie, que nos impidan la libertad de decidir como pueblo sobre el curso de los acontecimientos.

Este 24/03 conmemoramos en nuestro país el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia en homenaje a las víctimas de la de la dictadura cívico militar de 1976.

¿Sera época, además, de decir basta a las dictaduras de los medios hegemónicos de comunicación y el poder absoluto de la corte suprema de la nación?.

Entendemos que ese enfoque puede no ser el único, pongamos en estado de debate nuestras necesidades como personas mayores: que juzgue la sociedad, cotejemos, analicemos, porque detrás de cada opinión está la defensa de intereses concretos.