Por Mariano Ameghino

Corría el mes de Agosto de 1984 y en los cines argentinos se estrenaba el film “Los Chicos de la Guerra” de Bebe Kamín, título homónimo del libro de Daniel Khon, que fue guionista de la película también. Las críticas que despertó el título del largometraje trascendieron y recorrieron las cadenas de significantes. El término “chicos” se lo asoció a la victimización de los soldados argentinos, conscriptos, jóvenes de 18 años que cumplían con el servicio militar obligatorio. Y al mismo tiempo se entendió que calificarlos como “chicos” fue denostar a esos hombres que dieron la vida por la Patria y se consensuó que aquello era un vehículo más de desmalvinización. 

Y esto lo podemos encontrar en testimonios y protestas. Veteranos de Malvinas que se manifestaban en los halls de los cines donde se exhibía la película bajo la consigna “cuando llegamos a Malvinas dejamos de ser chicos y pasamos a ser hombres” o los relatos que encontramos en diferentes documentales como en Locos de la Bandera de Julio Cardozo que en varios fragmentos aparecen los testimonios de soldados y familiares diciendo “a nosotros nos hizo mucho daño que se instalara lo de chicos de la guerra”, ya que muchas veces se emparentó lo de chicos de la guerra con lo de locos de la guerra. 

Por el lado de los protagonistas del conflicto bélico se subrayan estos testimonios; “teníamos 18 años e íbamos al frente”, nos cuenta un ex combatiente, cuando relata como se postuló para ir a una operación militar en las Islas de la que no se sabía si iban a volver con vida.  

Los cineastas, en diferentes entrevistas han declarado que lo que intentaron realizar fue contar como era la vida de esos soldados cuando eran niños, de allí las imágenes de los conscriptos cuando eran hijos, estudiantes de escuela primaria, cuando tomaban la comunión, cuando conocían a su primera novia, cuando jugaban en su infancia. 

Los veteranos de guerra regresaron luego de aquellos 72 días.  A los 649 caídos se les sumaron las pérdidas de vida por suicidios, traumas y desenlaces por diferentes motivos. Pero, quizá, lo más doloroso fue el manto de desmalvinización que desde algunos sectores se intentó construir. Olvidarlos, no cuidarlos, “que Malvinas se convierta en un tema tabú”, como denunciaban ex soldados conscriptos en 1984. 

Sin embargo, hay algo en la cultura popular del pueblo argentino que no olvidó. Ni a las Islas, ni a los 649 caídos, ni a sus soldados. La Malvinización estuvo y está en cada corazón que late, como si se tratara de una cebolla. En el centro del tubérculo está el corazón malvinizador, en las afueras las capas de olvido desmalvinizadoras. La tarea ha sido y sigue siendo retirar esas capas de desmalvinización de la cebolla para llegar al centro de la misma, donde late el corazón malvinero del pueblo argentino. 

Un ejemplo de ese corazón malvinero lo podemos encontrar en la cultura popular de nuestras canchas de fútbol, sus hinchadas, sus canciones. 

Si bien hay canciones xenófobas que, afortunadamente, se van erradicando del repertorio de las tribunas, también hay que tomar un camino similar con aquellas que incitan a la violencia. Pero más allá de este importante detalle, ¿hay acaso algo más sano, sincero y  honesto que una canción de fútbol?, ¿ese sentimiento que transmite un hincha por sus colores, por su equipo, por su selección?. 

Pudimos decir en el  libro “Tras un manto de películas. Malvinas y el cine durante los 80” que aquel partido contra Inglaterra de 1986 aparece como una revancha plebeya. Se suele hablar de “el gol de Diego a los Ingleses” pero no se sabe bien a cuál de los dos nos referimos. El de la mano de Dios o el de la apilada formidable del 2 a 0 y ese puño apretado que embelleció Víctor Hugo Morales con su relato. 

Lo cierto es que cada vez que hay un Mundial de Fútbol, hay sensaciones que emergen de lo más profundo de nuestra identidad y por más que a muchos les pese “el que no salta es un Inglés” y la referencia a la soberanía argentina sobre las Islas no dejan de aparecer. Incluso, habría que establecer el contorno geográfico insular como parte de nuestra camiseta, de nuestro escudo, de nuestra bandera. 

Y 40 años después del conflicto bélico, luego de marchas y contramarchas, de reclamos por soberanía y de reivindicaciones a nuestros soldados, otra vez el cancionero popular recorre las venas de la memoria, la verdad y la justicia. 

A miles de kilómetros 26 jugadores y su cuerpo técnico representan a la Asociación del Fútbol Argentino en un torneo. Pero no es solo eso nomás. Son los jugadores del deporte más hermoso y popular jugando un mundial donde además se ponen en disputas “otras cosas” que no son tangibles, hay mucho símbolo, mucha adrenalina, mucho mojón histórico que trascenderán los tiempos. 

Es que existe un consenso popular no escrito en ningún sitio, que cada cuatro años, cuando se juega un mundial de fútbol, todo pasa a un segundo plano. Es una especie de “vacaciones del calvario” que vivimos a diario. Es por ello que lo que para algunos es ver como 22 tipos corren detrás de una pelota, para muchos otros es un permiso para la irracionalidad, la pasión y la trascendencia. Pero ese consenso popular tácito, también establece que “las vacaciones” duran mientras tu selección está compitiendo, de allí lo importante de pasar de ronda, de octavos, cuartos y jugar los 7  partidos. 

Asimismo, nos enteramos que a otros miles de kilómetros hay ciudadanos del mundo que hinchan por nuestra selección por amor a nuestro país, por haber enfrentado al pirata inglés en una guerra de 1982. Al mismo pirata inglés que ha sido colonizador, represor y conquistador en Bangladesh. Justamente el primer mundial que se transmitió por TV en ese país fue el de México 1986, cuando el puño apretado hizo un gol con la de Dios y otro con la formidable apilada. De allí el amor es incondicional. Otra vez Malvinas, otra vez el fútbol y otra vez un Mundial. 

El cancionero popular adaptó una canción del tablón y la llevó al mundial de Qatar, se viralizó la autoría de un hincha de Racing, catequista o cura, no quedó claro, pero con música de La Mosca y letra adaptada se escribe una vez más la canción que cantan niños y niñas, jóvenes y adultos. 

“En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, DE LOS PIBES DE MALVINAS QUE JAMAS OLVIDARE”…… se nos quiebra la voz…… 

Entonces, para la revista Marambio, se nos ocurrió consultar a los veteranos de Malvinas sobre la sensación que deja en ellos el canto popular que arrojó este mundial de Qatar y la Scaloneta.

 

“Para mí el único reconocimiento que sirve es el popular. Obviamente que me encanta, no hay otro reconocimiento mas genuino que el popular, la canto a morir, la cantan mis hijos y me emocionan. El otro día haciendo un trabajo para un colegio de La Matanza, uno de los chicos me dice –Mirá, te nombran – como si hablara de mi.  Y bueno, uno dice, es para diez mil y está buenísimo, es del campo popular y listo, emociona.  Aparte se junta con los 40 años, tiene un significado. Tendría que ser campeón Argentina solo por este reconocimiento que jugadores de la elite hacen a la memoria popular. Lo ves cantando a Messi, a Julián Alvarez, si eso no te llena el corazón, estamos fritos” (Silvio Katz, futbolero veterano de Malvinas, ferviente luchador en búsqueda de justicia por los Derechos Humanos violados durante la guerra por parte de autoridades militares argentinas hacia nuestros soldados). 

Carlos Villarreal, un veterano del colectivo TOAS,  trabajador No docente en la Univesidad Nacional Arturo Jauretche, murguero, se emociona cuando resalta: 

 “Lo importante es que los pibes referencia el tema Malvinas, muchos no lo tienen presente, sin embargo ahora está más que nunca. No se si como una bandera, como si fuera un trapo más, de esos que llevamos a la cancha, se los agita, se los menciona, ¿por qué? Que nos queda en la memoria histórica? Es memoria, es presente. Es una prenda de unidad. Lo vivimos tan apasionados que no hay manera de separar, fútbol, política. Los mundiales fueron signados por cuestiones políticas. El 78, la alegría y el horror separadas por cuadras, el 86 esa metáfora de venganza del Diego contra los Ingleses, y ahora….. volver a nombrar a los compañeros caídos en la guerra, pasaron un montón de años, son cosas que hay que tener en cuenta que hacen al conjunto de la identidad nacional. Por más que les duela a los sectores más gorilas, es lo que somos. Por más que quieran seguir vistiéndose a la usanza europea, somos esto, con nuestras perspectivas de género, con nuevas maneras de interrelacionarnos con las otras sociedades pero somos esto, esto es lo que hacemos cada día, esto es lo que somos los argentinos, capaces de llevar a tal punto la pasión que pueda ser referenciada en cualquier lado,  como en Blangadesh.”

 

Fabio Santana, también veterano de guerra, ha luchado en las Islas y en la actualidad es cantante de tangos y otras cosas, como la de haber entonado el himno nacional argentino al lado de estos ídolos que visten la camiseta celeste y blanca, en dos ocasiones, en el Kempes y en el A. J. Armando. 

“Imaginate lo que sentí desde el primer día con esta canción. Se me hace un nudo en la garganta. Es maravilloso estar en esa trilogía, del Diego, de Leonel y de los Pibes de Malvinas, y yo fui parte de eso.  Soy muy futbolero, me llena de orgullo. Malvinas nos une, tenemos que seguir luchando por lo que es nuestro y hacerle entender al mundo, en paz, que no tiene que haber más colonialismo, que cada uno tenga lo que le pertenece.

Mi pensamiento es muy amplio, no cerceno la libertad de expresión de nadie. Cada uno vivió la guerra como pudo, las sensaciones fueron muy disímiles, muy ambiguas. La gran mayoría convivimos con esa dicotomía de ser gente de Paz, como es nuestro pueblo históricamente; pero de estar muy orgullosos de haber defendido la patria.

Yo divido en tres partes la guerra: 1) la gesta de Malvinas. Decisión de los militares de ir a pelear contra el ejército más poderoso del mundo con un equipamiento precario, preparación no muy buena y fallas logísticas. Pero esa es la gesta de Malvinas; 2) la cuestión Malvinas donde entra lo geopolítico, proyección a la Antártida, paso de los océanos, la pesca, el petróleo, los recursos naturales, y 3) la causa Malvinas, la que me traspasó. Es la más romántica. Yo fui a pelear por mis compañeros, por mi bandera, por haber jurado defender la patria hasta morir, un año antes, a los 18 años. Y todo eso se siente. Traté de llevarlo a la vida misma. Yo creo que la victimización es cuestión de cada uno.  Yo no me siento para nada víctima, soy un orgulloso veterano de Malvinas, que al margen de un montón de situaciones, estoy muy orgulloso de haber defendido mi patria porque los Ingleses por ser más poderosos hayan robado nuestra tierra, porque si permitimos eso, permitimos cualquier cosa. Obviamente que las guerras son malas, que habría que haber tomado otros caminos, pero es lo que ocurrió…. “ 

Podríamos decir que se ha construido un par semiótico significante entre “Chico-Víctima” y “Pibe-Héroe”. Para algunos los “pibes” son los que se quedaron allá, en Darwin, en el Atlántico Sur, en la Patagonia o en el aire, pero también son todos los que con su ejemplo han transformado el horror de la guerra y la posguerra en  amor y lucha por la soberanía. En parte, el testimonio de Alberto Noal, nos interpela y nos invita a seguir pensando sobre este punto. 

Poner a los Pibes de Malvinas en la tribuna es traer la historia y poner el recuerdo de tanta historia argentina en esas estrofas. Ahora, yo el tema de pibes/chicos, lo veo de otra manera. Yo creo que éramos jóvenes que cumplíamos con nuestro deber ciudadano de armarnos en defensa de la patria. Hicimos lo que teníamos que hacer, dimos todo lo que teníamos que dar en ese momento. Habíamos prometido, jurado, defender la bandera hasta perder la vida, incluso, después de la guerra. Teníamos esa convicción. Nosotros estábamos defendiendo nuestra patria, nuestra bandera y nuestras familias. Creo que el término “Chicos” era como ningunearnos. El término “Pibes” no nos ningunea tanto. Eramos jóvenes valientes que cumplíamos con nuestra obligación ciudadana, cumplíamos una ley y en virtud de esa ley nos desempeñamos y desarrollamos, todo lo que había que poner al servicio de la Patria.

En principio, no canto la canción, tengo menos fútbol que una cancha de paddle, pero me gusta seguir a la selección, me pone muy nervioso ver los partidos."

 

Alberto, viviendo en Rio Grande, Tierra del Fuego se desempeñó como docente. Sigue luchando por el reconocimiento de todos aquellos que defendieron a la patria durante el conflicto desde el litoral marítimo, del teatro de operaciones del Atlántico Sur (TOAS). Ahora, ya jubilado subraya que;

 

"La memoria popular va más allá de todos los relatos. Yo les decía a mis alumnos, cuando una verdad se cuenta a medias, es una mentira. Si la historia se cuenta a medias se transforma en relato ficcional. Muchas veces hay relatos ficcionales con historia. La memoria popular convierte esos relatos en historia porque empiezan a contar las verdades completas."

 A José Valdés, le dicen Pepe y es uno de los impulsores del Centro de Veteranos de Guerra de la Ciudad de Quilmes. Es el protagonista de aquel relato comentado más arriba sobre lo que significaba tener 18 años e ir al frente. También, en una oportunidad nos dijo “los milicos nos mandaron a nosotros, los pibes, para que el pueblo apoyara la guerra. Para que no fuera la guerra de los milicos sino la guerra del pueblo”. Si bien esas palabras dan para discutir un rato largo, ya que para muchos los milicos dejaron a las fuerzas profesionales apostadas en la cordillera mientras nuestros jóvenes conscriptos dieron la vida; cuando escuchamos a un combatiente, primero lo respetamos y segundo dejamos que el tiempo pase para analizar mejor su testimonio. Una vez más, el tiempo pone a Pepe en su lugar... 

"Buenísima la interpelación que me hacen desde la Revista Marambio. Para nosotros es increíble que estemos al nivel de Messi, de Maradona en esta canción. Para nosotros esto es una victoria, una victoria sobre el olvido, una victoria de la memoria. Lejos de la victimización. Todos sabemos las cosas malas que nos pasaron. Que nos llevó a la guerra una dictadura. Que tuvimos que parir a los milicos allá en las Islas. Sufrir las incapacidades de ellos, los maltratos. Pero a pesar de ello, pusimos lo mejor que teníamos para lograr eso que no logramos, quedarnos con la soberanía de nuestras Islas. Y hay algo que nosotros siempre decimos, como una consigna que teníamos en aquellos primeros años; convertir la derrota de Malvinas en victoria. Yo creo que esta es la victoria de la guerra de Malvinas. La victoria es la memoria, la victoria es que jamás vamos a olvidar a los muchachos de Malvinas, la victoria es que todo nuestro pueblo reclama desde lo más profundo su sentimiento por las Islas Malvinas y eso es algo que si bien ya estaba en nuestra sociedad – el sentimiento Malvinero estaba cuando éramos chicos – (Pepe recuerda a Athaualpa y “las hermanitas perdidas”). Con esto de los 40 años se acrecentó mucho más, se afianzó. Ha echado raíces en el pueblo, en nuestra sociedad. Esta canción sintetiza todo esto. Además trasciende fronteras, encontramos coincidencias con otros países colonizados. Que empecemos a vernos y reconocernos con otras sociedades.

Yo me siento en la gloria. Siempre reclamamos por el reconocimiento. Y ahora aparece una canción, todo el mundo la canta y la mayoría de la gente interpreta el sentimiento de esas 5 palabritas … de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré, y esperemos que los muchachos el domingo nos traigan la copa.”

Y así es la cadena de significantes. Nunca tuvimos la certeza si Kamín o Khon quisieron alimentar la desmalvinización. Pero les cupo el saco porque asi fue interpretado por la sociedad que analiza la cuestión. Pero más allá de los guionistas y cineastas, 40 años después, sigue latiendo en el corazón de la cebolla el espíritu Malvinero y la buena noticia es que cada vez hay menos capas de olvido en el tubérculo. 

Y Pepe, Carlos, Alberto, Silvio y Fabio nos hablan de victorias, orgullo, de historia, de gestas, mientras nuestros corazones están latiendo al ritmo de la pelota. Brindamos por esas pulsaciones para que sigan en el corazón de la cebolla del pueblo argentino Malvinero.