//Escrito por el Dr. Albano Retamar, Médico MN 147143, MP: 9718//

“Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que se tienen”, es la definición de la RAE. Etimológicamente del griego “máscara”, este término ha sido utilizado desde el comienzo de los tiempos, para el cristianismo es una manera de catalogar a los falsos profetas, “los que dicen y no hacen” o hacen lo contarios a lo que piensan. La religión del Islam habla de aquellos que manifiestan ser creyentes y pacificadores pero que no lo son.

La era de la hipocresía tiene continuidad desde principios de la humanidad, viéndose acentuada en diferentes momentos históricos como el actual. La hipocresía como característica de una práctica política actualizada y diseminada por el suelo latinoamericano. ¿Acaso los colonizadores no usaron la mentira como herramienta?, ¿no usaron el engaño, las excusas desde su llegada hasta hoy?. El imperialismo y su hipocresía. Retomando el concepto cristiano, hipócritas son los profetas, entendemos al resto como simples repetidores o creyentes de la hipocresía que profesan, no por esto menos peligrosos.

En la Argentina la discusión sobre el aborto, legal o no, seguro o no, gratuito o no, ha desnudado estas realidades. Jóvenes mujeres reclaman con sus pañuelos verdes, juristas debaten el inicio de la vida, biólogos opinan, la iglesia, conservadores, progres, golpistas o reivindicadores del terrorismo de estado poniendo sobre el tapete su prejuicio moral.

Están quienes plantean “mi cuerpo, mi decisión”, hasta ahí discutible. Es aquí donde podemos discutir el comienzo de la vida si se quiere. O el concepto de la vida dentro de la vida, de un cuerpo dentro de un cuerpo, esto es un embarazo.

Otro punto de vista podríamos centrarlo en “matar a un inocente”: es conmovedor este planteo, la incongruencia surge cuando analizamos el sector de procedencia. Esta es la postura de muchos, entre otros de quienes reivindican procesos históricos como el último golpe de estado en la Argentina, donde secuestraron y torturaron embarazadas, donde vendían el fruto de un vientre, donde tiraban mujeres desde aviones sin discriminar embarazadas de no embarazadas. Falsos profetas. Estos mismos son quienes piden bajar la edad de imputabilidad, la pena de muerte a marginados. No se les cae una moneda en un semáforo.

¿Qué vida estamos salvando?, ¿la de quién?, ¿por cuánto tiempo somos garantistas de la vida humana?.

La realidad conmueve mientras el tiempo avanza sin escrúpulos: las chicas mueren, muchas, por abortos clandestinos: no es número pequeño y es, fundamentalmente, evitable.

Esta situación fue resuelta en numerosos países del mundo en los que el aborto es legal y voluntad de la mujer -siempre antes de las 12º semana de gestación- (como Uruguay, Francia, Canadá, Australia, Noruega, Italia, Suecia y algunos estados de Estados Unidos). El instituto Guttmacher en conjunto con la OMS (Organización Mundial de la Salud) realizaron un estudio, no hace muchos años atrás, donde se comprobó una disminución de los abortos en estos países desde 1990 a 2014: de 46 a 27 interrupciones del embarazo cada 1.000 mujeres por año. Los investigadores no encontraron diferencia en estos años entre los abortos en aquellos países donde es legal esta práctica en comparación con aquellos que la ´prohíben. Vale aclarar que la taza de complicaciones de salud por abortos clandestinos es de 6,7 mujeres cada 1000 en los países donde la interrupción del embarazo es ilegal.

Es que la decisión de un aborto ya está tomada de antemano, la legalidad no define la conducta, y el estado plantea las condiciones de este aborto.

En la ilegalidad: ¿dejarán de existir los abortos?, pareciera ser esta la ilógica pregunta. La ilegalidad es la realidad actual: los abortos suceden por miles, las jóvenes mueren, los moralistas señalan, los chicos en patas, los desnutridos aumentan, niñas mamás, abuso infantil, todo mezclado, todo genera el mismo asco, la doble moral y la misma respuesta hipócrita de quienes en verdad no les importa ninguna vida, ni una, ni dos, ni tres.

Solo quieren conservar los privilegios del poder, por el beneficio que les da el hecho de pertenecer a una clase social con medios, elegir cuándo, dónde y con quien practicar una interrupción legítima del embarazo, ilegal si, pero nada más legítimo, nada más abalado, nada más hipócrita.

La interrupción legal del embarazo es una opción que no obliga a nadie a practicar un aborto, los países más desarrollados del mundo permiten esta decisión sin haber modificado su estructura demográfica. Aquí, los niños seguirán naciendo, las mujeres abortando, las necesidades serán las mismas, los chicos en patas, la niñas violadas, la hipocresía al frente y nada habrá cambiado demasiado hasta que entendamos que el enemigo es la hipocresía, pero esta hipocresía como estrategia de los mismos sectores de siempre: aquellos quienes aún no han logrado entender el verdadero valor de la vida, aquellos que todavía venden espejitos de colores.