Por Anibal Pitelli -ex-intendente de Chivilcoy-, publicada en EL PAÍS DIGITAL -10/09/2018-

La Argentina implosionada, corroída por el capital financiero y la impericia del gobierno de Macri, no solo tiene en vilo a todo un país, no solo sumerge en la pobreza y sufrimiento a millones de argentinos, sino que no nos deja ni un minuto para reflexionar de otras cosas.

Pero resulta que aún al borde del abismo –una vez más- debemos intentar poner algo de luz sobre lo que cada uno representa. En este caso lo hago sobre la expresidenta.

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Por Alejandro Goldín

A pesar de las fotocopias de los cuadernitos, la imagen positiva de Cristina crece, al igual que su intención de voto. También es cierto que aún hay una parte importante de la sociedad, un núcleo duro gorila y un porcentaje no menor que absorbe sin filtro el discurso hegemónico, que la odia o no la quiere. Muchxs propagandistas, comunicadores mercenarios y serviciales; y también opoficialistas y «peronistas racionales» que cogobernaron con Macri hasta hace cinco minutos, y no son otra cosa que colaboracionistas de este régimen oligárquico, repiten y repiten y no se cansan de repetir que ese techo de Cristina le impide triunfar en un balotage, como si la política fuera una foto que se cristaliza; y no una película infinita en la que las imágenes cambian permanentemente.

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Por Jorge Alemán:

El discurso de Macri es el discurso del psicópata: niega y tergiversa lo que podemos percibir por nuestra propia experiencia, lo cual es enloquecedor. Pone a la víctima en el lugar del culpable de su propio sufrimiento, lo cual genera sobre la víctima el efecto de confundirla y deprimirla.

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Por Andrés Ruggieri

Disipado el humo de los anuncios de Macri y Dujovne, si alguno creyó que iba a haber algún cambio de rumbo en el programa neoliberal, está claro que se equivocó. No hay cambio de rumbo porque no pueden, no saben y porque a esto vinieron.

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Por Cristina Fernández de Kirchner

 

He decidido no hacer comentarios sobre remiseros “arrepentidos” que dicen haberme visto en pijama, ni tampoco opinar sobre ex funcionarios de cuarta línea, también “arrepentidos”, que nunca formaron parte de mis dos presidencias, pero que describen excursiones casi turísticas en mi dormitorio. Sin embargo, como ex presidenta de la Nación tengo la obligación de pronunciarme sobre el empresario Gabriel Romero –nuevo “arrepentido”- que, según títulos catástrofe de Clarín y La Nación, habría pagado por un decreto presidencial.

Grande fue mi sorpresa cuando comencé a leer el referido decreto y mayor aún mi indignación cuando concluí su lectura. Es que el decreto 113 del 21 de enero del 2010 tiene particularidades muy especiales.

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