Los medios y los fines
Desde hace casi dos años asistimos al incumplimiento sistemático de las grandes promesas republicanas con que nos taladraron durante años. Sin restarle valor a la manipulación mediática, y para no caer en la pereza analítica, habría que buscar explicaciones complementarias al apoyo evidente que recibe el gobierno por buena parte de la población, aun en sus intervenciones más cuestionables.
En este sentido debemos reconocer que cambiemos ha sabido conectar con ciertos climas, humores y estilos sociales que otras fuerzas políticas no pudieron o supieron interpelar. Resulta claro que hay un sector que se identifica sinceramente con las propuestas del gobierno. Pero para construir las mayorías que le dan sustento, este último ha debido recurrir a diferentes herramientas de las que apenas mencionaremos un par.
Por un lado ha apelado a ciertas minorías cuyas vivencias y miradas se encuentran asociadas a la práctica de la espiritualidad, la humanización de alguna afortunada fauna que, como contrapartida, tiende al desentendimiento de la actividad colectiva. Hasta la llegada de cambiemos estos sectores se encontraban huérfanos de representación política. Los paseos en bicicleta, transporte público para mascotas, apoyo oficial a la visitas de gurúes espirituales son algunas de las medidas que van asfaltando esa afinidad. El individualismo extremo que supone el neoliberalismo y sus prácticas es el hilo invisible que lo une al culto de la espiritualidad oriental desanclada de su terruño y que en su versión local no se destaca por la solidaridad.
El estudio y análisis minucioso de los aspectos más cuestionables, insolidarios e inconfesables que mueven la conducta humana les ha permitido (la derecha carece de pruritos éticos) elaborar un abordaje riguroso que desplegado desde un dispositivo comunicacional aceitadísimo, está logrando que las mas nocivas medidas de gobierno sean recibidas con entusiasmo aun por aquellos que se saben perjudicados por ellas. A veces pareciera que la caída ajena estimula más que la mejora de las propias condiciones de vida.
Es una derecha democrática en proceso de construcción de una nueva hegemonía, nos dicen. Han ganado elecciones pero en su ejercicio llevan al límite sus prácticas excluyentes, amparados por un aparato mediático judicial de dimensiones monstruosas desconocidas hasta ahora. Un aparato que facilita el trabajo sucio y que en el aspecto comunicacional formatea subjetividades.
Pero eso no lleva a la construcción de una nueva hegemonía, pues la neoliberal nunca ha sido verdaderamente puesta en cuestión aunque se ganaran elecciones. En lo profundo de la subjetividad de parte de la población el imaginario meritocrático aun es horizonte de posibilidad. Me animaría a decir que, excepto en el ámbito de los Derechos Humanos, los cambios introducidos en la última década han resultado coyunturales y no han surgido de una modificación de una cosmovisión respecto de cómo deben ser las relaciones sociales, como se genera valor, de la lucha contra la desigualdad, etc.
Ello pone en evidencia que un verdadero escenario contrahegemónico requiere de una construcción que crezca desde el pie. Y que en la próxima oleada de gobiernos populares necesitará de mayor audacia para destruir o transformar aquellas construcciones materiales y simbólicas que impiden la construcción de un país y una región definitivamente justos.