Por el Colectivo Marambio

“…es mejor buscar dónde hay luz. Si no encontramos el objeto perdido, tal vez encontremos otra cosa, sin embargo en la oscuridad no encontraremos nada”.

Jean Claude Carrere, “Aquí hay luz”, introducción a compilación de Cuentos Filosóficos del Mundo Entero

El contexto en el que llegamos a las PASO correspondientes a las elecciones legislativas de medio término, fue inédito.

Al tipo de desastre dejado por el macrismo estamos acostumbrados: la derecha a lo largo de la historia y en particular del 55 hasta hoy, ha sido una máquina de destrucción aceitada para hacer desaparecer derechos y vidas -siempre alejada de toda sutileza, hoy novedosamente orgullosa de ser, de haber construido una representación de peso electoral capaz de disputar el poder político al que anteriormente solo podía acceder por medio de golpes de estado-. “Destruir es más fácil y rápido que reconstruir” es una frase que escuchamos y nos escuchamos repetir y los cuatro años de Macri constituyeron la reafirmación de su veracidad: por primera vez el poder real económico, financiero y judicial, sumó el poder político haciendo uso de herramientas democráticas y por ende legitimado por el voto popular. Si el desastre neoliberal no fue mayor se lo debemos a las solidez de lo construido tras 12 años de gobierno popular, a la resistencia del pueblo -vigente aún frente a la defección y desunión de parte de sus representaciones políticas, gremiales y sociales- y a la brutalidad del macrismo y su desprecio absoluto por los sectores populares, por los marginados y los desprotegidos de casi siempre.

Pero lo que el macrismo no alcanzó a destruir en cuatro años de gobierno fue duramente cascoteado por la pandemia y su trágica novedad. A las terribles cifras de muertos y contagiados se sumaron las consecuencias económicas con la paralización de la producción y el consumo –consecuencias globales que si en Argentina se expresaron con mayor rudeza se debe a que se montaron sobre el legado catastrófico de la pandemia PRO-.

Y si las respuestas desde el Estado y el gobierno existieron desde el principio mismo de la etapa de aislamiento, con la recuperación en tiempo récord de la capacidad de atención del sistema público de salud, con el incremento del número de respiradores y camas de los servicios de terapia intensiva, con la compra, producción y aplicación de las vacunas para inmunizar a un alto porcentaje de la población en el menor tiempo posible, con la implementación planes de asistencia como el IFE, el REPRO, los aumentos de la AUH y el incremento de los planes sociales, es evidente que no alcanzó. Los niveles de desempleo crecieron, los incrementos salariales paritarios perdieron frente a un proceso inflacionario que no se pudo controlar, los niveles de pobreza e indigencia aumentaron hasta límites no tolerables. En ese contexto dramático, sectores del gobierno se dejaron llevar por su insensibilidad para detectar el humor popular, la comodidad conservadora del no hagan olas que eso alcanza para perdurar, la incapacidad para gestionar o las justificaciones tecnocráticas para sostener una política no reparadora -seguramente originadas en tremendas presiones de sectores de poder internacionales como el FMI o nacionales como el complejo sojero-: la consecuencia inmediata fue la derrota electoral. El desafío será cómo revertirla y/o superarla.

LOS NÚMEROS

Reproducimos lo que escribió Horacio Verbitsky en su editorial en El Cohete a la Luna del domingo 19 de setiembre, ya que nos parece un resumen acertado: “el electorado fue generoso con el gobierno. Se quedó en su casa mirando la heladera vacía, pero no fue a votar por quienes se la saquearon durante el gobierno anterior. El Frente de Todos perdió seis millones de votos respecto de las presidenciales de 2019 (6,9 millones ahora, 12,9 entonces), pero a la oposición también se le quedaron en el camino casi dos millones (de 10,8 millones en 2019, a 8,9 millones ahora)”.

Puntualizamos algunas cuestiones adicionales que creemos de peso a la hora del balance:

·         La derecha ha consolidado un “núcleo duro” electoral con un porcentaje de votos fiel que supera el 35 %: es el espacio que tradicionalmente ocupó el antiperonismo, que históricamente se ha mostrado dividido. Lo novedoso es que el PRO-radicalismo ha logrado superar esa dispersión. Con éste porcentaje de representación electoral es claro que pelean seriamente el lugar de primera minoría

·         En las elecciones legislativas y más aún si son las PASO, el votante parece comportarse en forma más “libre” o “menos orgánica”. A lo anterior se suma que la militancia no ocupó el centro de la campaña, lo que relajó compromisos y adhesiones referenciadas localmente. La militancia fue entonces un instrumento electoral debilitado, postergado por los recorridos televisivos de los candidatos y actos formateados para que solo participe la dirigencia. El papel secundario de la militancia no solo se debió a decisiones de campaña: el contexto pandémico dificultó y dificulta la movilización callejera y cierto desánimo provocado por los largos meses de encierro y los errores del espacio, mellaron en forma contundente la voluntad de los sectores más comprometidos y movilizados. De hecho la presencia callejera de la derecha ha sido superior a la nuestra en la mayoría de los barrios de CABA y en algunos del conurbano

·         Los cálculos de gobernabilidad, mayorías y quorum legislativo quedaron restringidos a las discusiones de los espacios militantes y no fueron elementos definitorios a la hora de decidir el voto, como si lo fueron el aumento de los precios o el desempleo

·         La estrategia de la derecha frente a las PASO demostró ser acertada: la disputa interna expresada por la presentación de diferentes listas en los distritos más importantes, incentivo la participación del electorado de su espacio. Adicionalmente contuvieron el voto con una oferta variada desde la derecha hacia la ultraderecha –los votos que se canalizaron hacia Milei o Espert parecen ser anti-sistémicos o anti-políticos y no fueron restados del caudal tradicional de un único frente electoral-

ALGUNAS CAUSAS Y ALGUNAS NO CAUSAS…

Se tomaron medidas de aislamiento y distanciamiento social en forma temprana permitiendo ganar tiempo para poder recuperar el sistema público de salud devastado por el macrismo. No alcanzó.

Se priorizó la salud de la población y el cuidado de la misma por sobre la economía y los resultados fueron positivos desde el punto de vista sanitario. El desempeño de los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires frente a la pandemia fue bueno: se fortaleció el sistema de salud, se terminaron hospitales, se re-equiparon otros, se compraron respiradores, se agregaron centenares de camas a los servicios de terapia intensiva y, salvo excepciones, todos los que enfermaron gravemente fueron atendidos, tuvieron personal sanitario que los cuidara y una cama de internación. No alcanzó.

Se consiguieron millones de vacunas y se avanzó rápidamente con un inédito plan de inoculación masiva de la población: llegamos al día de hoy con un altísimo porcentaje de la población vacunada y con cantidad de contagiados y muertos en franca disminución. No alcanzó.

¿Por qué?: puede que porque la cuarentena duró demasiado y significó un costo económico mayor al originalmente evaluado, lo que se tradujo en incremento del desempleo, destrucción de las fuentes de ingreso de los muchos que se mueven en la economía informal, crisis de sectores generadores de empleo como el comercio, el turismo o la gastronomía y el entretenimiento. O porque la suspensión de las clases presenciales desorganizó la vida de la gente, alejó a los chicos de los comedores o directamente de la escuela, con cientos de miles que nunca llegaron a sumarse a la virtualidad -en la mayoría de los casos por no tener los medios materiales y tecnológicos para hacerlo- y directamente abandonaron los estudios. O porque los anti-cuarentena y los anti-vacunas se expresaron en las calles y en los medios hegemónicos boicoteando los planes de cuidado y generando sensación de oposición numerosa a como el gobierno manejaba la crisis sanitaria.

O porque nuestros errores no forzados fueron tan graves que la metáfora de “pegarse un tiro en el pie” queda manifiestamente corta. Se condicionó el peso electoral de lo que mejor se hizo -que fue encontrarle respuestas sanitarias satisfactorias a la pandemia-, a partir de regalarle a la oposición el escándalo de unos pocos vacunados VIP o las fotos del cumpleaños de Fabiola. Lo anterior sin soslayar la discusión de fondo: un gobierno popular no puede permitirse acciones como las enunciadas y pretender no pagar costos, las prebendas de las elites son la esencia del proyecto político de la derecha y la antítesis de lo que desde el peronismo y los sectores populares pretendemos construir.

Los medios hegemónicos de comunicación jugaron su partido como vienen haciéndolo desde siempre y ésta vez lo ganaron. Es claro que su influencia masiva en la sociedad no ha sido afectada y que no se ha avanzado en la democratización de la palabra –permaneciendo la ley de medios amputada en el estado que la dejó el macrismo, perdurando el status quo vigente al 2019-.

En editoriales anteriores planteamos la necesidad de habilitar ámbitos de discusión internos en la coalición que integramos, dándole al Frente de Todos la organicidad que necesita para transformarse en la representación política de los sectores populares. No parece casual que en aquellos lugares en los que se dio, aprovechando la existencia de las PASO, se haya ganado o se haya desempeñado un mejor papel: Lanús constituye un ejemplo cercano.

Es claro que no podemos poner, como lo han esbozado algunos compañeros, los efectos como causas de la derrota. En tal sentido no podemos descalificar al votante, que es el mismo que nos dio el triunfo en 2019 –como sí lo hace la derecha, impulsando ideas de voto calificado cada vez que las urnas le dan la espalda-. Lo peligroso es no haber percibido el creciente malhumor existente desde semanas antes a los comicios, cosa que sucede cuando hay funcionarios que otorgan más importancia a encuestas de dudoso calibre que a percibir, en la calle, la delicada situación que atraviesan millones de compatriotas. Las encuestas, al igual que los chorizos, es mejor no saber cómo están hechas.

El crecimiento en estas elecciones de expresiones vinculadas a la extrema derecha no referenciadas en el PRO, es más preocupante por el mensaje que por la proyección propia del espacio o sus figuras –al menos por ahora-. Han recortado votos de las dos fuerzas mayoritarias y en el caso del Frente de Todos se han llevado parte del voto joven, rebelde y antisistema –el crecimiento de la izquierda parece ser la otra cara del mismo fenómeno-. Varios han sido los analistas que han planteado que el “kirchnerismo” ha comenzado a envejecer, fundamentando la afirmación en la fáctica comprobación de que han transcurrido casi 20 años desde el emblemático 2003. Más allá de lo temporal/biológico –en definitiva el peronismo tiene más de 70 años y ha renovado su carácter de fuerza revulsiva para la oligarquía y el establishment aún después de 18 años de proscripción, del genocidio dictatorial o la traición doctrinaria extrema de Menen y sus secuaces-, lo que debe encender una luz roja de atención es que parte de los sectores populares vean en el Frente de Todos una fuerza conservadora o posibilista, incapaz de corporizar transformaciones distributivas que incorporen en lugar de consolidar la exclusión y la pobreza. Cuando Macri afirma que la democracia es un mal sistema, no lo hace sólo por bruto y gorila: reproduce burdamente el discurso de la derecha neo-liberal que no encuentra una respuesta a la contradicción entre su proyecto económico antipopular y la necesidad de legitimarse electoralmente, dándole mayor importancia a la “libertad y el poder de los mercados” que a la voluntad popular. Frente a éstos planteos las fuerzas populares asumen la defensa de la democracia liberal: pero si no se incorpora a ésta defensa la necesidad de “radicalizar” la democracia avanzando sobre privilegios, las limitaciones de la democracia que hemos sabido o podido construir del 83 hasta hoy, terminarán vaciando de contenido transformador al proyecto popular, desactivándolo.

NOVIEMBRE 2021 Y EL 2023

Y llegamos al que parece el nudo gordiano de los dilemas que plantea el resultado de las elecciones. La crisis económica no es responsabilidad de éste gobierno, a la tierra arrasada dejada por el macrismo se sumaron las terribles consecuencias de la pandemia. Pero en el 2019 el pueblo votó por la recuperación del poder adquisitivo del salario, votó por más trabajo y por mejores condiciones de vida, votó por recortar privilegios de los que más tienen en beneficio de los postergados. Votó sin duda por memoria de los 12 años de gobierno popular pero también por el “volver para ser mejores”, por el cambio respecto de los nefastos años de neoliberalismo en el poder pero también por la superación de lo alcanzado junto a Néstor y Cristina. Y en éstos dos años de gobierno las expectativas no han sido cumplidas: lo positivo es que quedan dos años por delante para modificar en algunos casos y profundizar en otros los rumbos del gobierno.

La deuda con el FMI e “inversores” privados en dólares y en pesos es agobiante y sin duda impagable en los términos en los que fue contraída. Una está en proceso de negociación y la otra fue negociada con éxito. Sin embargo el centro de la discusión gira en torno a la restricción externa: es decir a la escases de dólares necesarios para sostener el crecimiento de la economía. Pagar o crecer es la disyuntiva a resolver, ya que pagar y crecer no parece posible, al menos en el corto plazo. La pandemia significó una caída del 10 % del PBI durante 2020 tornando una situación crítica en dramática.

No hay proyecto redistributivo posible sin crecimiento, no hay justicia social posible sin crecimiento, no hay ninguna de ambas cosas sin estado presente garantizándolas. Cuando Cristina en 2020 plantea que el crecimiento está muy bien pero no puede ser apropiado por los cuatro o cinco de siempre o cuando en la carta post paso señala que el déficit fiscal estaba más de dos puntos debajo del previsto en el Presupuesto 2020, lo que pone en discusión es éste tema: no parece importante determinar si estos dos puntos corresponde a ajuste o ahorro, sino lo que esos dos puntos del PBI representan en función de la superación de al menos algunas de las tremendas privaciones que está sufriendo una parte de la población, en un contexto donde la pobreza supera el 40 % y la indigencia el 10 %.

La crisis interna generada por la derrota escaló hasta el punto de tenernos en vilo durante la semana posterior al comicio. La carta de Cristina puso claridad en torno a los puntos que se discuten y que la derrota electoral llevó al candelero: la unidad de los distintos sectores del peronismo garantizó la victoria en el 2019 pero no es suficiente para asegurar la victoria en el 2023, la unidad electoral no se tradujo en la estructuración de una fuerza orgánica que garantizara la discusión interna y la toma de decisiones estratégicas entre diferentes –que en caso de no ponerse de acuerdo podrían dirimir sus diferencias en las PASO-, parte de las voces que integran el coro del Frente fueron poco escuchadas y al parecer una de esas voces es precisamente la que aporta la mayor cantidad de votos. Funcionarios que no funcionan o ministros y secretarios que si tienen miedo se pueden ir, fueron expresiones de Cristina que toman otra dimensión frente a la difusión de la carta: moderación y diálogo no pueden significar inmovilismo, defensa del status quo o subyugar los intereses populares a los del poder real. Dos puntos de “ahorro” fiscal pueden significar voluntad de ordenar la “macroeconomía” pero no empatizan con la diaria realidad de millones de postergados que no tienen garantizados los ingresos mínimos para subsistir o de los trabajadores que ven consumidos sus salarios por un inflación que los formadores de precios alimentan sin que el estado les ponga un límite.

La carta contribuyó a sacar el debate fuera del palacio y a acelerar la superación -al menos temporal- de la crisis con la conformación del nuevo gabinete. Manzur como representante de la liga de gobernadores parece ser el garante de la “gobernabilidad”, sin duda comprometida frente al desgaste de la figura presidencial; Dominguez parece ser el que puede tranquilizar un frente complicado como el agrario con actores ultramontanos con capacidad de fuego para generar zozobra en dos frentes: la ruta y la economía; Anibal parece ser el que puede darle mayor dinamismo a un Ministerio crítico por lo que significa la seguridad como caballito de batalla de los sectores punitivistas embanderados tras la figura de Bullrich y por centralizar la dirección política de las fuerzas represivas en un contexto complicado, en el cual la movilización y protesta en las calles puede crecer a la misma velocidad que los pedidos de mano dura. No hay duda respecto a que la dinámica del gabinete cambiará con la hiperactividad de éstas nuevas figuras, la evolución de la situación política dirá si los cambios han sido suficientes y si las figuras elegidas fueron las adecuadas.

Se vuelve imperioso recuperar la calle, la movilización como herramienta de expresión y de presión, la rebeldía, la capacidad de pasar a la ofensiva, de visibilizarnos ante propios y ajenos. Pero para lograr esto es necesario impulsar un debate interno de cara a la militancia, estimulando la participación de los distintos sectores sociales y políticos que componen el Frente de Todos incluyendo a la militancia independiente, construyendo mística transformadora, reivindicando la discusión en la calle y las mejores prácticas militantes que aún en el siglo XXI siguen vigentes -como lo ha demostrado la oposición, muy a nuestro pesar, ocupando espacios otrora indudablemente nuestros-. El 17 de Octubre se presenta como una gran oportunidad para fijar un primer mojón en ésta dirección.

En definitiva, hay que construir -o si se quiere reconstruir-, la narrativa y la épica de un proyecto político cuya centralidad se encuentre en el trabajo y la producción, para volver a enamorar a todos aquellos que en las PASO o no participaron o votaron a otras opciones. Si realmente queremos defender los intereses del Pueblo trabajador hay que demostrarlo con hechos, generando una redistribución real de la riqueza, motorizando el mercado interno y priorizando los intereses de la patria al pago de una deuda fraudulenta que fue a bancar la re-elección de Macri. El desafío es volver con la mística histórica del peronismo, a su base doctrinaria: independencia económica, justicia social y soberanía política.

Queda para una discusión a desarrollar en un futuro próximo, una vez que el dolor de la derrota electoral se haya mitigado, si no se están debilitando los lazos identitarios que delimitaron la realidad política argentina durante los últimos 70 años. En todo caso es evidente que el pueblo le exige al peronismo más de lo que el votante de la derecha le exige a su representación política: no nos alcanza con durar o conservar, tenemos que transformar en beneficio de las mayorías populares y si no lo hacemos los votos van a menguar por más escudos, marchas y dedos en V que exhiban nuestros dirigentes y candidatos. Necesitamos construir compromiso ideológico y poder popular pero a partir de gestión y logros que se traduzcan en un mejor vivir de los marginados, los que menos tienen, los trabajadores. En definitiva es como afirma José Pablo Feinmann en su nota publicada el domingo 03/10 en la contratapa de Página 12: “…peronismo con hambre no es peronismo”.