Escrita por Miguel

En ésta nota simplemente ordenamos opiniones de políticos, intelectuales y profesionales de la salud que creemos aportan a entender el de venir actual monopolizado por la pandemia y sus consecuencias y el por venir post pandemia. El contenido y el orden en la nota de las opiniones anteriores denota sin duda un posicionamiento y una visión hacia el futuro. Se sumaron algunas opiniones propias al solo efecto de amalgamar el texto aportando a su legibilidad.

 

INTRODUCCIÓN

Patricia Manrique, licenciada en Filosofía de nacionalidad española, inicia un texto denominado “Hospitalidad e inmunidad virtuosa” que aparece en el sitio lavoragine.net, con la siguiente reflexión: “Pensar filosóficamente un evento como el que estamos viviendo requiere, en primer lugar, tiempo. Tiempo para dejar que la potencial novedad de lo que está sucediendo pueda hacerse espacio en nuestra mirada premoldeada, para darle la oportunidad de ser a la nueva coyuntura: si corremos demasiado, podemos acabar dándole a todo lo que llega la fisionomía de lo anterior o podemos considerar acontecimiento, nacimiento de algo nuevo, a hechos sobredimensionados por diversas razones -lo cual no resta un ápice a la reflexión sobre las condiciones de posibilidad de tal sobredimensionamiento-“.

Jorge Alemán, psicoanalista y ensayista, afirma que: “no hay por ahora categorías políticas ni filosóficas para poder pensar cual será el modo de habitar el mundo que se viene. Y esto tanto en el orden más singular y existencial de los sujetos como en los modos de comportamiento comunitario y el ordenamiento social. La pregunta que recorre esta cuestión es la siguiente: no sólo hasta dónde la humanidad es capaz de aprender algo de las situaciones límites y traumáticas, tema que en la historia de la humanidad siempre ha sido puesto en cuestión, sino si eso que aprende el ser humano puede transmitirlo colectivamente, si deja una huella permanente en la vida social.”

Mariana Enriquez, escritora argentina, reflexiona en una de sus últimas notas publicadas en Página 12: “Todas las preguntas me dejan muda. Todos los traumas, todos los miedos, no sé qué va a pasar con la humanidad, cómo pensar en “humanidad”, qué significa eso, por qué tenemos que pensar en la nueva normalidad si la pandemia recién empieza, al menos en la Argentina…”

Coincidimos con Patricia, Jorge y Mariana en que sería sano darnos tiempo para caracterizar en forma más precisa las consecuencias de la pandemia, no solo las sanitarias sino sobre todo las políticas en el corto, mediano y largo plazo. Debemos admitir que faltan respuestas y que posiblemente ni siquiera hayamos logrado expresar en forma correcta las preguntas.

No es menos cierto que si reformulamos la afirmación de Manrique reemplazando filosofía por política, rápidamente reaccionaremos sosteniendo que lo que no sobra es tiempo, que los gobiernos deben responder al minuto frente a los desafíos que plantea la expansión de la pandemia, los contagiados, los muertos y la crisis económica, que de no mediar respuestas estatales adecuadas determinará el crecimiento exponencial de la desocupación y el hambre.

Coincidiendo –aunque mucho no nos guste- con Pablo Gerchunoff podemos afirmar que como “nunca nada cambia del todo en los procesos históricos” las reacciones políticas inmediatas de los proyectos de raíz neoliberal y de los proyectos de raíz popular son medianamente predecibles.

 

RESPUESTA INMEDIATA

La siguiente es la respuesta de Eliane Piaggio, responsable del Equipo de Inmunoterapia Traslacional del Instituto Curie de Francia, cuando la consultaron acerca del confinamiento como respuesta para frenar la expansión del virus: “El confinamiento desacelera la expansión del virus. El problema es que acá no hay mucho que discutir. La realidad es arrolladora: los países que no se confinan tienen una cantidad de infecciones que aumenta de forma exponencial y es imposible de dominar. Repito: no hay otras opciones... Lo que hay que hacer es evitar que se saturen los hospitales para que todos los enfermos tengan acceso a los respiradores y a los cuidados intensivos. Si no hubiese habido este confinamiento –en Francia- habríamos pasado aún más situaciones, como las que ya pasamos, donde los médicos tenían que elegir a quién le daban el oxígeno y a quién ponían en terapia intensiva. El confinamiento no se discute, no es bueno ni malo, no hay otra opción. El confinamiento es la única arma para actuar. El confinamiento nos da un poco de tiempo para equipar los hospitales, poner a punto los test diagnósticos para aislar a las personas, sobre todo las asintomáticas que siguen diseminando la enfermedad, esperar los resultados de los estudios clínicos que nos van a decir qué tratamiento es el adecuado, encontrar un antiviral que baje la carga viral. Ahora vamos a comenzar a desconfinar y espero que con todo esto que hemos aprendido el rebote que va a venir con el desconfinamiento nos encuentre mejor parados frente a la infección. Pero para ello hay una condición: cuando nos desconfinemos hay que respetar la distancia social y los gestos barrera. De lo contrario será de nuevo el caos.”

La respuesta de Eliane es contundente y es sólo una muestra de opiniones similares más o menos generalizadas de los especialistas que están lidiando con la pandemia. Frente a lo anterior pareciera no existir acción alguna desde la política que no consistiera en determinar el aislamiento social y la cuarentena como mecanismo para salvar vidas.

Sin embargo, la derecha mundial reaccionó de otra manera: puso el centro en que la economía siguiera funcionando y dado que el aislamiento social significaba un freno al consumo y a la acumulación de capital éste no debía implementarse. El resultado fue que una serie de países desarrollados se encontraron con tasas de contagio exponencialmente crecientes, contando muertos de a miles en forma diaria, con los sistemas públicos de salud -de por sí deteriorados por el imperio de las políticas neoliberales hegemónicas durante lo que va del siglo XXI-, colapsados hasta el nivel de colocar al personal médico en la posición de tomar decisiones sobre qué vidas salvar y cuáles sacrificar ejerciendo involuntariamente un darwinismo social cuyo origen real se encuentra en la elite del poder mundial no dispuesta a ceder privilegios ni aún en medio de una pandemia.

Donald Trump llevando la voz cantante, Boris Johnson como ladero y numerosos actores de reparto como Bolsonaro en Brasil o Macri en Argentina reaccionaron parapetándose en una defensa sistémica del estatus quo, sin ceder privilegios, con el objetivo de continuar jugando: unos para que el capitalismo globalizado dominante y los estados que lo sostienen sigan acumulando poder para que su primacía mundial no pueda ser disputada en términos económicos y/o geopolíticos por actores como China; otros por ambiciones acordes al centrimetraje limitado de sus estaturas políticas consistentes en mantener y/o aumentar la riqueza acumulada por si mismos en tanto representantes de una parte de los sectores concentrados de las economías de sus países y para esos mismos sectores concentrados en general.

Estos líderes políticos distópicos no se caracterizan por ser intelectualmente brillantes y arremeten contra la única herramienta que ha demostrado ser capaz de enfrentar con cierto grado de éxito la pandemia: el distanciamiento social, la cuarentena. Le adjudican a la herramienta sanitaria la responsabilidad entera de la crisis económica global. El pensamiento subyacente podría ser resumido en palabras de Macri: “íbamos bien y pasaron cosas”. Es verdad que ésta crisis se manifiesta a partir de la pandemia: el parate chino hacia los meses de enero y febrero puso de manifiesto sus primeros síntomas, que al contrario de lo que ocurrió en 2008, surgen de la economía real y se trasladan, por ahora parcialmente, a la economía especulativa. Sin embargo, las manifestaciones económicas del cimbronazo que el mundo atraviesa ponen en evidencia la debilidad del andamiaje que soporta la hegemonía neoliberal, lo que resta determinar es si esta debilidad constituye una falencia o una fortaleza del sistema imperante.

Alberto Fernández resiste las presiones de los representantes vernáculos de la derecha troglodita manteniendo clara la prioridad: salvar vidas evitando el colapso del sistema de salud, procurando atenuar al máximo las consecuencias sociales y económicas que las medidas de aislamiento social pudieran provocar. Humanidad en un mundo profundamente inhumano. La reacción frente a la pandemia marca una plataforma desde la cual seguramente se abordará la discusión política de la post-pandemia desde los sectores populares.

Y nadie mejor que Alberto para cerrar ésta parte de la nota, tomando párrafos de la carta que nos escribió a todos los argentinos el 10/05/2020: “En los últimos días hemos visto y escuchado a voceros de la apertura económica presionando con cualquier argumento para ponerle fin a la cuarentena, una medida que se ha tomado en muchísimos países del mundo. Pero ninguno ha logrado jamás demostrar que el fin del aislamiento haya servido a la economía. Porque, en realidad, solo ha servido a aumentar el contagio y las muertes, sin evitar el deterioro económico.

…Ya los contagiados se cuentan en millones y los fallecidos en cientos de miles. Además, se están produciendo consecuencias gigantescas en la economía global. Este año habrá una enorme caída de la producción, muchas empresas pierden valor en días o semanas, se han destruido millones de puestos de trabajo y ha bajado intensamente el consumo.”

LO QUE VIENE, LO QUE VIENE…

Y nadie mejor que Alberto para abrir ésta parte de la nota con otro párrafo de la misma carta: “El mundo ya no será igual. Pero, a pesar de la incertidumbre, tenemos una certeza: sabemos que ha fracasado un modelo basado en la especulación financiera global. Un modelo que desprecia a la producción real, a los seres humanos y al medio ambiente. Sabemos que también ha fracasado el menosprecio por lo público y por estados preparados para proteger a sus ciudadanos. Estamos convencidos de que en el mundo por venir deberán estar en el centro los seres humanos, la justicia y la igualdad.”

Importante vivir en un país en el cual su presidente se plantea el futuro en los términos en los que lo plantea Alberto. Ser un militante del campo popular –y Alberto lo es- implica ver el futuro con optimismo. Y liderar procesos políticos que favorezcan a las grandes mayorías, a los trabajadores y a los postergados –por lo tanto con ansias de relevancia histórica-, obliga a combinar en dosis sabias utopía y realismo para lograr que las palabras justicia e igualdad pierdan resonancia melancólica y adquieran cuerpo de significancia presente. Lo consiguió Perón, lo consiguieron Néstor y Cristina, queremos que lo consiga Alberto.

El futuro que viene estará en disputa. La pandemia no provocará por sí sola la pérdida de hegemonía global del neoliberalismo, pero generará casi con seguridad una situación de inestabilidad donde distintos protagonistas pelearán por determinar las características de las sociedades por venir.

Y el neoliberalismo, sus expresiones políticas e intelectuales, también ven en el mundo post-pandemia la oportunidad de profundizar su dominio y debilitar aquellas construcciones políticas y sociales que lo incomodaban.

¿Qué nos provoca releer las declaraciones de Hans Tietmeyer que se reproducen a continuación?: “los mercados globales son más democráticos que las elecciones parlamentarias pues el proceso de votación continúa en ellos de manera permanente (y se refleja de manera permanente en las fluctuaciones de los mercados) y a nivel global: no solo cada cuatro años, ni dentro de los confines del estado-nación” o los mercados financieros jugarán cada vez más el papel de “gendarmes”. Los políticos deben comprender que ahora están bajo el control de los mercados financieros y no solamente de los debates nacionales”. El bueno de Hans no fue un loquito marginal –falleció en 2016-, por el contrario, su biografía nos dice que “... fue un economista alemán considerado uno de los expertos más importantes en asuntos financieros internacionales. Fue presidente del Deutsche Bundesbank de 1993 hasta 1999 y sigue siendo, aún después de muerto, una de las figuras de consulta más importantes para el mundillo financiero de la Unión Europea”. Antes bien, parece constituir una especia de vanguardia ideológica de figuras políticas que intentan presentarse frente al poder como los garantes capaces de asegurar la continuidad del neoliberalismo como doctrina político-económica hegemónica aun a costa de llevarse puesta una parte importante del planeta. ¿No encontramos puntos de encuentro entre la desvalorización de la democracia en sus términos más elementales de Tietmeyer y las payasescas participaciones de Bolsonaro en las movilizaciones en Brasilia a favor del cierre de los poderes legislativos y judicial? ¿Acaso el surgimiento y la consolidación de liderazgos como los de Trump, Johnson, Bolsonaro o en su momento Macri no representaban un primer paso en la búsqueda de respuestas desde la derecha, encontrando en estas figuras garantes del curso neoliberal del mundo?

Bueno es recordar lo que Jorge Alemán plantea como brecha entre neoliberalismo y democracia: “en la heterogeneidad cambiante de sus formas, el neoliberalismo sólo dispone de una administración económica represiva, a la que sus representantes definen como “gobernanza”. Dicho de otro modo, no dispone de ninguna capacidad para articular pueblo, nación y Estado. De ahí sus inevitables apelaciones al surgimiento de una identidad xenófoba y racista para darle un nuevo contenido a la nación. Por tanto carece de legitimidad para construir un gobierno democrático. De esta brecha y sus posibles derivas políticas depende, a mi parecer, el futuro de la condición humana. Porque en esta brecha entre el neoliberalismo y la democracia es donde aparecen las condiciones, aún impensables, de un final del capitalismo. Ese final para el que aún no disponemos denominación alguna” … “las distintas ultraderechas que se preparan en el mundo, provistas en general por jefes y jefas alucinadas no están por fuera de la racionalidad neoliberal sino que son su último reaseguro, si el simulacro democrático no funciona para organizar el caos económico, sanitario y político social después de la pandemia. Que se puede, y muchos calculan, que se está preparando” –hipótesis paranoica, nota de los autores-.

De lo anterior podría concluirse que los poderes dominantes pueden pensar que no es necesario saldar la brecha entre neoliberalismo y democracia y que lo mejor sería eliminarla eliminando la democracia. Por ello una de las cosas que estará en juego en la disputa política post-pandemia será la democracia misma y que en éste aspecto de la lucha política los movimientos nacionales, democráticos, populares y feministas (como gusta definirlos Cristina) deberán honrar su definición de democráticos defendiendo conservadoramente valores tan elementales para la cultura política post-dictadura como la participación popular por medio del voto en la elección de representantes. En definitiva lo que se deberá defender es ese 20-25 % del poder que tienen los gobiernos (citando nuevamente a Cristina) como consecuencia de su legitimidad popular refrendada en las urnas u otros mecanismos de participación popular y sobre el cual el neoliberalismo seguramente intentará avanzar.

Es posible, como dice Alberto, que en el escenario post-pandemia el modelo que desprecia a la producción real, a los seres humanos y al medio ambiente goce de un importante grado de desprestigio y que lo público, por el contrario, sea demandado, que se exija la atención y protección del Estado. Pero, volviendo a Jorge Alemán: “…el neoliberalismo ha sido permisivo pero a partir de la post pandemia seguramente no lo será: habrá muchísimos sectores que sólo demandarán gasto público, cuidados y protección, en definitiva gastos del Estado, lo que no es útil para la competencia de la vida neoliberal. Aquí es donde la hipótesis paranoica se vuelve una posibilidad a tomar en serio. Por este sesgo la locura puede demostrarse como una realidad efectiva social, que demanda también combinar una dosis de paranoia con la lectura política.”

Otra de las cosas que estará en juego en la disputa post pandemia es qué sector social carga con el peso de la crisis económica ya manifestada y que se profundizará. Muchos gobiernos han recurrido a inyectar dinero en el mercado incrementando la emisión monetaria y los déficits fiscales, el dilema es quiénes se beneficiarán con la liquidez: ¿el sistema financiero, las multinacionales, la industria armamentística o los trabajadores, los desocupados, los expulsados del sistema, los marginados?. Imponer la justicia social y la igualdad como utopías realizables en el mundo que viene será, como lo fue antes de la pandemia, objetivo de fuerzas políticas populares que justo es decirlo carecen de liderazgos políticos asentados y atractivos. La disputa tendrá facetas diferentes en los países centrales, los emergentes y los del tercer mundo. En éstos últimos, estamos sin duda en una situación más dramática porque a la crisis provocada por los neoliberalismos pre pandemia, manifestada en deudas externas impagables, desindustrialización y primarización de las economías, precios de comodities en sus menores valores históricos, desocupación, pobreza extrema y marginación de franjas cada vez más importante de las poblaciones, se suma la secuela de muerte de un virus que en América Latina parece tornarse cada vez más clasista. La derecha buscara aumentar la concentración de la economía global y de su poder aprovechando el darwinismo económico de épocas de crisis que suele determinar que los menos poderosos no podrán atravesarla permitiendo que los más poderosos los compren a precios de ganga mientras simultáneamente y utilizando el desempleo como elemento disciplinador, incrementan los niveles de desigualdad y procuran destruir las organizaciones de los trabajadores.

El secreto del resultado de la disputa radica en que el extremismo radical de los sectores que liderarán el proyecto neoliberal en la etapa, posiblemente contenga un componente de “agresión” importante contra valores centenarios profundamente arraigados en cultura política de occidente, lo que permitirá construir acuerdos político-sociales amplios en defensa de valores democráticos y de la construcción de una sociedad más justa que presente menos flancos de confrontación con ellos.

Demás está decir que las políticas aplicadas por el Frente de Todos avanzan claramente en la dirección de sostener en la disputa la voz y la acción de los trabajadores y los desposeídos: aumento de jubilaciones y asignaciones universales, pago de bonos a monotributistas y desocupados, ayuda a Pymes mediante créditos a bajas tasas de interés, sostenimiento del empleo mediante subsidios para pagar a las empresas un porcentaje de los mismos, negociación de la deuda externa con plazo de gracia extendido, quita y rebaja de las tasa de interés. Lo esperable de un gobierno de un frente político articulado alrededor del peronismo.

Para cerrar volvemos a Jorge Alemán, que propone “internacionalizar” el justicialismo: “…el Coronavirus es el primer eclipse serio del dominio norteamericano, que ya no parece disponer de ninguna idea de Civilización. Queda por ver cómo los países emergentes, los únicos aún capaces de una invención política distinta, son capaces de reinventar un justicialismo del siglo XXI, socialista en la distribución del ingreso, soberano con respecto a las experiencias de lo Común: el medio ambiente, la salud pública y la educación y que sepa radicalizar la democracia esquivando las derivas neofascistas que ahora más que nunca disputan el sentido de la experiencia de la Patria y el Otro que la sostiene.