Escrita por Miguel

I

Recordaba dos pasajes de sendos libros leídos en los últimos meses que reproducían dichos de un personaje alemán, tan poderoso en el mundo financiero como impúdico y políticamente incorrecto, que expresaban sin ambages opiniones extremas capaces de ponernos, de mínima, los pelos de punta.

El primero aparece en el libro de Slavoj Zizek “Problemas en el Paraíso”. El autor reproduce conceptos de los representantes del capitalismo financiero concentrado en su variante europea: «éstas elites, las principales responsables del colapso financiero del 2008, se nos imponen ahora como expertos, los únicos que pueden guiarnos por el doloroso camino de la recuperación económica. Su consejo, por lo tanto se impone al de la política parlamentaria o, tal como lo expresó Mario Monti: “los que gobiernan no deben permitir verse condicionados por los parlamentarios”. ¿Cuál es entonces ésta fuerza superior cuya autoridad puede suspender las decisiones de los representantes del pueblo democráticamente elegidos? La respuesta la proporcionó en 1998 Hans Tietmeyer, por aquel entonces director del Deutsche Bundesbank que elogió a los gobiernos nacionales por preferir la opinión de los mercados por sobre el “plebiscito de las urnas”. Observemos la retórica democrática de ésta obscena afirmación: “los mercados globales son más democráticos que las elecciones parlamentarias pues el proceso de votación continúa en ellos de manera permanente (y se refleja de manera permanente en las fluctuaciones de los mercados) y a nivel global: no solo cada cuatro años, ni dentro de los confines del estado-nación”. La idea subyacente es que, liberadas del control superior de los mercados (y de los expertos) las decisiones parlamentarias y democráticas son “irresponsables”».

El segundo pasaje proviene del libro de André Gorz “Miserias del presente, riqueza de los posible” y reproduce una opinión del mismo personaje -Hans Tietmeyer-: «Los mercados financieros jugarán cada vez más el papel de “gendarmes”. Los políticos deben comprender que ahora están bajo el control de los mercados financieros y no solamente de los debates nacionales».

Hans Tietmeyer, fallecido en diciembre de 2016, dista de ser un personaje marginal, un provocador de derecha, un loquito suelto. Por el contrario, su biografía destaca que “…. fue un economista alemán considerado uno de los expertos más importantes en asuntos financieros internacionales. Fue presidente del Deutsche Bundesbank de 1993 hasta 1999 y sigue siendo, aún después de muerto, una de las figuras de consulta más importantes para el mundillo financiero de la Unión Europea”. El hombre, a pesar de pisotear con pocas pero contundentes palabras todo el bagaje doctrinario de la democracia liberal occidental, sus mecanismos de participación, decisión y legitimación, gozaba y goza del respeto y la devoción de los “mercados”.

El bueno de Hans negaba entidad a cualquier tipo de manifestación de soberanía popular, al menos en lo que hace a la posibilidad de poner en entredicho las decisiones de los mercados globales, llevando al neoliberalismo al estadio de verdad absoluta no cuestionable so pena de recibir el castigo ejemplificador de los actores poderosos de las finanzas, con el poder de fuego necesario para superar, por la vía de la negación de la democracia y sus instancias de decisión popular, las limitaciones del neoliberalismo como doctrina económica hegemónica pero alternativa política limitada por los catastróficos efectos sociales que la doctrina económica provoca.

Los representantes vernáculos del neoliberalismo son aún menos sutiles que Hans Tietmeyer –si es que tal cosa es posible-, pero sin duda comparten plenamente su pensamiento -que de paso les permite justificar lo terminal de su situación actual-. Si habláramos de economistas ortodoxos u operadores de bolsa la cosa no sería tan terrible: en definitiva no se trataría más que de voceros u operadores nutridos de los beneficios de la especulación financiera y la usura. El problema aparece cuando estas ideas son defendidas por personajes que se ocupan -aunque sea circunstancialmente- de la cosa pública, con poder delegado por la soberanía popular a través del voto.

Sólo a modo de ejemplo resaltamos un par de ocasiones recientes en las cuales el macrismo se expresó en línea con lo más retrógrado del pensamiento de los representantes del poder financiero global –la concordancia es permanente, sólo que a veces su explicitación adquiere ribetes de claridad brutal-:

·         En abril de 2019, el hoy devaluado jefe de Gabinete de Ministros de la Nación Marcos Peña, al tiempo que reafirmaba la candidatura presidencial de Mauricio Macri, analizaba que "la fragilidad de hoy tiene que ver con lo político, no con lo económico". En un contexto pre-electoral lo dicho por Peña se parece bastante a negar la política como instrumento de control o cuestionamiento de la acción de gobierno, como si lo económico marchara por carriles independientes no cuestionables reclamándole al conjunto de las fuerzas políticas y en particular a la oposición uniformidad en el consenso hacia la implementación de una política económica comandada por el “mercado”. Democracia restringida, soberanía popular limitada, voto devaluado frente al veto calificado de la banca internacional, Wall Street y sus sucursales

·         Meses después y habiendo pasado menos de un día de las PASO y su apabullante resultado a favor del Frente de Todos, escuchábamos entre sorprendidos e indignados el discurso de un Macri desencajado, en estado de emoción violenta. El Frente de Todos debía hacer una autocrítica por haber ganado contundentemente las PASO cuestionando el plan económico neoliberal y sus nefastas consecuencias sociales y el pueblo sería castigado por haberlos votado con una nueva y bestial devaluación ya hoy traducida en términos de inflación y mayor pérdida de poder adquisitivo. Si no entendemos por la razón lo haremos por el miedo que provoca la capacidad de daño de los “dueños” de la patria indignados con “la gente” que insiste en reaccionar frente a las consecuencias de una política económica basada en la especulación financiera, la producción primaria del complejo agro-exportador y las ganancias dolarizadas de un pequeño conjunto de empresas energéticas, pertenecientes a personajes del entorno presidencial descuidando totalmente y de forma deliberada las necesidades populares

Reflexionando sobre éstas cuestiones dice Jorge Alemán: “en la heterogeneidad cambiante de sus formas, el neoliberalismo sólo dispone de una administración económica represiva, a la que sus representantes definen como “gobernanza”. Dicho de otro modo, no dispone de ninguna capacidad para articular pueblo, nación y Estado. De ahí sus inevitables apelaciones al surgimiento de una identidad xenófoba y racista para darle un nuevo contenido a la nación. Por tanto carece de legitimidad para construir un gobierno democrático. De esta brecha y sus posibles derivas políticas depende, a mi parecer, el futuro de la condición humana. Porque en esta brecha entre el neoliberalismo y la democracia es donde aparecen las condiciones, aún impensables, de un final del capitalismo. Ese final para el que aún no disponemos de nominación alguna”.

II

En la última presentación de su libro Sinceramente en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, Cristina dijo: “espero que las ideas neoliberales no triunfen nunca más”. El camino para lograrlo parece pasar por explotar la brecha que existe entre neoliberalismo y democracia: cada vez más la aplicación de la doctrina económica neoliberal implica la negación de la democracia, aún de sus aspectos “formales”.

El problema de la continuidad de los proyectos –o discontinuidad “permanente” de los contrarios: el nacional, popular, democrático y feminista o el neoliberal-, forma parte de los procesos de discusión estratégica que desde el campo popular deberemos sostener y que se proyectan más allá de la inmediata necesidad de resolver la crisis económica y sus consecuencias de hambre y marginación.

Recurrimos nuevamente a Jorge Alemán, que resalta a modo de primer balance posterior a las PASO que: “el resultado electoral no basta explicarlo como consecuencia de la pésima situación económica, nuestro país tiene un rasgo que los distingue: la combinación entre una gran mitología fundacional surgida del peronismo más distintas prácticas emancipatorias que atravesaron el 17 de octubre, Eva Perón, las Madres de Plaza de Mayo, la tendencia en los 70 y luego todo lo que reactualizó el kirchnerismo, “dando lugar a un sujeto político que la derecha nunca logra disolver del todo y constantemente retorna”.

La cuestión parece pasar por no considerar el sujeto político como un cuerpo colectivo inmutable sino como un cuerpo cambiante cuyo conformación no sólo responde a las combinaciones mencionadas por Alemán sino a nuevas surgidas de lo que algunos llaman el “experimentalismo democrático”: por ejemplo al denominar, como lo hizo Cristina, al frente encargado de oponerse al neoliberalismo -en oportunidad el debate en el Senado del proyecto a favor de la legalización del aborto- como nacional, democrático, popular y feminista habla de incorporar al sujeto político con capacidad de sostener una nueva mayoría, la experiencia y los reclamos de la marea verde.

Por lo pronto fue un acierto de Alberto interpelar a la nueva mayoría contraponiendo jubilados vs. Leliqs o trabajadores vs. Banca: seguramente se encuentra en camino de profundizar ese acierto al denunciar al FMI como corresponsable o cómplice de la crisis o al explicitar la decisión de implementar un plan que termine con la política de ajuste sin pedirles permiso al FMI, la banca o a los operadores financieros. Al ponerle un freno a la extorsión a la que fue sometido durante los últimos días por parte del poder económico concentrado vernáculo y global, marca los límites de uno de los terrenos en los que se desarrollará la disputa política inmediata y, simultáneamente, profundiza la democracia y jerarquiza la política como instrumento de transformación haciendo uso de un instrumento al que el neoliberalismo parece no poder recurrir.