Por M. K. Bhadrakumar, diplomático indio jubilado, uno de los más influyentes observadores de la geopolítica mundial.
A los pocos minutos u horas de la espantosa muerte el miércoles del jefe de la organización Wagner de contratistas militares rusos, Yevgeny Prigozhin, se ha producido una avalancha de noticias en los medios de comunicación occidentales que señalaban con el dedo acusador al Presidente Vladimir Putin como autor de los hechos.
Es casi como si se hubiera pulsado un botón en algún centro de mando desconocido para lanzar una nueva narrativa que demonizara a Putin por servir el plato frío de la venganza a Prigozhin, tomando prestadas las recientes palabras del director de la CIA William Burns, por dar un golpe de Estado fallido en Rusia. Nadie se preocupó de presentar pruebas empíricas.
"Repite una mentira con la frecuencia suficiente y se convertirá en verdad": la ley de la propaganda se atribuye a menudo al líder nazi Joseph Goebbels, que comprendió el poder de repetir falsedades. Ahora es la brújula de Occidente para "borrar" a Rusia.
Es cierto que Putin tenía motivos para estar molesto con Prigozhin -una "puñalada por la espalda", como él mismo dijo- cuando la nación libraba una guerra existencial contra enemigos jurados que buscan el desmembramiento de Rusia. Pero tres consideraciones desacreditan la hipótesis de la implicación de Putin.
En primer lugar, ¿por qué un método tan burdo que recuerda el asesinato del carismático general iraní Qasem Suleimani, punta de lanza del "Eje de Resistencia" de Teherán contra Estados Unidos, por parte del ex presidente estadounidense Donald Trump?.
En su célebre ensayo de 1827 titulado "Sobre el asesinato considerado como una de las bellas artes", Thomas De Quincey escribió: "Todo en este mundo tiene dos asas. El asesinato, por ejemplo, puede asirse por su asa moral... y ése, lo confieso, es su lado débil; o también puede tratarse estéticamente, como lo llaman los alemanes, es decir, en relación con el buen gusto". La estética del asesinato de Prigozhin es, sencillamente, la menos atractiva por el principio del buen gusto del asesinato si la motivación fuera la venganza .
En segundo lugar, Prigozhin era hombre muerto por llevar a cabo semejante idiotez, después de que el Estado le retirara su cobertura de seguridad. Imagínense al ex presidente Barack Obama sin protección del servicio secreto tras el asesinato de Osama bin Laden, o a Mike Pompeo y Trump caminando sin seguridad tras asesinar a Soleimani.
Pero Putin dejó claro que Wagner seguiría teniendo futuro y que la nación recordará su papel en la guerra de Ucrania. Putin incluso invitó a Prigozhin a una reunión en el Kremlin. Podría decirse que los primeros comentarios de Putin sobre la muerte de Prigozhin delatan un rastro de piedad.
Putin dijo: "Conozco a Prigozhin desde hace mucho tiempo, desde principios de los años noventa. Era un hombre con un destino nada fácil. Cometió algunos errores graves en su vida, pero también logró los resultados necesarios, tanto para sí mismo como, cuando se lo pedí, para la causa común". Así fue en los últimos meses".
"Por lo que sé, regresó de África ayer mismo. Se reunió aquí con algunos funcionarios. No sólo trabajó en nuestro país, y lo hizo con éxito, sino también en el extranjero, especialmente en África. Allí se ocupó de petróleo, gas, metales preciosos y piedras", añadió Putin.
En el excesivo celo por centrarse en el asesinato de Prigozhin para demonizar a Putin, lo que se pasa por alto es que quienquiera que haya coreografiado el crimen también se ha asegurado de que toda la estructura de mando de Wagner haya sido eliminada. ¡Adiós, África!
No va a haber nadie en un futuro previsible que pueda desafiar la hegemonía de la Legión Francesa en el Sahel o igualar la vasta red de 29 bases bajo el Mando de África del Pentágono repartidas por todo el continente desde Yibuti en el norte hasta Botsuana en el sur. Dicho de otro modo, el largo brazo del "poder inteligente" de Rusia ha sido cortado de un solo tajo. ¿Quién sale ganando?
En tercer lugar, el asesinato de Prigozhin se escenificó en un día especial que, desde una perspectiva histórica, debe considerarse el mejor momento de la diplomacia rusa desde la desintegración de la antigua Unión Soviética. La realidad de "un nuevo punto de partida para los BRICS" -como declaró el presidente chino Xi Jinping- aún no se ha asimilado del todo, pero de lo que no cabe duda es de que Rusia sale ganando.
No nos equivoquemos: la unidad de los BRICS se ha mantenido firme y ha echado por tierra todos los pronósticos occidentales; la expansión de los BRICS significa que la cuestión de una moneda única de liquidación está sobre la mesa, y el sistema financiero internacional no volverá a ser el mismo; la desdolarización está llamando a las puertas; está tomando forma un nuevo sistema de comercio mundial que deja obsoleto el régimen occidental explotador de hace cuatro siglos, orientado a transferir riqueza a los países ricos; los BRICS han pasado, por fin, de ser un club informal a convertirse en una institución que eclipsará al G7.
El país anfitrión, Sudáfrica, cumplió con creces la agenda rusa y china de multipolaridad. La declaración conjunta de Sudáfrica y China y la incorporación de Etiopía (donde Occidente intentó cambiar el régimen) como miembro de los BRICS ponen de relieve la alineación emergente en África. ¿No tiene todo esto algún sentido?
Y, sobre todo, el gran mensaje que llega de Johannesburgo es que, con todos los caballos del rey y todos los hombres del rey, la administración Biden ha fracasado estrepitosamente en su intento de "aislar" a Rusia. Rusia está coronando sus logros en los campos de batalla de Ucrania con una extraordinaria victoria diplomática al situarse en el lado correcto de la historia junto a la mayoría mundial.
¿No es de sentido común que, de todos los días, Putin nunca habría elegido el miércoles para actuar como aguafiestas cuando el prestigio de Rusia estaba por las nubes en la comunidad internacional?. Una vez más, surge la pregunta: ¿Quién sale ganando?
La verdad es que podría haber muchas personas que quisieran eliminar físicamente a Prigozhin. Dentro de la propia Rusia, Prigozhin había reclutado a criminales empedernidos condenados a penas de prisión para que lucharan en Ucrania y así conseguir que se les conmutara la pena. Los desplegó sin la formación militar adecuada, y al parecer murieron más de 10.000 de ellos. En Rusia existe un profundo sentimiento de repulsa por este asunto.
Luego están los enemigos exteriores, empezando por Francia, que ha sido prácticamente expulsada de la región del Sahel, su corralito, donde hacía su agosto como ex potencia colonial hasta que llegó Prigozhin y le aguó la fiesta. Desde entonces, Francia apenas ha podido ocultar su rencor hacia Rusia.
Mientras tanto, la crisis de Níger alertaba a Estados Unidos de que Prigozhin estaba al acecho. La temible secretaria de Estado en funciones Victoria Nuland, artífice del golpe de Estado de 2014 en Ucrania, viajó a Niamey para suplicar a los golpistas que no se relacionaran con Wagner.
Sin embargo, al parecer Prigozhin se había colado en el país vecino, Mali, donde Wagner está bien establecido, con vistas a establecer contacto con los nuevos gobernantes de Níger y ofrecer los servicios de Wagner. Basta decir que Prigozhin amenazaba con hacer con el Pentágono lo que antes hizo con la Legión Francesa en el Sahel.
Es perfectamente concebible que la administración Biden decidiera que ya era suficiente y que Wagner debía ser decapitado. Por supuesto, la marcha de Prigozhin junto con su grupo principal de altos mandos debilitará incalculablemente a Wagner.
Mientras tanto, dentro de Rusia, la despiadada inteligencia ucraniana opera a diferentes niveles. Los ataques con drones contra Moscú están siendo organizados por saboteadores dentro de Rusia. Y Ucrania también tiene una cuenta pendiente con Wagner, que se está estableciendo en Bielorrusia.
Sin duda, existe una congruencia de intereses entre la inteligencia ucraniana y sus mentores occidentales para destruir a Wagner y eliminarlo por completo del tablero geopolítico.