Por Alejandro Quiroga
En estos día caminando por las calles de Vicente López, en la esquina de San Martín y Monasterio, me encontré con una placa, me llamo la curiosidad y paré a leer unos minutos. La misma hacía mención al embajador y poeta haitiano Jean Brierre, que en junio de 1956 supo dar asilo político a los Generales Tanco y Valle y a sus familias, lo que le costó más tarde ser declarado persona no grata por el dictador Pedro Eugenio Aramburu, que había derrocado al Gobierno Peronista el año anterior. Esta placa me llevo a investigar un poco más sobre este hecho histórico y así nació esta nota.
Haciendo un poco de historia
En 1954, durante el segundo gobierno Peronista se recibieron cerca de 200 personas que solicitaron refugio luego del Golpe de Estado en Guatemala. Este gobierno había subscripto la Convención de Caracas, en la que se reafirmaba la competencia de las embajadas para decidir sobre una solicitud de refugio o asilo y determinar su naturaleza política. Es en este mismo año que llega como embajador de Haiti el Dr. Jean Brierre junto a su esposa.
En 1955 cuando se produce el golpe que derroca a Juan Domingo Perón y el Gral. Pedro Eugenio Aramburu se autoproclama presidente, el Pueblo no hace esperar su respuesta, iniciando una resistencia que va durar 18 años. Frente a esta resistencia que recién se iniciaba Aramburu decreto primero la Ley Marcial (Decreto 10.362/56) y luego la Pena de Muerte (Decreto 10363/56) generando una muy fuerte persecución al Pueblo Peronista.
El levantamiento que se produce el 9 de Junio de 1956 marcó un punto de inflexión. Esta situación era insoportable para la dictadura militar y frente a esta situación el Gral. Aramburu firmó el Decreto 10.364/56 donde se detallaba la lista de los militares que debían ser fusilados. En esa lista estaban los coroneles Alfredo Salinas, Fernando González y Agustín Arturo Digier, el capitán Néstor Bruno, el suboficial mayor Andrés López, (…) los generales Juan José Valle y Raúl Tanco y al gremialista Efraín García.
La insurrección fracasó. El lunes 11 de junio de ese año, el teniente coronel Alfredo Salinas, el gremialista Efraín García, los coroneles Ricardo González, Agustín Digier, el capitán Néstor Bruno y el suboficial Andrés López fueron a pedir asilo en la embajada de Haití, la cual estaba situada en Vicente López. El embajador Brierre, quien estuvo observando de cerca la situación del país a través de las noticias, otorgó refugio y asilo, sin ninguna condición, a todos los mencionados. El 14 de junio de 1956, el general Tanco fue el último que se refugió en el domicilio de la Embajada.
Esa la misma noche -cuando Brierre dejó la embajada con la finalidad de agregar en Cancillería el nombre del Gral. Tanco a la lista de asilados según lo estipulado en las leyes diplomáticas-, un grupo armado bajo las ordenes del general Domingo Quaranta -jefe del Servicio de Informaciones del Estado (SIDE)- entró en la residencia del diplomático violando los tratados internacionales y secuestró a los refugiados para fusilarlos, tratando a la esposa del embajador, Thérèse, de «negra e hija de puta”. Ella se opuso con toda su fuerza, invocando el respeto por el Tratado de Derecho Penal Internacional de Montevideo de 1889, el cual en su artículo 17 reconoce el derecho de conceder asilo a los perseguidos por delitos políticos y a la Convención de La Habana de 1928, que reglamentó la práctica del asilo diplomático actualizando el derecho de otorgar asilo a perseguidos políticos.
Thérèse comunicó el hecho a las agencias internacionales de noticias e informó la situación al Ministerio de Asuntos Exteriores Haitiano solicitándole su intervención. Cuando Brierre se enteró de eso, pidió a sus colegas embajadores sus apoyos e inclusive al embajador de Estados Unidos. En este sentido, es importante llamar la atención sobre el argumento esgrimido por el embajador ante el gobierno de facto argentino: "No porque Haití sea una nación pequeña va a permitir semejante atropello. Por el contrario, los pequeños países deben ser respetados escrupulosamente porque son pequeños, para que el derecho sea un imperativo moral y no de fuerza".
Esa misma noche, Jean Brierre ingresó al Regimiento de Palermo y rescató a los secuestrados. De ese modo, siete ciudadanos argentinos escaparon al terrorismo instrumentado por el Estado gracias a la acción del diplomático y de su mujer, precursores de aquel principio que señala: “que los derechos humanos no se proclaman, se actúan”. Frente a esta situación, las autoridades en una actitud forzada le “devolvieron” los asilados y el presidente de facto Pedro Aramburu pidió perdón a la República de Haití y prometió castigar a los «culpables». Sin embargo, decretó poco más tarde como persona «no grata» al representante de Haití en Argentina.
Cabe destacar que Brierre albergó en su residencia a Juan José Valle, quien finalmente decidió entregarse voluntariamente al Gobierno bajo el acuerdo de que se suspendiera el fusilamiento de los peronistas.
Algunos medios de comunicación describieron este hecho de la siguiente manera:
· “La Vanguardia” acusó al embajador haitiano de ser cómplice de los sublevados
· los diarios socialistas lo consideraron como un «peronizado» por su respeto a las leyes diplomáticas y los derechos humanos de los refugiados y solicitantes de asilos
El 19 de julio de 1956, Jean Brierre y su familia abandonaron definitivamente el suelo argentino.
¿Quien era este embajador haitiano?
Jean Brierre fue poeta, narrador, ensayista, dramaturgo, abogado y diplomático haitiano, nació en Jérémie el 23 de septiembre de 1909 y falleció en Puerto Príncipe el 25 de diciembre de 1992. Es una de las figuras más reconocidas de la literatura antillana en lengua francesa.
Se crió en el seno de una familia acomodada, recibió una excelente educación durante sus estudios primarios; pero, a raíz de la ocupación del país por parte de los Estados Unidos de América -que impusieron un nueva organización administrativa de 1915 a 1934, el joven Jean tuvo que abandonar sus estudios secundarios e incorporarse, como tantos otros, a la escuela agrícola de Puerto Príncipe, fundada por decreto de los gobernantes estadounidenses.
Frente a esta prepotencia imperial pronto se convirtió en uno de los disidentes políticos más conflictivos de Haití, primero en sus ataques contra la ocupación norteamericana y más tarde en su firme oposición al gobierno tiránico y dictatorial de Duvalier (1907-1971). Estas situaciones lo llevaron a vincularse con las problemáticas y sufrimientos de su pueblo, al que procuró defender cuando ejerció la abogacía en Puerto Príncipe. Luego, ya plenamente imbuido de su ideología socialista que poco a poco fue calando hondo en todos sus escritos, se significó también como patriota y adalid de las causas de sus compatriotas más débiles, lo que generó que los gobernantes lo fueran alejando de la política nacional. Así, inició su trayectoria diplomática que desarrollaba a la par de su carrera de escritor. Estuvo varios años a la Embajada de Haití en París. Luego, ya con la categoría de embajador, fue enviado por el gobierno de su país a Buenos Aires, ciudad en la que continuó escribiendo y publicando sus obras.
Pero su relación con la política haitiana también pasó por momentos muy duros, ya que, por su ideología marxista, fue encarcelado por diferentes gobiernos conservadores, que le obligaron a pasar un total de nueve años en presidio. Durante uno de estos períodos de privación de libertad, fue compañero de celda del Jacques Roumain (1907-1944), el célebre escritor haitiano fundador del Partido Comunista de su país.
La llegada al poder del tirano Duvalier (conocido como "Papa Doc") provocó que Jean Fernand Brierre tuviera que abandonar precipitadamente Haití, dando así inicio a un largo exilio que habría de prolongarse durante un cuarto de siglo. Pasó, primero a Jamaica y de allí se desplazó hasta Senegal, donde había sido invitado expresamente por el Presidente de la República. En este país africano que tan generosamente le había acogido, el escritor de Jérémie acabó por sentirse como en su propia patria. Allí contrajo matrimonio con una mujer senegalesa (Rosette) que le dio tres hijos (Rosange, Karine y Jean-Jacques) y allí volvió a desempeñar un papel relevante en la vida política, social y cultural: dirigió la programación cultural de la Radiodifusión Nacional, fue también directivo del departamento gubernamental de Artes y Letras, ejerció como Consejero del Ministerio de Cultura y, al tiempo que continuaba escribiendo, se convirtió en un excelente promotor de las carreras de numerosos escritores y artistas senegaleses que daban sus primeros pasos en el ámbito de la creación literaria y artística.
En 1986, tras la caída de Jean Claude Duvalier (1951- ) -el hijo del sanguinario "Papa Doc", no menos cruel y déspota, al que había sucedido en el gobierno haitiano en 1971-, el ya septuagenario Jean Fernand Brierre regresó a su pequeño país tras veinticinco años de exilio en Senegal. Allí, rodeado de innumerables muestras de respeto y admiración por su integridad moral y su legado literario, pasó los últimos años de su vida.
En su obra destaca su novela Province (Puerto Príncipe, 1935), donde Brierre recrea su traumática experiencia juvenil tras la ocupación Yanky.
Tras ese primer relato, duro y pesimista, de las calamidades y asperezas de la bohemia estudiantil en Puerto Príncipe, Brierre evolucionó hacia la nueva tendencia dominante en las Letras de Haití, el indigenismo. Sin embargo, pronto halló su propia voz literaria como difusor de las principales ideas e inquietudes vinculadas al marxismo, dentro de un exquisito tratamiento formal y estético de sus obras que lograba eludir la caída en el panfleto político.
En esta línea de firme compromiso ideológico cabe situar sus principales poemarios, entre los que destacan Black Soul (La Habana, 1947), Dessalines nous parle (Puerto Príncipe, 1953) y La Source (Buenos Aires, 1956). Previamente, Brierre había publicado otras dos colecciones de versos, Le drapeau de demain (Puerto Príncipe, 1931) y Chansons secrètes (Puerto Príncipe, 1933), a los que hay que sumar, para completar su bibliografía poética, con las colecciones de versos en las que recogió algunas de sus experiencias en suelo africano: Découvertes (París, 1966), Nouveau Black Soul (Dakar, 1977) e Images d'argile er d'or (París, 1977).
Durante su prolongado exilio en Senegal, Jean Fernand Brierre continuó cultivando la escritura, ora en su condición de poeta, ora en su nueva faceta de autor dramático -en la que alcanzó gran celebridad en tierras africanas merced a su espectáculo mágico-teatral Gorée (París, 1966), centrado en historias reales y maravillosas acaecidas en una isla de esclavos negros-. Cabe, por último, reseñar también su libro de viajes Un autre monde (1973), interesantísima descripción de la Unión Soviética, desde la perspectiva lúcida e inteligente de un comunista antillano afincado en África.
A modo de conclusión…
Para terminar estos párrafos no queda más que un profundo reconocimiento a la integridad, la solidaridad y la profunda valentía que en aquellos momentos de nuestra aciaga historia demostraran Jean Brierre y su mujer, lo que nos exige ejercer activamente la memoria.
La República Argentina tiene un compromiso histórico con Haití, al igual que América Latina toda. El primero de enero de 2004 se cumplieron 200 años de la independencia haitiana, hito que marcó el inicio de las luchas por la emancipación de América Latina. Fue así que Haití acompañó la gesta libertaria de Bolívar, brindándole apoyo y asilo y enriqueciendo su ideario.
Haití no sólo fue la primera república latinoamericana sino también la primera república negra del planeta. Fue el primer país donde se abolió la esclavitud, un siglo y medio antes de la descolonización del grueso de África y casi veinte décadas antes del fin del apartheid.
Haiti, tras el terremoto devastador del que aún sufren la replicas con múltiples ciudades destruidas y donde aún no se conoce la cantidad de víctimas fatales, debe recibir ayuda internacional y en especial de Argentina y Latinoamérica. Tenemos un compromiso histórico con Haití y es por esto que debemos estar en la primera línea ayudando solidaria y concretamente a esta Gran República.