Publicado en la REVISTA ANFIBIA, de la UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTÍN - Escrito por Nicolás Welschinger
Desde su llegada al gobierno, en el marco del inicio de clases y la discusión paritaria, Cambiemos relanza año a año el debate sobre las reformas educativas. Sus funcionarios refieren con frecuencia a una idea rectora: copiar la experiencia finlandesa. ¿Es posible pensar en "calcar", "traer", "importar" modelos? Luego de pasar un invierno en el país nórdico y conversar con investigadores y educadores finlandeses, Nicolás Welschinger ensaya tres pistas para responder por qué el contraste entre ambos países no podría ser mayor.
Todos los años, en el marco del inicio de clases y la discusión paritaria, el gobierno relanza el debate sobre las reformas educativas. Cambiemos descarga en los docentes la responsabilidad sobre la situación actual y, propenso a buscar afuera los “modelos exitosos”, apela a Finlandia como su brújula educativa.
“La revolucionaria educación de Finlandia llega a las aulas argentinas”; “El modelo educativo finlandés que quiere copiar Macri” ; “¿Por qué Finlandia se puede meter en las elecciones de la provincia de Buenos Aires?” Un rápido repaso mediático basta para recordar que desde su llegada al gobierno, los funcionarios de Cambiemos refirieron con asiduidad a una idea rectora para la política educativa: “copiar” el modelo finlandés.
En la campaña electoral de 2015, Esteban Bullrich solía echar mano a lo que por entonces era un lugar común instalado: invocar como referencia al modelo finlandés para sustentar el ataque al estado del sistema público nacional, y a su vez, para postularlo como el norte modélico que guiaría las aspiraciones de Cambiemos en caso de lograr la presidencia. En 2016, ya como Ministro de Educación, Bullrich realizó un viaje oficial a Helsinki para interiorizarse sobre el funcionamiento de su sistema educativo. Y en 2017 los medios anunciaban que su sucesor, el actual ministro Finocchiaro, firmaba un memorando de entendimiento entre ambos países con la intención de que Finlandia asesorara al Ministerio de Educación “en el diseño educativo y la formación docente”. Durante la campaña legislativa de ese año, Bullrich compartía en sus redes videos sobre el sistema educativo finlandés. Sus seguidores dejaban comentarios como: “Soy docente en Tres de febrero. Nuestro sistema ya es obsoleto. ¿Podremos aspirar a ser Finlandia algún día Esteban? Espero que sí, es lo que voté. Fuerza y éxitos”.
A meses de terminar su cuarto año de gestión no quedan rastros de esa iniciativa. De hecho, el contraste no podría ser mayor. ¿Cómo funciona realmente el sistema educativo en Finlandia? Lo que hace Cambiemos ¿va en esa dirección? ¿Tiene sentido pensar en “importar” modelos?.
Finlandia es miembro de la Unión Europea desde 1995. Con un Estado de bienestar consolidado durante décadas y una población de cinco millones de habitantes, suele ocupar el top ten de los mejores índices de igualdad. El pilar del desarrollo finlandés es su sistema educativo. Post crisis del petróleo en los 70, Finlandia se reconvirtió hacia una economía de alto valor agregado, industria limpia, verde, electrónica, de punta. Para esto realizaron dos maniobras: crearon un fondo para el sistema educativo y otro de promoción tecnológica. Un resultado de ello es Nokia (hoy en crisis), que nace en la universidad y explota durante los 90 como la empresa bandera del país.
El secreto de su educación se sustenta en tres pilares: 1) la masiva inversión pública, sostenida por décadas, de un promedio de 7% del PBI, más que la de otros países de similar escala y composición; 2) la inexistencia del sistema privado: por ley, el estado regula las pocas escuelas privadas existentes para que no puedan cobrar, ni seleccionar a sus alumnos. La regulación pública del privado evita la segmentación del sistema por clases sociales: todas las escuelas garantizan calidad, no hay unas escuelas para ricos y otras escuelas para pobres; y 3) la alta profesionalización de la docencia, que va de la mano con el sistema de capacitación permanente y la sindicalización del 96% de los docentes.
En Finlandia no sólo la educación es pública sino todo lo necesario para garantizar la accesibilidad al derecho: el transporte, los libros de textos, la comida. Todo el sistema de salud también lo es. Y KELA, su secretaría de seguridad social, se ubica entre las más fuertes de la UE. Un combo de políticas públicas virtuosas. En la actualidad, ocupa el centro de una polémica por ser el primer país en implementar un programa piloto de Renta Básica Universal. En este contexto de políticas igualitaristas la escuela no está sobredemandada y puede incluso reducir su tiempo de clases -fomentando la recreación lúdica en tiempo escolar- para actuar de manera más efectiva. La innovación pedagógica que Michael Moore volvió mundialmente famosa en su documental Where to Invade Next?: en Finlandia (casi) no hay tareas.
Como escribió el especialista en educación finlandés Pasi Sahlberg, la calidad educativa resulta no solo de las innovaciones escolares sino también de la acción conjunta de las políticas de protección e inclusión social. La educación de excelencia no es puro resultado técnico cognitivo sino el emergente de un pacto político por un estado de bienestar de mediana duración, como lo demuestra la reciente renuncia en pleno del gobierno de centro derecha de Juha Sipila por no lograr el consenso necesario para recortar el sistema de seguridad social.
Hasta los años 70 Finlandia tenía un sistema educativo desigual y elitista (sesgado hacia la clase alta de habla sueca). En los siguientes treinta años el Estado transformó un sistema desigual en la referencia mundial de equidad y calidad ¿Cómo lo hicieron?.
Finlandia se independizó del imperio zarista en 1917, cuando los bolcheviques parieron el siglo XX. Luego de terminada la sangrienta guerra civil entre las facciones políticas de rojos y blancos, la educación fue vista como una potente herramienta para mantener la identidad nacional, la participación civil y las libertades políticas. En los 70, cuando se eliminó la injerencia de los actores privados en la educación, se empezó a mover aquella estructura desigual. En las dos décadas siguientes, para lograr las mejoras, la reforma se centró en la formación docente y concentró allí sus recursos.
Todas las investigaciones coinciden: la educación en Finlandia se sostiene por la calidad profesional de sus docentes. El sistema de capacitación y los salarios se actualizan todos los años. Y detrás de la retribución económica, existe un consenso previo que ratifica todo lo demás: la legitimidad social de su tarea. La docencia es de las profesiones más prestigiosas, requeridas, y resulta muy difícil acceder a ella: se deben rendir rigurosos exámenes universitarios y muchas personas lo intentan varias veces. A la carrera ingresa tan solo el 5% de los aspirantes.
La formación se profesionalizó con el objetivo de conseguir una sólida base teórica en pedagogías críticas, considerada imprescindible para la práctica en las aulas. Los finlandeses no solo se preocupan por la motivación, interés y creatividad de los estudiantes sino también de sus docentes. El currículo nacional se limita a estipular lineamientos y metas comunes. Cada docente tiene libertad para definir sobre sus programas y diseñar sus estrategias. Las horas de clases se reducen también para que dediquen más tiempo a sus propuestas didácticas. La autonomía relativa que tienen del currículo general se debe al mismo motivo, promover una práctica creativa e invitar a la innovación pedagógica: autonomía profesional, prestigio social, respeto y confianza en su trabajo. La educación por proyectos 2.0, que elimina la división estanca de asignaturas, es la gran apuesta finlandesa para responder a la caída en el ránking de las pruebas PISA. Con ella, se fomenta a su vez la integración transversal de la alfabetización digital.
Sin usos punitivos de las evaluaciones, control asfixiante y explotación al docente ni sobreexigencias a sus estudiantes, el modelo finlandés pareciera apuntar a relegar la dimensión disciplinante de la educación.
Repasemos la performance de la gestión educativa de Cambiemos en los tres pilares finlandeses.
1. Inversión pública. Mientras que Finlandia empezó por eliminar la acción lucrativa de actores privados y desmercantilizar el acceso a la educación para universalizarla, Cambiemos profundizó la fragmentación del sistema y la tendencia privatista a través de la desinversión. En tres de cuatro años de gestión, recortó el porcentaje del presupuesto nacional destinado a educación: del 7,8 en 2016 cayó al 5,6 en 2019. Para 2019, sumado a la erosión de la inflación acumulada, la partida de becas Progresar sufrió una reducción real del 25%, luego de ya haber caído los dos años anteriores 32%. Además su partida se sub-ejecutó en $ 600 millones. “Con estos fondos -afirma el informe de Ctera, La privatización educativa en Argentina- se podría haber atendido durante 12 meses a 55.000 becarios más o haber incrementado el monto de la prestación mensual que se mantiene igual desde 2015″.
Durante la gestión, la sub-ejecución fue una metodología reiterada. En el presupuesto 2019 los fondos para equipamiento escolar e infraestructura representan solo un cuarto de los asignados en 2018 (cayeron de 9.200 a 2. 600 millones), año en que se sub-ejecutó el 70% de la partida otorgada. El recorte en los programas socio educativos fue en el mismo sentido. En el caso del Plan Nacional de Lectura, durante todo 2016 no se compraron libros, y en 2017 hubo fuerte retrasos en las compras y distribución. La sub-ejecución y la reasignación de partidas condujeron a desvirtuar el funcionamiento de áreas y programas. Frente a ello, los funcionarios justificaron el cierre y/o terceriarización del servicio.
2. Profesionalización. En Finlandia fueron claves la formación de calidad y la construcción de legitimidad social de la docencia como profesión. En el área de formación, Cambiemos recortó drásticamente un 65% el presupuesto del Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD). De 1.345 en 2016 a 483 millones en 2019 en términos reales. En 2018 el programa de Acciones de Formación Docente subejecutó 17 millones, que significó menos becas para sus estudiantes. Incluso en 2018 hubo ejecución nula de los programas: Provisión de Equipamiento Informático para Institutos Superiores de Formación Docente, Sistema de Gestión para Institutos Superiores de Formación Docente y Asistencia Técnica para la Mejora de las Metodologías de Enseñanza. Como explica detalladamente Manuel Becerra en “El modelo educativo de las nuevas derechas”, en las áreas de evaluación y la formación continua el gobierno promovió el ingreso de jugadores privados con el objetivo de lograr la desregulación laboral y la tercerización. Organizaciones no gubernamentales, empresas multinacionales, fundaciones que no actúan con otra lógica que la búsqueda de alta rentabilidad, lucrando con contenidos curriculares uniformes-globales-estandarizados, como el producto de cualquier cadena multinacional exitosa.
En cuanto a la legitimidad ¿qué hizo Cambiemos por la jerarquización y el respeto social de la docencia? Desde su asunción, todos los inicios de año Cambiemos relanza una campaña de difamación pública contra los trabajadores de la educación en todos sus niveles, incluidos los investigadores del sistema científico. En una estrategia que involucra a los medios masivos de comunicación, apuntó a desprestigiar a las organizaciones y sindicatos docentes. Por eso no sólo eliminó las paritarias nacionales y en 2018 redujo poder adquisitivo de los salarios un 22. 4%.
Como explicó Pablo Semán, eligió atacar pública, material y simbólicamente a los docentes como un ejemplo disciplinante para el conjunto de los trabajadores. En 2017 en la Provincia de Buenos Aires, frente a la huelga docente, María Eugenia Vidal anunció que convocaría a los 70 mil “voluntarios” reclutados que se ofrecieron vía redes sociales y mediante un 0800 para reemplazar a profesores y maestros en paro. Aunque la iniciativa no prosperó por razones legales, sí logró instalar que cualquier persona sin previa preparación, saber específico, ni socialización profesional, puede enseñar. Solo bastaría la vocación como único requisito. En el marco de la disputa paritaria de esos días, la metáfora presidencial “caer en la escuela pública”, enunciada con naturalidad ideológica, fue quizá la culminación del desprecio del primer presidente producto de la educación privada.
Quizá lo anterior deje comprender por qué ante esta situación hoy cobran más fuerza y alcance las acciones de visibilización pública del conflicto promovidas por los distintos sindicatos docentes con el objetivo de evitar las políticas privatistas del gobierno. Tomar a los docentes por enemigos públicos no pareciera ser lo que funcionó en Helsinki.
3. Innovación pedagógica. En el documento “Key projects reform Finnish education”, publicado en 2016, el gobierno finés propone una serie de reformas educativas para los próximos años. La primera es “Digital learning and new learning”, la alfabetización digital como clave de la innovación para el futuro de una economía que apunta a la producción y la generación de valor agregado. ¿Qué hizo Cambiemos en esta dirección? En mayo de 2018, firmó el cierre del programa Conectar Igualdad y decretó el lanzamiento de su relevo, el plan Aprender Conectados. En el decreto, de modo impreciso, se señalaba que el nuevo programa requeriría “un herramental mucho más potente”. Si se recuerda que Conectar Igualdad entregó más de cinco millones de netbooks y desarrolló diversas líneas de formación en tecnología educativa, la afirmación oficial tomaba relevancia. En el marco del nuevo programa, casi un año después se publicó en el boletín oficial la iniciativa “Escuelas de Innovación”. Allí se establece que participarán tan sólo cincuenta escuelas de todo el país. Para seleccionarlas, las candidatas competirán entre sí en una convocatoria “voluntaria” en la que se evaluarán antecedentes con TIC. En el nivel secundario la modalidad se repetirá, pero sólo participarán dieciocho colegios. Con esta propuesta, se renuncia a cualquier acción igualitaria y se refuerza desde el accionar estatal la desigualdad que reproduce la segmentación del sistema entre escuelas ricas/pobres.
En el mismo discurso en el Rotary Club en el que atacó a las/os universitaria/os – “ningún pobre llega…”-, Vidal sostuvo que “durante años repartimos netbooks en la secundaria para escuelas que no tenían internet y a chicos que no tenían DNI” para justificar que no se entregaran más computadoras. Luego, continuó “hoy, la verdad es que los chicos aprenden mejor vía celular porque en el celular es donde van a ver el futuro”. Sin embargo no anunció recursos que acompañaran esta idea. Sí en cambio apoyó que el Ministerio de Educación provincial lanzara la poco meritocrática iniciativa “Trae tu propio dispositivo”, que promueve que -en caso de contar con uno- cada estudiante lleve a clase el dispositivo tecnológico del que disponga en su hogar.
A la inversa que en Finlandia, en los tres ejes la desigualdad del acceso -y no la lógica igualitaria del derecho- reguló el modelo educativo de Cambiemos.
Finlandia es un país escandinavo, con fuerte homogeneidad socio demográfica, bajos niveles de desigualdad y violencia institucional, con altos índices de suicidio, problemas de adicción y alcoholismo. Por difíciles que sean los problemas con los que lidia su sistema educativo- la exigencia de estar primeros en el ranking de las pruebas PISA (el 2012 no lo fue y se vivió como una catástrofe nacional), la carrera contra sus vecinos nórdicos como Estonia por desarrollar starts up digitales-, distan un océano atlántico de los que enfrenta la escuela argentina. Los desafíos de nuestro sistema educativo, el albergar las conflictividades desatadas de la desigualdad social o tramitar la heterogeneidad sociocultural de la fragmentación de clase en estratos, en Finlandia son abordados por una trama de políticas e instituciones estatales.
Importar el modelo finlandés se vuelve aún más inapropiado si se considera que la desigualdad, la heterogeneidad y la exclusión no forman parte de sus desafíos cotidianos y que, por lo tanto, sus iniciativas y reformas escolares no se orientan en primer lugar a combatirlas. Mientras en Finlandia se reducen las horas de clases, la escuela argentina necesita incrementar la jornada y el tiempo de los estudiantes con sus docentes. Mientras la versión nórdica de la educación por proyectos busca saldar la brecha entre saberes/habilidades formales e informales acumulada por una sociedad que se expande a lo digital, la educación argentina tiene que recorrer el camino en la dirección contraria jerarquizando los saberes escolares y contrarrestando una alfabetización de hecho inseminada por el mercado. Tampoco en las estrategias de formación docente cuadra un modelo preparado para el ingreso de sólo un 5% de los aspirantes.
Ambas escuelas persiguen el mismo objetivo, equidad y calidad educativa, pero enfrentan desafíos diferentes en configuraciones diferentes. Siempre es posible retomar iniciativas, sin caer en la ingenuidad de pensar que las políticas públicas son extrapolables y se aplican sobre pueblos sin historia o composición singular. Toda la historia de la educación se trató de una saga de contactos y transferencias de saberes y prácticas globales. El problema aparece cuando funcionarios y expertos interpretan estos procesos como injertos más que como repertorio de prácticas para actuar de manera particular e histórica en el escenario propio.
Con las políticas educativas sucede lo que con las políticas públicas en general: antes que encarnar una esencia técnica o ideológica, las medidas aplicadas resultan de las fuerzas sociales y políticas que las moldean. Hoy, antes que tomar nuevas iniciativas y lejos de apoyarse en el ejemplo finlandés, el único norte que ha demostrado el gobierno es el desmantelamiento de los programas de inclusión educativa que se ensayaron en la Argentina desde el 2006. Hoy la gestión de Cambiemos es un tren desvencijado que se aleja cada vez más de Finlandia.