Durante la charla Mirtha llora. No se trata del llanto que arremete hermanado con el recuerdo o la nostalgia. Es el llanto del dolor de una herida abierta, del dolor a flor de piel, del dolor que se acrecentó con el paso del tiempo cuando no existían paliativos o remedios que permitieran suturar lastimaduras del cuerpo que se extendían hasta el alma, que trascendían del cuerpo individual al social por el simple hecho de ser compartidas por muchos. Un dolor tan profundo que sigue vigente a pesar de los 12 años en los que la justicia se impuso a la impunidad y que solo será superado cuando el último de los represores sea condenado. Y ese día las lágrimas seguramente seguirán fluyendo pero por la falta, por el amor, por el recuerdo de vidas reivindicadas en su inteligencia, en su compromiso y acción, en su entrega y en sus valores.

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El encuentro se realizó el local del Movimiento Evita en CABA, a cuadras de la Plaza de Mayo, un jueves feriado y caluroso de diciembre mientras a pocas cuadras se realizaba una nueva edición de la Marcha de la Resistencia.

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