Compartido por el compañero Luis Carrau
Juanita Roja, una compañera de Facebook escribió:
En uno de los tantos Centros Educativos para adultos en los que trabajé, asistía Noelia a terminar su primaria, una mujer de unos 65 años. Fue hace mucho. Principios de los noventa. Yo todavía era muy joven. Y no entendía la profundidad del peronismo.
Ese día llovía y sólo concurrió ella. La intimidad le permitió decirme algo
- Yo aprendí a leer sola
- ¡Qué bien!
- Eran tantas las ganas de leer que no paré hasta lograrlo. Lo llevo siempre encima -me dijo, mientras sacaba un libro amarillento y gastado de su cartera. Era “La Razón de mi Vida”. Lo puso sobre la mesa y acarició la tapa como si fuera un ser vivo-
- Cuando Perón murió yo trabajaba de cocinera en una casa de barrio parque. Ese día, con la mucama, nos apuramos a dejar todo listo para poder ir a despedirlo. Llovía. Nos estábamos poniendo el piloto en la cocina cuando de pronto entró la patrona:
- ¿A dónde van?
Nos miramos sin saber qué decir
- No irán a ese circo de negros, ¿no?, nos dijo de pronto con una sonrisita cínica.
Mi compañera agachó la cabeza y empezó a sacarse el piloto como vencida. Yo le sujete el brazo impidiéndole seguir quitándoselo y dije con férrea convicción y la frente en alto:
-Vamos al velatorio del General Juan Domingo Perón.
La patrona quedó mirando sorprendida su atrevimiento. Por un segundo se descolocó. Cuando se recuperó ordenó:
-Hagan lo que quieran pero a las seis de la mañana quiero el desayuno en mi cuarto. Si no está, las echo!
Se fueron. Pasaron la noche esperando despedirse. Cerca de las cinco lo lograron y volvieron a la casona. Prepararon el desayuno y fue ella misma la que se lo llevó.
-¿Estuvo lindo el circo? - le dijo la patrona que jamás madrugaba y ese día había querido hacerlo sólo para burlarse un poco del dolor se sus empleadas.
- Hermoso. Sólo faltó el número de los gorilas.
Le dejó la bandeja y se fue.
- Ese día maestra sentí lo que era la dignidad. Y eso lo aprendí de la compañera Evita. Yo a ella no había podido ir a despedirla. Tenía veinte una hija y no podía perder el trabajo. Así que le dejé al General una notita para que le lleve a Eva
- ¿Qué pusiste?
- Gracias!