Elaboración del Colectivo Marambio

I

Karl Marx en el Dieciocho brumario de Luis Bonaparte enunció que “la historia se repite dos veces: primero como tragedia, después como farsa -o comedia-“. Quizá porque extrañamos la comedia evocamos con nostalgia a Maxwell Smart.

 

El super agente 86 integraba una agencia de “recontra” inteligencia del gobierno de los Estados Unidos denominada CONTROL, que luchaba contra una organización maléfica llamada KAOS. La utilización de la K -letra maldita- relacionaba en forma directa a los malos con la KGB soviética y a su accionar con la generación del caos que procuraba destruir los fundamentos del “orden democrático” en el cual se desarrollaba el capitalismo. Transcurrían los años 60 del siglo pasado y la guerra fría estaba en su apogeo.

Controlar el caos que el socialismo real podía introducir en las sociedades capitalistas occidentales era el leitmotiv del imperio que justificaba guerras abiertas, invasiones, atentados, golpes de estado o económicos contra aquellos pueblos que osaran levantarse frente al hambre, la injusticia y la marginación. Caos era mala palabra, orden y control su contrario benéfico a sostener y propagar. Cuando el sistema político económico neoliberal pasó a ser hegemónico de la mano de la caída del muro de Berlín y el “fin de la historia”, los escenarios caóticos en países periféricos dejaron de ser no deseables para bancos, fondos especulativos y organismos financieros internacionales y pasaron a ser una herramienta más de dominio y disciplinamiento. En el siglo XXI el Super Agente 86 sería un idealista desorientado y KAOS el Departamento de Estado y la Reserva Federal.

Un mundo azotado por una crisis ambiental imposible de ignorar, por una guerra de deriva impredecible con amenaza nuclear incluida, por la agresividad sin límites de los Estados Unidos y su furgón de cola de la Unión Europea, por la definición estratégica del imperio de desarrollar su enfrentamiento con China como rival a aislar y vencer condicionando la posibilidad de realineamientos que fortalezcan la multipolaridad, por organismos internacionales de crédito alineados con el neoliberalismo procurando imponer sus políticas en forma global con la anuencia de las elites locales y de las representaciones políticas ultraderechistas en deriva hegemónica … un mundo de tragedia donde la farsa solo puede ser discursiva y funcional al guión trágico de final abierto.

Nuestra América Latina es escenario de las disputas globales con formas diferentes, pero con similar o mayor intensidad que las que se desarrollaron durante la guerra fría: por la abundancia de petróleo, gas, litio, minerales estratégicos, tierras raras y agua, por la riqueza de sus mares y su realidad bioceánica, por los intercambios comerciales que hicieron de China un socio económico importante de varios países del continente, por la inversiones, también chinas, en áreas estratégicas y en infraestructura. Fue en éste marco que se gestó el préstamo del FMI a Macri, habilitando el retorno del organismo como fiscalizador de nuestras políticas económicas. Fue mucho más que una ayuda para facilitar la reelección del ingeniero: puso una llave maestra en la valija de herramientas de las potencias occidentales para condicionar cualquier posibilidad de desarrollo económico soberano e independiente y de realineamiento internacional favorable al multilateralismo. Un préstamo que, repitiendo una metáfora usada por el papa Francisco, nos puede dejar huérfanos de patria.

La pregunta es si existen caminos alternativos que permitan mitigar el chaleco de fuerza impuesto a nuestra economía por el préstamo y el posterior acuerdo con el FMI. Alberto parece pensar que no y lo más innovador que se le ocurre es reunirse Biden y pedirle “ayuda” para llegar a las elecciones con algunos dólares en el Banco Central y sin tener que realizar una devaluación brutal. Como demostración de buena conducta que justifique una respuesta favorable al pedido de ayuda, Alberto pudo mostrarle a Biden inversiones chinas frenadas o avanzando a ritmo macrista.

Otros líderes latinoamericanos piensan que si es posible explorar caminos alternativos. Van un par de ejemplos:

·        * Lula fortalece su relación con China, da nuevo impulso a los BRICS, cuestiona al dólar como moneda de intercambio hegemónica, ubica a Dilma como presidenta del Banco de Desarrollo de los BRICS, pide por el fin de la guerra en Ucrania apoyando el plan de paz de China y advierte a los Estados Unidos que Brasil es un país soberano y no aceptará imposiciones acerca de quienes deberían ser sus amigos o socios (reconocemos que Brasil tiene varias decenas de miles de millones de dólares más que Argentina como reservas en su Banco Central, lo que le permite intervenir en el contexto global desde posiciones de mayor fortaleza)

·      **   Andrés Manuel López Obrador convoca a una reunión de presidentes de América Latina y el Caribe para discutir la posibilidad de crear una moneda de intercambio que reemplace el dólar -en línea con el planteo de Lula- y generar condiciones para enfrentar de mejor manera el flagelo inflacionario transformado en fenómeno económico global. Vinculado a esto: China y Rusia acordaron realizar sus intercambios comerciales (¡casi 200.000 millones de dólares anuales!) en yuanes y rublos lo que sin duda significará un fortalecimiento del yuan como moneda de intercambio y reserva de valor

Lo anterior demuestra que existen alternativas para enfrentar la hegemonía global neoliberal, las imposiciones del FMI y las zancadillas desestabilizadoras del “círculo rojo” vernáculo. Cada vez son más los economistas -que lejos están de poder ser tildados de socialistas- que sostienen que el acuerdo con el FMI es incumplible: Daniel Artana, Emanuel Álvarez Agis, Mercedes D´Alessandro y siguen las firmas.

Puede que Massa sepa que el acuerdo es incumplible, pero por lo pronto se aferra a forzar una renegociación integral del mismo mientras procura cumplir las metas trimestrales para llegar en una situación no descontrolada al proceso electoral, manteniendo alguna posibilidad de que el Frente de Todos sea competitivo. Es difícil pensar que el FMI y sus serviles voceros locales, en un contexto de disputa global USA-China, aporte a estabilizar la situación económica de un frente electoral peronista que en caso de ser re-electo podría actuar en dirección a fortalecer una política latinoamericanista no sumisa a los designios del imperio. A todas luces, y a pesar del pensamiento de Alberto y su vocera, lo más lógico sería un FMI apretando clavijas para desgastar aún más al Frente de Todos asegurando el triunfo de una opción de derecha totalmente alineada con la política del Departamento de Estado -la corrida cambiaria en marcha parece confirmar como válida ésta suposición-.

II

La recuperación económica post-pandemia, el crecimiento del PBI y del nivel de empleo no generaron un proceso de redistribución progresiva del ingreso y los sectores concentrados de la economía -vía el inflación y especulación financiera-, se apropiaron de las utilidades generadas en los dos últimos años. Si con crecimiento no se redistribuyó es difícil pensar que se lo haga en un escenario de estancamiento e inflación en aumento. Cristina advirtió por primera vez un 13 de abril de 2016, en los tribunales de Comodoro Py bajo una lluvia intensa, que el macrismo en el poder nos estaba desorganizando la vida. La afirmación se mostró cierta pero lamentablemente la desorganización de la vida de los sectores populares se prolongó al abandonar Macri la Casa Rosada y hasta se profundizó: primero por las consecuencias de la pandemia, después por las consecuencias de la guerra, ahora por las consecuencias de la sequía y un proceso inflacionario sin control, pero también por las inconsecuencias del gobierno para defender el programa que le permitió ganar en el 2019.

La inflación actúa cada vez más como mecanismo redistributivo regresivo: frente a un escenario probable de estancamiento en un futuro muy próximo, parece haberse transformado en la vía principal de apropiación de una renta cada vez más exigua, por parte de los monopolios y sectores concentrados. El gobierno no acierta políticas efectivas para enfrentarla y tampoco actúa sobre sus consecuencias negándose a aprobar un aumento por suma fija que hasta los popes de la CGT empiezan a reclamar. Precios Justos fue una iniciativa válida para intentar amortiguar la escalada de precios, pero al priorizar durante las negociaciones los acuerdos por sobre el “palo”, la prepotencia de las cámaras empresariales terminó llevándose puesta la herramienta que hoy aparece como poco eficaz para morigerar índices mensuales que superan el 7 %.

Cristina nos advierte en su discurso en la Universidad Nacional de Río Negro, que avanzamos peligrosamente hacia un escenario de fragmentación política que debilitaría aún más a la democracia y neutralizaría la cuota de poder que se dirime en términos democrático-electorales. Las disputas internas tanto en el Frente de Todos como en la oposición cambiemita, ponen en superficie la posibilidad de ruptura de ambos espacios: en el caso del peronismo y aliados la fragmentación sería dramática por la segura derrota electoral pero principalmente por la consolidación de un escenario que divorciaría toda posibilidad de intervención democrática para limitar al poder económico-judicial-mediático concentrado, dejando al estado y a la política en el mero rol de administradores de lo establecido. La paradoja es que Alberto, presidente electo en representación del espacio nacional y popular, en un reciente reportaje que le concedió a Tomás Rebord, definió a la política precisamente como el arte de “administrar” la realidad: si así fuera deberíamos admitir que nuestros héroes patrios no han sido más que embusteros favorecidos por vientos de cola momentáneos, que nuestra humilde militancia de décadas no fue otra cosa que un lamentable malentendido y aceptar que existen áreas dotadas de una gobernanza ajena a los poderes democráticos y por lo tanto incontrolable para el pueblo. Adicionalmente aceptar con resignación el papel de meros “administradores” de la realidad, nos coloca en una situación en la cual tendríamos poco que proponer a la sociedad de cara al proceso electoral: por el contrario creemos que la única posibilidad de recuperar competitividad es siendo disruptivos, rebeldes, creativos. Es posible renegociar el acuerdo con el Fondo -teniendo claro de la solución final es pagar la deuda renegociada y quitarnos de encima su tutela-, es posible explorar mecanismos para la superación de la restricción externa realizando parte de nuestro intercambio comercial en otras monedas con capacidad como reserva de valor, es necesario vigorizar las inversiones en áreas estratégicas y de infraestructura de todos aquellos países y empresas dispuestos a hacerlo, es necesario avanzar en la integración comercial, política y social de Latinoamérica y el Caribe, es estratégico avanzar hacia nuestra incorporación a los BRICS, es fundamental crear una compañía nacional del litio o darle ese papel a YPF, avanzar con la estatización del uso como vía navegable del río Paraná y licitar y comenzar la obra del dragado del canal Magdalena, es fundamental crear una empresa estatal de alimentos con capacidad de integrar pequeños productores, organizaciones sociales y campesinas vinculadas al trabajo con la tierra, distribuidores, expendedores y consumidores -para terciar en un mercado manejado por monopolios y oligopolios con capacidad de fijación de precios y culpables de la parte más dolorosa de la inflación, la de los alimentos, responsable directa de la pobreza y el hambre-, es vital transformar el dinero destinado a producir dinero por medio de la especulación financiera en financiación de obra pública, vivienda y emprendimientos productivos pequeños y medianos.

Parte de las medidas pueden formar parte de una plataforma electoral necesaria para plantearle al pueblo la dirección en la que el campo nacional y popular pretende avanzar, alguna de ellas deberían ser implementadas de inmediato si queremos evitar que las negras perspectivas del retorno de la derecha al poder se hagan realidad.

A éste respecto nos parece interesante reproducir un post de un colaborador asiduo de Marambio -Ale Goldín-, que hace unos días escribió:

“Hace años el macrismo (que no sólo es Macri) nos declaró la guerra. Estamos en guerra. Sería bueno que todxs tomen conciencia de eso y de lo que implica. Enfrente está una mafia neoliberal, neofascista y cipaya sin ningún tipo de escrúpulos que tiene como objetivo eliminarnos de la política. Este enemigo es mucho más sutil que el nazi fascismo tradicional. Está integrado por derechistas clásicos, pero también por una nueva derecha que llega a autoproclamarse "progresista" en lo cultural. Es un entramado muy poderoso hegemonizado por la corporación empresarial, judicial y comunicacional con muy buenos vínculos con servicios de inteligencia y fuerzas armadas y de seguridad, pero también por ex alfonsinistas y/o socialdemócratas que no tienen ningún pudor en ser furgón de cola de la derecha o incluso extrema derecha con tal de cumplir con su gran objetivo: eliminar al Kirchnerismo, que no es otra cosa que el Peronismo del Siglo XXI. Que nadie se confunda, que la coalición hegemónica, que el Poder Permanente, haya logrado construir y hegemonizar un bloque político, ideológico, cultural y social heterogéneo que incluso incluye al feminismo liberal, a diversidades y a parte importante de la comunidad judía, no lo hace menos de derecha, menos autoritario, menos antidemocrático. Por el contrario, es mucho más peligroso. Tiene el mismo programa económico de siempre, oligárquico, financiero, elitista y neocolonial. Y está dispuesto a todo con tal de llevarlo adelante. A tal punto que la democracia liberal tal como la conocimos y en la que dirimimos nuestros conflictos políticos sociales desde hace 40 años, está en crisis, está en riesgo. Y lamentablemente lo que asoma para reemplazarla es muchísimo peor. Estamos en peligro. La situación es grave. Sería bueno que actuemos siendo conscientes y acorde a ello.”

III

Creemos que las próximas elecciones no están perdidas a pesar de los tiros en los pies que nos pegamos cada semana. Parece claro que la única con capacidad de generar expectativas en los sectores populares y liderar la marcha posible hacia la victoria es Cristina: como candidata o liderando el proceso de reordenamiento del espacio. Es la única con la capacidad intelectual, política y de liderazgo necesaria para alinear a propios y aliados detrás de un proyecto que recupere para el espacio nacional y popular la combatividad, la rebeldía, la decisión para impulsar transformaciones favorables a los desposeídos y los trabajadores. En el mientras tanto debemos fortalecer procesos de movilización incipientes en dirección al gran acto que nos planteamos realizar el 25 de mayo. Tenemos que protagonizar las luchas y movilizaciones que intentan resistir el ajuste exigido por el FMI, tenemos que ocupar calles y plazas exigiendo suma fija y control de precios, debemos fortalecer el proceso de movilización contra la proscripción de Cristina y por el avance del juicio político a la CSJN. Sólo ganando la calle será posible frenar la ofensiva de la derecha y la ultraderecha vernácula, mostrando resiliencia y capacidad ofensiva y transformando la movilización popular en protagonista de la campaña electoral, siguiendo el ejemplo de los pueblos latinoamericanos que protagonizaron los levantamientos pre-pandemia y también el de Axel que construyó su candidatura a gobernador desde el contacto directo con la gente, sin mediación de voceros o multimedios (no por casualidad las últimas semanas hemos sido testigos de operaciones políticas destinadas a mellar la figura del gobernador).

Los tiempos electorales se aproximan, las últimas elecciones en América Latina han sido ganadas por fuerzas de centroizquierda, progresistas y/o populares, en general derrotando a representantes de la ultraderecha aparecidos frente al desprestigio de oficialismos encabezados por formaciones políticas conservadoras tradicionales. En nuestro proceso electoral nos aproximaremos a poder responder la pregunta de si los derrotados son los espacios conservadores y de ultraderecha o los circunstanciales oficialismos.