En entrevista con El Destape, publicada el 22/10/2022 en el portal https://www.eldestapeweb.com/ , el alcalde de Valparaíso advirtió sobre los problemas que enfrenta Boric en Chile y también otros progresismos en la región: "Si no salimos de lo políticamente correcto, no salimos del campo de los convencidos."
Esta semana se cumplieron tres años del estallido social en Chile, un parteaguas en la política local que el dirigente Gabriel Boric logró capitalizar para hacerse con la Presidencia del país. Sin embargo, las movilizaciones que se hicieron por el aniversario terminaron opacadas por el despliegue represivo de Carabineros que dejó una veintena de heridos y más de 100 personas detenidas. Para algunos sectores chilenos, la forma en qPUBLIue el Gobierno manejó esa situación es un capítulo más de cierto descontento que empieza a acumularse ante las imposibilidades de Boric para traducir las demandas del movimiento político y social que protagonizó el estallido.
En entrevista con El Destape, el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, conversó sobre esta y otras urgencias del Chile que se inauguró con la llegada de Boric al poder, a quien conoce por haber crecido juntos y, luego, haber compartido espacios de militancia. Sharp también fue protagonista del movimiento estudiantil, de 2006, y construyó junto a Boric alternativas político partidarias hasta que el actual presidente firmó el Acuerdo de Paz propuesto por el entonces mandatario Sebastián Piñera para contener la revuelta social y abrir paso a la Convención Constitucional, que se propuso erradicar el legado de la dictadura pinochetista.
Ese fue el punto de quiebre para Sharp, quien denunció que ese acuerdo por la paz se firmó entre dirigentes y de espaldas a los protagonistas. "Ningún líder o lideresa, por más luminoso que sea, va a ser capaz de reemplazar la dimensión constructiva de este momento", sostuvo en diálogo con este portal, en el marco de una visita a Buenos Aires y también alertó: "Esta izquierda así, como está, no sirve para construir mayorías ni para hablarle a los no convencidos".
En un despacho de la Casa Patria Grande Néstor Kirchner, Sharp hizo pausas ante cada pregunta y se animó a hacer un llamado a los dirigentes regionales para construir nuevos espacios "de articulación de los pueblos” ante el avance de los sectores organizados de la extrema derecha. Esa es su apuesta en "Valpo", como llaman les chilenes a la ciudad de los murales, las escaleras de colores y los pasadizos entre los cerros y el mar. Una ciudad portuaria atravesada por los movimientos político-culturales y la segunda urbe más importante de Chile en términos políticos: allí funciona el Congreso Nacional y sucede el traspaso de mando presidencial cada cuatro años.
- Hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario del estallido social, ¿qué queda de ese proceso?
- El 18 de octubre de 2019 instaló un momento de reorganización en el país, un momento que todavía no se cerró, independientemente de la llegada de Boric a La Moneda y del resultado del plebiscito del 4 de septiembre. Es un momento de reorganización que está determinado por varias crisis: hay una crisis a nivel institucional, una desafección muy grande del pueblo respecto a todo lo que tenga que ver con las instituciones; una crisis del sistema político que hoy existe en Chile, que sigue siendo el mismo que provocó el estallido. También hay una crisis ambiental. Chile está padeciendo fuertemente los efectos del cambio climático. Por ejemplo, hay sectores en el país a los que les falta el agua y, además, hay una crisis social económica vinculada a la pérdida acelerada de condiciones de vida. Entonces, ese momento de reorganización está abierto y lo puede capitalizar tanto las fuerzas de cambio como la ultraderecha.
- Ante ese escenario, entonces, ves posible la llegada de alguien como Kast al gobierno en la próxima elección...
- Si todo sigue igual la ultraderecha podría ganar en Chile porque hoy hay una disputa por el sentido común, por el horizonte de previsibilidad de la sociedad chilena de acá a los próximos años. La propuesta de sociedad que contenía el texto elaborado por la Convención Constitucional era una forma de enfrentar aquello. No fue suficiente. Sin embargo, logró captar el interés de casi 5 millones de personas, que no es algo menor, pero no fue suficiente porque no fuimos capaces de hablarle a los no convencidos, a los que no votaron sino por primera vez, a los descontentos con el modelo, a los sectores populares, a la clase media empobrecida chilena. Y lo que sí logró hacer la derecha en el plebiscito es generar al menos una conexión comunicacional no orgánica y no política que logró llegar a toda la familia chilena con el dispositivo celular. Por eso digo que es un momento en el que si las fuerzas de cambio no salimos de 'lo políticamente correcto', no salimos del campo de los convencidos. Si nos seguimos mirando el ombligo, el escenario que puede tener lugar en Chile en tres años va a ser muy parecido al que sucedió en otros países, en Europa o en el mismo Brasil.
- ¿Cuáles considerás que son los condicionamientos que tiene Boric para llevar adelante una transformación profunda?
- El Gobierno de Boric debiese ser capaz de instalar la discusión de fondo sobre el modelo de desarrollo. Si queremos hacer un cambio, hay que instalar la discusión, la conversación, la agenda sobre el modelo de desarrollo. Nuestro modelo está basado en el extractivismo y en el rentismo. Es un modelo primario exportador. No tenemos industria nacional, no tenemos una fuerte inversión en ciencia y tecnología. La educación pública, por ejemplo, hoy está en crisis y esa discusión no está presente. Y pienso que aún el gobierno está a tiempo de poder hacer algo, con fuerza, apoyado en el municipalismo chileno, en las coaliciones que lo que lo sostienen y, también, en aquellos grupos que no somos parte de las coaliciones pero no queremos que gane la extrema derecha.
- Sin embargo, con el rechazo a la nueva Constitución hubo cambios de Gabinete que parece que no fueron en la dirección que planteas. A la vez, decís que así cómo está constituida la izquierda no alcanza, ¿qué es lo que falta?
- El Gobierno apostó a gobernar con lo que llamamos nosotros una coalición bicéfala. Una cabeza vinculada a Apruebo Dignidad, que es la coalición original de Boric, y la coalición Socialismo Democrático, que está vinculada a los gobiernos de la Concertación. Y hoy es evidente que en ministerios vinculados a políticas sociales, en las empresas públicas y en ministerios políticos, hay una presencia fuerte y mayoritaria de la ex Concertación. Es una apuesta que ha hecho el actual Gobierno, que yo no comparto, pero habrá que medirla con el paso de los años. Pero, claramente, si querés hacer algo distinto no creo que el camino sea recurrir a las fuerzas que gobernaron con la derecha en los últimos 40 años.
- ¿Qué representaciones faltan entonces?
- Independiente del camino que tomó el gobierno, nosotros pensamos -y voy a hacer una afirmación que quizás para muchos en Chile puede ser polémica- que la izquierda está en crisis desde 1973. Esta izquierda así, como está, no sirve para construir mayorías ni para hablarle a los no convencidos. Por lo tanto, pensamos que más que reclamar el lugar de esa izquierda, lo que tenemos que reclamar es el lugar del pueblo, el lugar de los de abajo y las de abajo; que es el lugar de la revuelta, el lugar del feminismo, el lugar de la plurinacionalidad, que es el lugar de las organizaciones productoras de prácticas, formas y discursos alternativas al neoliberalismo. Dicho de otra forma, Chile requiere un gran movimiento político nacional que asuma de verdad la superación del neoliberalismo como tarea, que dé esa discusión sobre el modelo de desarrollo.
- Con ese lente, ¿cómo ves el escenario regional, en el que es evidente que todos los progresismos se topan con la misma imposibilidad?
- Latinoamérica lleva discutiendo más de 80 años el modelo de desarrollo. En la década de 1960, en Chile, un grupo de intelectuales latinoamericano teorizó sobre la dependencia económica y social de Latinoamérica respecto al primer mundo. Esa discusión sigue vigente y no hemos logrado superarla. Es cosa de ver Chile. Por ejemplo, en la propuesta de Nueva Constitución había un artículo muy importante que hablaba precisamente de que la política internacional de Chile se iba a guiar preferentemente por una apuesta de integración con Latinoamérica, y las oligarquías ejercieron todo su poder para evitar que eso tuviera lugar. Entonces, ¿qué quiero decir con esto? Que falta en Latinoamérica un espacio de articulación de los pueblos. El primer ciclo de gobiernos progresistas apostó a una integración a nivel de gobierno, a nivel del Estados y eso generó mecanismos de integración internacionales como Unasur. Pero esos mecanismos no son suficientes a la hora de enfrentar los retos continentales del siglo 21 como la pobreza, el hambre, la crisis ecológica vinculada a la Amazonía y los desafíos de integración. Creo que las nuevas fuerzas políticas que se han constituido, los nuevos cuadros que han aparecido, los nuevos movimientos sociales que han tenido lugar en Argentina, en Chile, en Brasil, en Colombia, en Bolivia, debiésemos ser capaces de poder desarrollar un espacio de encuentro y de discusión vinculada más bien a lo que se llama la diplomacia a los pueblos, al encuentro de los pueblos, creo que ese es el paso uno. La extrema derecha lo está haciendo. Creo que, si seguimos haciendo lo políticamente correcto, como "jóvenes bien", la gente nos va a dejar.
- Te ves vos siendo la cara de ese proceso? En su momento, cuando se acercaba la elección presidencial de 2019 se te mencionó como posible candidato...
- Ningún líder o lideresa, por más o menos luminosa que sea -dentro de los cuales no me encuentro definitivamente- va a ser capaz de reemplazar la dimensión constructiva de este momento. En este momento las fuerzas de cambio reclaman el lugar del pueblo. La labor número uno es la construcción, y esa es para mi la primera lección del resultado del plebiscito. Es construir en el campo de los no convencidos, construir en el campo de los jóvenes del mundo popular que rechazaron la propuesta constitucional. Miren el desafío que tiene el movimiento feminista chileno, era un proceso paritario que en la Constitución logró consagrar los derechos reproductivos de las mujeres, el aborto explícitamente, un sistema público de cuidados y aun así más del 50 por ciento de las mujeres rechazó la propuesta. Es brutal. Entonces, creo que tenemos un problema por no llegar a esa multitud que no tiene formas de conexión orgánica con el Estado ni con los movimientos sociales ni con las organizaciones políticas, y que está sometida al descampado del neoliberalismo.
- ¿Pensás que habrá una nueva Constitución en Chile pronto?
- No, no. Está muy difícil. El proceso constituyente está secuestrado en el sistema político y en el Congreso. Marx decía que la historia se repite dos veces: primero como tragedia y luego como comedia. Ahora estamos en la comedia. Porque hoy se está hablando de que Piñera, (Ricardo) Lagos y todos los ex presidentes de la Concertación van a ser asesores del nuevo órgano constituyente...Está muy difícil que salgamos solamente de un ajuste constitucional menor. Es decir, es volver a legitimar la constitución de Pinochet.