Por MARIANO AMEGHINO, desde Varsovia
Una semana atrás el controvertido, polémico y reaccionario mediático Chiche Gelblum, para alimentar su imagen de periodista se acercó a la frontera entre Polonia y Ucrania. A los 5 días volvió. El balance de las noticias que acercó, o el sedimento que quedó en la memoria colectiva de esta corbertura fue “lo confundieron con un refugiado, le ofrecieron un plato de comida caliente”.
Acompañado por nuestras risas, se nos mezclaban en nuestro escenario mental las imágenes de nuestros desválidos, los refugiados cotidianos de la América Latina, y nos preguntábamos por qué a Gelblum lo habrán confundido. ¿Estaría mal vestido? ¿Sus 80 años lo tienen mal en la apariencia?.
Claro, al comentar el viaje a Varsovia de quien escribe esta nota, no faltaron los chascarrillos de amigas y compañeros que decían “vas con Chiche Gelblum”. Pero Samuel ya había regresado y honestamente yo no estoy en la frontera caliente.
En Varsovia llegan a diario muchos refugiados. Se dice que han ingresado a Polonia alrededor de 2 millones en 15 días y que a este ritmo toda Europa se prepara para recibir 5 millones de refugiadas mujeres con sus niños. Recordemos que los varones mayores de 18 y menores de 60 años están obligados a permanecer en Ucrania para combatir el avance ruso.
A pocas cuadras del lugar de residencia donde me encuentro está la estación central de trenes de la ciudad. Lugar adonde llegan muchos de los refugiados ucranianos. Con una mano en el corazón y otra en los ojos, …..tapese los ojos…..ciérrelos….. ¿qué imagen se le viene a la mente cuando le digo “vamos a ver a los refugiados”?.
Y se me viene a la cabeza la misma imagen de ese Chiche Gelblum avejentado, mal vestido, como un don nadie que pide ayuda por todo su ser. O uno se imagina como la prosa de Calle 13 un ser vivo que no vive pero respira, o “Los nadies” de Galeano. Los ningunos, los ninguneados, los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Es que nuestra construcción de un ser que necesita asistencia es la de un compañero, compañera que no solo ha perdido todo, nunca pudo tener algo. Nuestras pibas, madres, los chicos con frío y hambre, producto de la desigualdad que nuestra región no logra resolver. Los Nadies, los que cuando logran niveles de bienestar molestan a los sectores medios porque el goce es solo tal si es de pocos.
Entonces claramente cuando nos reíamos de la anécdota de Chiche, construíamos en nuestra cabeza esa representación del refugiado que se asemeja a nuestros indigentes, nuestros expulsados del sistema, los que duermen en las plazas, los que mueren de frío, hambre.
Sin embargo, aquí a 10 cuadras de donde me encuentro, las refugiadas y los refugiados de guerra que ingresan a Varsovia son diferentes en apariencia. Los refugiados ucranianos al llegar, son recibidos por diferentes voluntarios de la sociedad civil que organizadamente ofrecen algo caliente, algo de ropa, transporte, alojamiento. Las empresas de telefonía móvil (acá en Polonia hay una muy famosa que se llama Orange) les regala una tarjeta SIM, un chip, para tener por un mes servicio gratuito y luego se convertirán en clientes de esa compañía. Los refugiados ucranianos son vistos como potenciales clientes, trabajadoras que en breve serán empleadas en alguna ciudad de Europa. Vienen con sus niños y niñas, que juegan con los voluntarios que les arman pizarrones, tizas de colores, marcadores y crayones. El lugar donde se entrega ropa donada no es muy concurrido por las refugiadas, las carpas de comida y algo caliente para tomar, si. Pero todo muy ordenado. Entonces pienso y le pregunto a un voluntario, - ¿Y los qué no pueden venir?. –Todos pueden venir, me responde. Esta gente de un día para el otro se quedó sin casa, trabajo, sin empresa, sin tarjeta de crédito. Y ahí me alumbró la lamparita de Galeano: “sin tarjeta de crédito”. Son refugiados. Pero como ciudadanos consumidores del mundo moderno, otros sistema solidario los toma, los abraza y los invita a ser nuevos consumidores, trabajadores y trabajadoras. Los niños y niñas irán a la escuela. Tendrán que adaptarse con el idioma, pero algún amigo, familiar, conocido, en Polonia o en otra parte de Europa los espera.
Sin dudas las muestras de solidaridad en las calles de Varsovia, enternecen. Muchachos y muchachas con alcancías de vidrio juntando dinero a modo de colecta, ciudadanos franceses que se juntan un domingo para cocinar 100 panqueques con nutella para llevarle a los refugiados, todo un pueblo que no quiere la guerra y que se pone a disposición del otro y le tiende la mano. El viejo continente se prepara para recibirlos. Serán mano de obra más económica en algún sector de la economía formal.
Pero y ¿los nadies?. No merece acaso detenerse a pensar en las víctimas de nuestras injusticias, que al no ser considerados refugiados de guerra, ya son refugiados en nuestras propias tierras. Nuestros inundados, nuestros pueblos originarios masacrados, nuestras madres, abuelas, hijos y nietos, nuestros héroes de Malvinas.
Por eso a Chiche lo habrán confundido con un refugiado. En primer lugar, por su edad, bien mayor de 60, podría ser un hombre procedente de Ucrania no obligado a quedarse. Segundo por su apariencia, aquí compartimos algunas imágenes para que podamos sacar conclusiones. Tercero, porque seguro Chiche tiene celular, nuestros Nadies, no.
Estos refugiados eran parte de la sociedad de consumo de Ucrania. De allí el impacto que esta guerra trae consigo. Por eso no puedo dejar de tener la mirada Jauretcheana de observar lo universal como lo particular visto con nuestros ojos. Nuestra región latinoamericana en paz y con recursos naturales y el mundo disputándose territorios, recursos y refugiados. Nuestros “Nadies”, como la “Deuda Interna” (Film de Miguel Pereyra) siguen en el subsuelo de la patria. No será la primera vez que saltemos la tranquera.