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Escrito 12/06/2017 por JORGE A. MENGIA

 

En materia educativa, es momento de discutirlo todo. Desde las políticas del gobierno hasta el sentido de “ser docente”. Desde las protestas hasta la imagen de la escuela proyectada por los medios.

 

Hoy con decir que uno es docente no alcanza. Parece que hay que aclarar enseguida qué clase de docentes somos: ¿El maestro de Camus a quién éste agradeció por su empeño y su esfuerzo o el docente “aguantador” que trabaja cuatro horas por día, abusa del ausentismo y tiene tres meses de vacaciones? No importa no ser ninguno de ellos. La opinión pública te ubica, inexorablemente, en uno u otro lugar. Como dice Mariano Narodowski: “Pueril bipolaridad, totalmente inútil para entender a los docentes reales”. Sin embargo, son dos representaciones sociales que se debate en los medios siempre que un nuevo gobierno anuncia los grandes y revolucionarios planes que tiene para el sistema educativo en su conjunto. Ponderar al primero, exterminar al segundo. Cada gobierno que inicia tiene una oportunidad única a este fin. El kirchnerismo, creo yo, la dejó pasar. Con una nueva ley de educación, con construcción récord de escuelas, extensión de becas, recursos informáticos, planes alternativos para terminar el secundario y una recomposición del salario docente como pocas veces se ha visto, no logró el cambio de fondo que decía buscar. La inclusión generó problemas que hoy es difícil soslayar. El procedimiento: primero metamos a los chicos en el colegio, después veremos como recuperaremos el nivel educativo y solucionaremos los problemas que esta inclusión genera. La escuela llegó a los barrios marginales con el objetivo de terminar con esa marginalidad. El resultado fue que esa marginalidad se metió en las escuelas y no se fue nunca más. Habría que preguntarse del real alcance de las políticas públicas para resolver los problemas relacionados con la explosión de la matrícula del nivel secundario.

El nuevo gobierno, que suspendió Conectar Igualdad,  y apunta a suspender también el Plan Fines, redujo las becas y a esta altura del año aún no cerró paritarias, pretende un cambio sin presupuesto que se apoya en la vocación y el esfuerzo del conjunto del cuerpo docente para sacar a nuestros niños adelante. Ni a Marx se le ocurrió un cambio de espíritu tan grande cuando pensaba en las condiciones para el advenimiento del comunismo. La peregrina idea de Cambiemos sería modificar los estatutos docentes para terminar con el abuso de las licencias, el ausentismo y el poder de los sindicatos, pero sin ofrecernos a los docentes nada a cambio. Nada de lo que implicaría una verdadera jerarquización docente. El procedimiento: primero pónganse a trabajar con lo que hay, después, en el segundo semestre tal vez, veremos cómo solucionamos la cuestión salarial, los problemas edilicios, la organización de la escuela pública y la capacitación docente. El Plan Maestro ha sido denunciado por su estilo a lo “De Narváez” porque carece precisamente de eso, de un plan, puesto que se queda en una declaración de metas a 5 años sin especificar siquiera cómo se llevarán a cabo ni de dónde van a sacar el financiamiento. En la opinión de Horacio Verbitsky, detrás de la declaración de metas, este plan tendría el objetivo de fondo de derogar la ley de financiamiento educativo y la paritaria nacional docente definitivamente.

Mientras tanto, desde el gobierno se demoniza al docente convirtiéndolo en un advenedizo que está en esta profesión por la plata, las vacaciones y las supuestas facilidades para ausentarse de sus responsabilidades. El resultado es una opinión pública abiertamente en contra de los docentes. El reparo y la mesura que antes se tenían para criticar los vicios del sistema y los abusos del docente ahora se expresan sin vergüenza en los medios de comunicación y, más novedoso aún, han calado profundo en el mismo cuerpo docente. Sin embargo, los datos sobre ausentismo brillan por su ausencia y los datos sobre calidad educativa en base a las pruebas PISA, acusadas de ser manipuladas deliberadamente por el gobierno nacional para demostrar el fracaso del sistema educativo en los años anteriores, distan de ser confiables. Estamos siendo vapuleados con estadísticas falsas e informes de procedencia dudosa y, lo que es alarmante para mí, los docentes no estamos ayudando a combatir esa imagen que se viene gestando.

La estrategia de los docentes esperanzados con el cambio, y que han bancado este gobierno con su voto, ha sido no apoyar los paros y marchas gremiales de principios del ciclo lectivo. Una de las causas por las cuales la metodología de la huelga ha dejado paso a otras menos efectivas y mediáticas es la baja adhesión que venían teniendo estas medidas de fuerza en su última etapa. Además de alimentar un repudio cada vez más generalizado en los padres y el resto de la sociedad. Las estrategias de los docentes que no nos gusta este proyecto donde se nos pide mucho y se nos ofrece poco no estarían siendo del todo exitosas. Permítaseme dudar de los alcances de la escuela itinerante, las charlas en el aula y las iniciativas particulares que se presentan en cada colegio, como carteleras y cortes esporádicos de calles.

 

Es notable cómo se han difundido en las redes sociales, en defensa de la profesión, las historias emotivas sobre docentes de vocación conmovidos por las experiencias de vida de sus alumnos y su impotencia para ayudarlos a superar su realidad infranqueable. La duda que me surge es si estos relatos, por el contrario, no estarían ayudando a reforzar la idea que el gobierno quiere imponer sobre los docentes. Es decir, volviendo a la bipolaridad planteada al principio: ¿posicionarnos en el polo vocacional no sería complementarse con el discurso macrista de apelar al esfuerzo individual para cambiar el sistema educativo y las “prácticas nefastas” de los docentes sin poner un solo peso? ¿Postular que la docencia es un trabajo especial, diferente al resto de los trabajos mediocres y simples, no sería avalar la idea de que el docente tiene que dar clase pese a todo porque los únicos perjudicados son los niños? Y, por último y no menos importante, hay que preguntarse si repudiar al supuesto polo aguantador no sería legitimar las prácticas de disciplinamiento del gobierno de los plus y descuentos por huelgas y ausentismo.

Por lo pronto, la lucha docente viene fracasando miserablemente en todos los frentes. El gobierno de Vidal acaba de dar un aumento del 10% a cobrar en junio a cuenta de un futuro arreglo paritario. Y en la opinión pública nuestra nota de concepto es mala, avalada por el gobierno, los medios de comunicación y gran parte del cuerpo docente que piensa que la bipolaridad existe y decidió hacer el esfuerzo para no quedar pegado a la visión negativa que la sociedad hoy tiene de nosotros.

 

 

Jorge A. Mengia

PROFESOR DE ENSEÑANZA MEDIA Y SUPERIOR EN HISTORIA.