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Por Enrique Martínez*, publicado en  https://radiografica.org.ar/, el 15/03/2022

Un grupo de diputados, encuadrados en el espacio político que preside Máximo Kirchner, nos explica las razones de su voto en contra del acuerdo alcanzado con el FMI y cuestiona en consecuencia el modo en que Alberto Fernández y Martín Guzmán lo gestionaron.

Es opinable el resultado alcanzado en la negociación. Si el plazo pudo y debió ser mayor; si la tasa debe ser menor; incluso si el país tenía argumentos para conseguir una quita.

Sin embargo, todo el documento de fundamentación omite un hecho primario: que si apareciera un magnate de los que se están quedando con todo en el planeta y donará la plata del FMI, de cualquier manera al poco tiempo tendríamos problemas de balanza de pagos. No hace falta recorrer series históricas para confirmar esto. Todo el saldo comercial positivo de 2021, más de 12.000 millones de usd, se evaporó al pagar deuda privada real o simulada, giro de utilidades, turismo al exterior, atesoramiento hormiga.

Nuestro país no genera por comercio o inversiones las divisas que necesita para atender las demandas de todos los frentes, con o sin el FMI prendido a nuestro cuello.

Usemos por un momento la metodología macrista de la metáfora. Hay un edificio con las estructuras debilitadas y el sistema eléctrico precario, que se prende fuego. Llegan los bomberos y se amasijan tratando de apagar el incendio de aquello que de cualquier manera se caerá. Aparece gente del barrio y los critica porque la presión de agua es baja o el volumen es modesto.

El resultado es inexorable: un páramo quemado.

Tal es el escenario de estos tiempos. Ni los bomberos ni sus críticos se detienen a advertir que si no encaramos nuestro problema estructural la historia se repetirá una y otra vez.

Hasta podríamos considerar que discutir el acuerdo, al menos con la vehemencia fundamentalista que muchos le ponen al tema, es parte del gatopardismo que se ha metido en la sangre de nuestra dirigencia política «popular» que cada vez se esconde más detrás de los discursos épicos, negando su impotencia en la búsqueda de soluciones concretas.

Hay quienes sostienen que debemos iniciar una segunda ronda de venta de joyas, esta vez de la bisabuela. Con la minería a pleno, aún sin agregar valor más allá de la etapa primaria, más la multiplicación de proyectos de hidrógeno verde, más el litio, tal vez se pudiera tirar la pelota adelante por una generación.

Hay sin embargo, un camino más sustentable y digno, portando una mirada más allá de unas pocas décadas. Con una condición dura, dificil de alcanzar: debemos entender qué hacemos sobre la Tierra; qué es vivir en comunidad y qué papel ocupa la política en ese entramado.

Si fueramos lo suficientemente ilusos para asumir que actitudes como las de La Cámpora y los mansos sometimientos de muchos de sus contendores podrán ser corregidos a futuro, entonces podremos ponernos a pensar y a hacer en la inmensa tarea de encarar las modificaciones en nuestra estructura productiva que premien el valor agregado por el trabajo; subalternizen los eslabones rentísticos o financieros; pongan la tecnología y la formación técnica a disposición de quien lo necesite; eliminen todos los bloqueos de distribución o comercialización que separan productores de consumidores. La lista es larga. Tan larga que puede apabullar, si no la encaramos con la conciencia que al final está la verdadera luz, bastardeada por tanto manipulador que ha construido una conciencia de la resignación.

Esa conciencia malversada que nos lleva a discutir una tasa de interés, confundiendo ese escenario con la soberanía nacional; nos lleva a pensar que la victoria política solo se remite a ver quien manipula mejor en la siguiente elección; nos lleva a creer que el poder institucional pero ignorante sirve para algo. Por ese camino, ni las divisas alcanzarán, ni la exclusión se detendrá, ni la pobreza llegará a ser siquiera explicada correctamente, no digo eliminada.

Todos los participantes de esta coyuntura política, cada uno por razones diferentes, han mostrado su incapacidad para entender el momento histórico y su responsabilidad en él.

Vamos de vuelta. Discutamos.

 

(*) Coordinador del Instituto para la Producción Popular