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Escrito por Mariano Espósito, publicado el 19/09 en el sitio https://loinventoperon.com.ar/revista-toto/

“El Estado, dirá Juan Perón, debe asumir la responsabilidad de orientar, promover, asistir, ordenar y fiscalizar la actividad deportiva, posibilitando el acceso del Pueblo a la práctica del deporte para que éste deje de ser un privilegio para pocos para ser un derecho de todos”

Para el Peronismo –y desde ya que lo fue para su líder– el deporte es un hecho no solamente físico, sino también un hecho de la inteligencia, de la voluntad, del espíritu y de la conciencia; un hecho comunitario que se eleva hacia una dimensión ética.

Anclado en la idea griega, se planteó el objetivo de consolidar un ser humano íntegro espiritualmente: una persona equilibrada mentalmente en un cuerpo sano y fuerte. En virtud de ese objetivo, el deporte tuvo un alcance masivo, sin distinción de ningún tipo; ya que su impacto, en la vida individual y colectiva, estaba inherentemente relacionado con el destino nacional. Con el paso de los años, y en un escenario de ampliación de políticas sociales, los argentinos y argentinas que practicaban deporte aumentaron notablemente. La política del Peronismo fue integral y complementada con otras áreas del bienestar social. El deporte devino, inevitablemente, en una expresión de variadas incidencias: política, social y cultural.

Con el tiempo, comenzó a aparecer entre los deportistas una vocación militante y de auto organización en núcleos institucionales. Esta trascendencia política fue crucial para sustentar la Comunidad Organizada que supo plantear Perón. El impulso que tomaron las Organizaciones Libres del Pueblo, y en especial los clubes, dinamizó el desarrollo deportivo en tiempos peronistas.

 

Los albores del deporte popular

Los Clubes de Barrio funcionaban como entes intermedios que condicionaban, sugerían y complementaban la labor del Estado y la ansiada y real participación del pueblo en las decisiones políticas. Proliferaron por todo el país y cada barrio supo tener el suyo, aleación de sus anhelos y necesidades. La intervención estatal, si bien fue fundamental, era el reflejo de una voluntad popular que expresaba una declaración de principios nacionales, cristianos y humanistas en cada fundación. Sería un grave error de mi parte no destacar, en este punto, la participación importante que tuvieron diferentes sindicatos al construir sus propios clubes. Los clubes eran de y para los trabajadores y su familia.

El deporte alcanzó su incidencia social. Los Clubes fueron lugares de formación y, sobre todo, de construcción de lazos permanentes. Eran espacios donde comulgaban personas de todas las edades y participaban en actividades, desde contiendas deportivas –durante el peronismo las hubo y en cantidad– hasta asuntos políticos de vital importancia para el funcionamiento de cada barrio.

Fue cuestión de tiempo para que el deporte arribara a las orillas culturales de nuestro país. Los trabajadores y trabajadoras gozaban de la educación física, la recreación y el deporte profesional. Al mismo tiempo, se cimentó la estructura donde se desarrollarían los derechos de la mujer, hasta ese momento vedados y ocultados del relato oficial.

Las mujeres, como destinatarias activas de políticas, se ubicaron en el centro de la escena en materia deportiva. El Ateneo Deportivo Femenino Evita, primera y única Institución deportiva para el deporte femenino, fue un ejemplo de esto. Desde esa Organización se instrumentaban las políticas destinadas a la mujer, que se comunicaban en la revista Deporte Femenino: primera revista dirigida por una mujer, peronista y militante, llamada Elsa Irigoyen.

“Amiga: estas páginas llegarán hasta ti, mujer deportista, para que veas en ellas vertidas tus actuaciones. Para que los demás lleguen a apreciarte en la medida exacta de tus merecimientos; por tu dedicación, por tu sacrificio, por tu cariño, por todo eso que dedicas hasta llegar a la meta soñada” (Revista Deporte Femenino-1954)”

El editorial puede leerse, no solo como una carta de presentación de la publicación describiendo los contenidos, sino como un verdadero programa de reivindicaciones de género. El deporte era el instrumento para construir una sociedad más justa, en la que el trato igualitario fuera la norma para todas las personas.

El deporte había conseguido una dinámica y un alcance revolucionario para Argentina y la región, al que ningún sector permaneció ajeno. La mujer ya no estaba expuesta al casamiento con algún “buen partido” y podía ir a la universidad, trabajar, agremiarse, votar. Ahora además podía hacer deporte, amateur o profesional, y vivir de ello. Los niños y niñas ya no veían la tristeza de sus madres y padres como camino a seguir y destino insalvable. Irían al club a practicar deportes, a la colonia, y disfrutarían. Sobre los trabajadores, sobre los niños y sobre las mujeres se edificó la política deportiva del peronismo, porque ahí estaba el futuro.

La transformación fue total con certámenes municipales, provinciales, nacionales donde miles de jóvenes participaban. La vital y sólida Argentina Deportiva que se propuso el justicialismo se comenzaba a cristalizar y perfilar en todas sus dimensiones. Apoyado en los Clubes de Barrio, Federaciones, Confederaciones y Uniones de Estudiantes, el Estado se mostraba permeable a una participación democrática, popular y federal del pueblo a través de sus Organizaciones Libres. Supimos tener nuestra generación dorada como Margarita López Mansilla (ajedrecista), Julia Bonafina de Pomato (esgrimista), Teresa Carabajal (atleta), María Beatriz Terán (tenista), Delfo Cabrera (maratonista), Pascual Pérez (boxeador). También tuvimos nuestros Primeros Juegos Deportivos Panamericanos que expresaban y transmitían nuestra voluntad política de hermanar a los pueblos de la región.

Ya instalado en el quehacer cotidiano, con objetivos claros y enmarcados en un plan estratégico, el deporte aportó su parte a una Comunidad que cabalgaba los procesos mundiales de transformación acelerada. El deporte fue utilizado como una herramienta educativa, potente y eficaz; un instrumento para forjar la personalidad y transmitir los valores. Con el inevitable avance humano hacia procesos de integración, la comunidad debía ser pujante si aspiraba a insertarse en el concierto de las comunidades del mundo como protagonista y no como mero espectador. En ese aspecto, Argentina tenía mucho para ofrecer en materia deportiva: una fuerte idea de ser humano equilibrado en cuerpo, mente y alma. Ninguna de las tres condiciones podía estar ausente, el Pueblo era un individuo integrador. La nación, en definitiva, sería el reservorio y la consecuencia primera de las virtudes, la sabiduría, la fortaleza y la conciencia de un ser humano entendido como célula admirable y fundamental.

 

Tropiezos luego del Golpe

Con el Golpe de 1955 y la posterior ocupación de la Presidencia, el Proyecto Nacional cayó y le siguió la destrucción de todo lo que se había avanzado en todas las esferas nacionales: la economía, la cultura, la salud, la educación y, por supuesto, EL DEPORTE. Instituciones como la CAD (Confederación Argentina del Deporte) y el COA (Comité Olímpico Argentino) fueron intervenidas abruptamente y se creó la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas, que apuntó directamente a los atletas vinculados con el anterior gobierno. La Selección Argentina de Básquetbol fue disuelta; algunos deportistas fueron perseguidos y humillados y otros, directamente, tuvieron que exiliarse, como el caso de María Terán. La tenista llegó a pedir ayuda al mismísimo Perón para poder establecerse en España.

Pasó la resistencia y finalmente el Peronismo volvió al poder; sin embargo, los 18 años de proscripción habían sido letales. Los lineamientos liberales habían producido un atraso fenomenal en todos los planos. Niños, adolescentes y adultos fueron perdiendo la cultura física que supo impartir el justicialismo; la escasez de cuadros dirigentes del deporte hizo necesario activar rápidamente la reconstrucción del país y, en especial, la sanación del corazón de los argentinos. El deporte, sería una herramienta fundamental para ello.

La Ley del Deporte llegó en 1974 para darle al ejercicio y a la recreación su calidad de derecho inalienable, y el Consejo Nacional del Deporte comenzó a darle dinamismo y vitalidad nuevamente a la actividad en nuestro país. La financiación estaba garantizada por el Fondo Nacional del Deporte. La adhesión de los municipios y las provincias fue esencial. Nuevamente el deporte se apuntalaba sobre una democracia participativa, anclada en las Organizaciones Libres del Pueblo argentino. La extensión federal, a través de los Clubes de Barrio (que hacían de vasos comunicantes) y del Estado Justicialista (regulador de los desórdenes y deficiencias que presentaba un contexto en permanente cambio), complementaba la triada.

La historia continuó con el menemismo y el deporte fue un tema que se puso en agenda. Se intentó desarrollar la amplitud que supo tener en otros tiempos. La aplicación de la Ley del Deporte (trunca luego de la muerte de Perón) había sido una promesa a lo largo de la campaña peregrina que realizó Carlos Menem. El Consejo Nacional del Deporte, el Fondo Nacional del Deporte y la remodelación del CENARD fueron intentos marcados de intentar darle al Pueblo argentino el deporte que merecía y necesitaba. El tinte ideológico de la época, el avance de las corporaciones del mundo
–incluso en el aspecto deportivo– y los proyectos privatizadores enajenaron nuestra soberanía y el futuro de los argentinos, y obturaron completamente cualquier intención justicialista.

Llegó la Alianza e inmediatamente el país voló por el aire. Los Clubes de Barrio fueron los únicos espacios de contención para vastos sectores de la comunidad. Su función fue vital, aunque no pudieron evitar que millones de argentinos cayeran en la pobreza y el desamparo. Dejaron de ser el espacio de encuentro cultural, deportivo y de impulso, para ser merenderos, comedores comunitarios o “Clubes del Trueque”. En paralelo, aparecieron las canchas de paddle y futbol 5, y proliferaron los gimnasios. Su clara inclinación lucrativa y su disposición en los centros urbanos, adicionó una cuota relevante a la paulatina destrucción de la cultura popular. Aquel individuo que se representaba, se organizaba y se constituía en una institución, ahora se transformaba en un consumidor de un deporte estético en un lugar sin pertenencia.

 

Intentos de reconstrucción

El deporte fue abordado con mayor responsabilidad y decisión durante el kirchnerismo. Los Campeonatos Evita volvieron y fueron acompañados de otras iniciativas de esta índole. Diferentes programas e iniciativas legislativas (como el Programa Deportivo Barrial, Promotores Deportivos, la Escuela Media N°3 en el CENARD y la Ley Nacional de Educación Física, el Deporte y la Recreación) fueron algunos de los ejemplos que atestiguan la puesta en valor del deporte como decisión política y de alcance nacional.

Diferentes modelos y acciones que emanaban de la Secretaría de Deporte buscaban fomentar una red entre organizaciones que carecían de representación de base Este tejido social se encontraba roto luego de la crisis del 2001 e intentaba recuperarse porque era necesario para la Comunidad e incluso para potenciar el deporte profesional y de alto rendimiento. El Plan Estratégico del Deporte Nacional fue un caso importante que materializaba la idea de una juventud que tomara al deporte como estilo de vida a partir del desarrollo, la federación de los deportistas y la representación nacional. Esto garantizó herramientas de inclusión democráticas.

En este contexto de impulso y desarrollo, los Clubes de Barrio se fortalecieron y atravesaron un proceso de transformación que tendría implicancias posteriores. Crecieron, se ampliaron, aumentaron sus disciplinas y se atrevieron a organizarse y poner en discusión una Ley Nacional de Clubes de Barrio y Pueblo. Esta legislación venía a darle el marco legal de funcionamiento y regulación que estipulaba su existencia permanente por ser fundamentales para la constitución de comunidades íntegras. De aquí en adelante, serían otra organización más que buscaría una democracia más participativa.

 

Nuestra deuda con Perón

Mucha agua corrió bajo el puente y hoy nos encontramos en una situación diferente a la que supimos conocer en otros periodos históricos. No es tema de esta nota detallar la situación que impera en este momento. Sin embargo, podemos resumir que estamos, nuevamente, en un momento crucial: el destino de nuestra patria peligra sensiblemente. La situación económica –que se evidencia en un problema social y responde a un problema político de fondo– nos ha llevado al abismo donde, si caemos, no existirá más la Argentina. O al menos no como la conocemos hasta ahora. En este contexto, el deporte no escapa a la realidad que viven otras esferas y donde se disputan dos formas diferentes de concepción, intención e implementación de la política como herramienta transformadora.

Para los y las peronistas, el deporte no debe estar sujeto a una dinámica de enriquecimiento privado y monopólico. El entretenimiento debe ser una herramienta inspiradora, pero, a la vez, formar los valores que atraviesan nuestra realidad y resultan permanentes. El deporte debe ser parte de una cosmovisión en la que el desarrollo físico, humano y espiritual se enlace directamente con el destino nacional de bienestar, independencia, justicia y soberanía. Jamás debe ser parte de una cosmovisión liberal donde la práctica física y el deporte responden a valores estéticos. En los tiempos que corren, el deporte debe asumir su lugar como una de las tantas salidas comunitarias a los flagelos y enfermedades que hoy atacan la mente, el cuerpo y el corazón de argentinos y argentinas. Aquí el Estado debe retomar su papel ordenador, regulador y articulador.

Se habla a menudo de la contienda cultural que atravesamos estos tiempos. Es a través del deporte que el Pueblo accede a mejores condiciones de vida. Rescatar la cultura deportiva argentina que hoy es negada es, también, una manera de hacer historia y recuperar ese condimento popular, nacional y cristiano que sustenta el peronismo. El deporte es una escuela de vida, un lugar de encuentro.

Las Organizaciones Libres del Pueblo tendrán un papel fundamental en esta empresa. Hombres y mujeres serán protagonistas de los ámbitos de discusión y elaboración de las políticas públicas que moldeen su presente y su futuro y, también en última instancia, la visión de su pasado y su identidad.

Tenemos el desafío de volver a elaborar, una política deportiva que sea nacional y que pueda permanecer en el tiempo en sus principios básicos. En un país donde nuestros niños y niñas padecen enfermedades como el sedentarismo, hipertensión, ansiedad, depresión, frustración, tristeza y soledad, el deporte deberá tener un rol fundamental.

Estamos en deuda con Perón y lo que supo mostrarnos del deporte; pero también estamos en deuda con nuestros trabajadores y trabajadoras si no podemos plantear una Política Deportiva que aporte a la recreación y el esparcimiento en una comunidad donde no todo debe ser sacrificio y desgaste. Estamos en deuda con las mujeres si no podemos acompañar el proceso de transformación de las relaciones sociales desde una Política Deportiva. Sin ella, estamos en deuda con los más vulnerables, los descartados, los marginados. La necesitamos para que pueda aportar a la integración y encarnar los sueños de superación que son, en definitiva, efecto de una política democratizadora, donde no solo se distribuya la riqueza sino también el acceso al escenario de la participación y la decisión política.

Afrontemos el desafío y no sigamos en deuda con el futuro, que es la peor de nuestras deudas. Construyamos una Argentina Deportiva justa libre y soberana.