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Relatos escritos por alumnos de 2º año del Bachillerato Popular Andrés Carrasco -que funciona en la Huerta de Saavedra-

 

Me crie en el Barrio Mitre de Saavedra, en una casa donde sobraba el ruido y el amor: seis hermanos, mi viejo y la calle como punto de encuentro. De chica salía a andar en patines, jugábamos en la plaza…Las tardes de murga en el parque eran una fiesta que se sentía desde noviembre. En carnaval el barrio se vestía de espuma, risas y bombitas de agua. Éramos chicos, pero sabíamos disfrutar de la vida con lo que había.

Hoy el barrio sigue siendo lindo, con su gente de siempre y esa esencia que no se borra, pero ya no se puede salir como antes, hay más miedo, menos código, y una vive mirando un poco para todos lados.

Aún así, sigo queriendo a mi barrio. Es el lugar donde aprendí a compartir, a soñar y donde todavía guardo los mejores recuerdos de mi infancia.

SUSANA

 

 

Sentado en la escalera de mi casa, enciendo el primer cigarrillo del día y mi atención se pierde en los gritos, carcajadas y los tan molestos pelotazos contra el portón de mi patio. (Aunque, a decir verdad, prefiero escuchar pelotazos a escuchar tiros). Mientras mi vecino prepara el asado, mis otras vecinas chusmean mientras toman unos mates sentadas en la puerta de su casa. La señora que sale a tirar la basura recibe ayuda del pibe que está tomando una birra en la esquina. Los vecinos se dan los buenos días y se piden un poquito de yerba o azúcar, y cómo olvidarme del churrero que tira a todo pulmón su chiste de cada día: ¡Cómo duermen che, parecen políticos!

Mi barrio es el lugar donde la adversidad se enfrenta al humor, solidaridad y a la enquilombada armonía.

AARON

 

MI BARRIO. MI CUADRA

Los días de verano en el barrio son diferentes. Tan pronto como sale el sol, el calor aumenta y aparecen las piletas de lona en la cuadra.

Los niños juegan, mientras nosotros, los vecinos, nos prestamos las mangueras para cargar más rápido las pelopincho, ya que con dos es mejor. Los niños juegan yendo de pileta en pileta.

Al caer el sol aparecen las mesitas y los tereres. Juntadas con las vecinas, charlas, risas, hasta quedarnos sin hielo.

¡Nada mas lindo que los días de verano en mi cuadra!.

CARI

 

 

PLATENSE

Es un soleado sábado por la mañana.  Nuestro equipo de fútbol, Platense, se prepara para el partido más importante de la temporada. Nos juntamos temprano en el barrio para organizarnos para ir al estadio y colocar las banderas. Una vez puestas todas, nos organizamos para poder repartir las entradas cuando lleguen los hinchas de Platense. Una vez que estamos en la cancha recibimos a nuestros jugadores con cantos, bombos y paraguas y alentamos al equipo durante dos horas.

Platense nos da un espectáculo más y deja contenta a toda la hinchada.

JAVIER

 

En el año 1998 eran tiempos en los que se estaba conectado veinticuatro por siete, pero en la vida real, sin wifi, la gente se conocía de verdad. Si un vecino tenía problemas el barrio entero lo sabía y ayudaba. El amor por el barrio no era sólo un dicho, era amor verdadero. Nos cuidábamos entre nosotros, había más respeto, podías dejar la bici en la puerta de tu casa sin preocupación, la política ¡se debatía fuerte!, pero al final del día seguíamos siendo vecinos, una comunidad unida.

En cambio ahora la cosa es más complicada. El barrio sigue siendo nuestro hogar y todavía hay gente increíble, pero con el tiempo todo cambió. Estamos más conectados en redes sociales, ya no se juntan en una esquina o en una plaza para debatir algún problema barrial. La política se siente más lejana. Hoy todo es twitear, ya no se hacen reuniones en la plaza del barrio.

Lo único que nos queda, es siempre sentir amor por el barrio.

LOLI

 

Cuando pienso en mi barrio, lo primero que me viene a la mente no son las calles ni las casas, sino las personas.

Antes, había un clima de encuentro: el merendero, la olla, el deporte, la entrega de mercadería. Eran pequeñas excusas para acercarnos, para contener a los chicos, para acompañar a los vecinos que más lo necesitaban. Todo eso nos unía.

Pero hoy la realidad cambió. Con la crisis y el triunfo de Milei, muchas de esas herramientas se perdieron, y con ellas también una parte del lazo que habíamos construido. En el barrio se siente el peso de la violencia, del consumo y de la falta de espacios que antes daban sentido y esperanza.

Creo que, si en algún momento llega la posibilidad de reconstruir, va a ser muy difícil, porque todo está roto y consumido. No solo las cosas materiales, sino también los vínculos, las ganas, la confianza.

FERNANDA

 

Se habla de salir del barrio, pero nadie habla de lo que se pierde. Acá la desconfianza es ley, pero la solidaridad es instinto. El pibe del almacén te avisa cuándo doblar por otra calle, sin decir una palabra. ¿Entendés?. Me desvío de un problema. Un solo gesto. Una vida salvada.

La calle principal me exige rodillas fuertes y ojos en la espalda. Ese peligro no viene de las bandas, sino del clima. Se avecina una lluvia fuerte que puede arrasar con una casa, ¡y he visto tantas ahogadas!.

Llego a mi hogar y preparo la compuerta. Se que no es como antes, pero el miedo me gana. Escucho a mi vecino que pone cumbia todo el día. La gente cree que esa música es ruido, pero yo se que es vida. El barrio dice ‘seguimos acá, no nos callamos nada’.

Cierro los ojos y me prometo no vivir con la maleta echa. Voy a vivir el ahora, con la misma misión de todos los días. Salir pero regresar, siempre regresar.

MILI